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–Necesitas descansar más, aún estás enfermo– sugirió Adrián. Hacía unos días que Tom ya se había sentido un poco mejor pero no completamente.

–Lo sé, no importa, así estaré bien.– afirmó, volvió a pegar su oreja a la puerta de nuevo.

–¿Cómo está?– preguntó Alan entrando por la puerta principal con una caja de bebidas alcohólicas.

–Aun está haciendo mucho ruido. Suena como si utilizarás varios vasos de vidrio y los pegaras entre sí.

–Bueno es química y ciencia, es como un científico.

–¿No creen que tenemos suerte de que Eiden se haya sentido mejor como para hacer más droga?

–No estoy seguro, ¿Para que la utilizaríamos ahora?– preguntó Adrian

–Para nosotros, y podremos empezar a vender de nuevo.

–No podríamos, ¿O si?

–Demasiado tarde.– suspiró Alan.

–¿A qué te refieres?

–Ya conseguí a alguien que la compraría a buen precio.

El traqueteo del cuarto paró repentinamente, salió Eiden con alguna que otra protección aún. Corrió al escuchar a Alan llegar, la verdad es que con tanto ruido en su trabajo no escuchaba nada de lo que sucedía afuera, además de que a veces ponía un poco de música.

–¿Que pasa, pequeño? ¿Ya tienes ganas de descansar un poco?– el menor asintió. La verdad era que no tenía nada de ganas de para de hacer su trabajo prometido, pero quería estar un tiempo con sus papis.

–Bien niñito, primero iremos a cambiarte de ropa, después podrás seguir con eso.– dijo Alan llevandoselo por las escaleras.

–Por cierto Adrian, necesitamos más...– la puerta sonó tres veces. Usualmente no tenían ninguna visita.

Rápidamente ambos chicos que quedaban abajo se agacharon, no querían ser descubiertos en caso de que haya sido la policía. Pero en cambio no se escuchó ninguna patrulla ni se vieron luces ni ninguna otra cosa más. Además de una voz familiar para Adrián.

–¿Hola? ¿Adrián?– la última vez que escuchó esa voz había sido hacía años, quizá más de cinco años, quizá siete y ocho. Había perdido la cuenta.

Abrió la puerta y se la pensó antes de dejarla pasar. Ella había sido su mejor amiga durante algunos años, había sido su única persona en el mundo y guía. Era dos años menor que él, la había encontrado también en la calle, así como a todos los demás. Pero ella no se había quedado con él.

–Hola, Piper.

–Mucho tiempo sin vernos, Ad.

–Pensé que te habías quedado con ella después de todo.

–Bueno no fue así ¿Puedo volver?

–¿Quién es ella?– preguntó Tom detrás de él.

–Ella es una conocida nada más. Se retirará en algunos minutos, ¿Verdad?

–¿Por qué la prisa de que me vaya, Ad?

–Deja de llamarme así.

–Ella necesitaba ayuda, ¿Recuerdas?

–No es verdad, ella solo quería algo que le beneficiará.

–Asi como tú.

–No, ella era diferente, yo quería sobrevivir.

–Ella igual, como todos Ad. Pero tú te fuiste porque quisiste, porque tuviste miedo.

–Ustedes se fueron, yo no me fuí. Ella no quería sobrevivir, ella quería sobreponerse.

–Tu no la conociste. No como yo.

–Piper no tengo ganas de seguir con esta conversación.

–Hace años que no te veo, no puedes dejarme así.

–Entonces no debiste volver.

–¿Adrián? Deberías de dejarla pasar, creo que necesitan hablar un poco más, ¿No crees? Creo que sería de ayuda– recomendó Tom que se veía algo incómodo.

–No, está plática ya se terminó– cerró la puerta justo en frente de la mujer que parecía ser nada más que una desconocida.

•••

Era casi navidad y la época de frío ya se acercaba demasiado deprisa. Ambos niñitos seguían corriendo por las calles intentando robar algo de los bolsillos de las personas que pasarán a su alrededor, después de todo así era como vivían. Siempre salían por las tardes a intentar conseguir cosas de valor. Piper siempre conseguía un poco más que Adrián, mientras que Alan se quedaba en su lugar secreto intentando hacer algo de comer, o quizá arreglar un poco su vivienda.

Los tres vivían así, desde siempre quizá. Cómo si no tuvieran padres o algo más importante que ellos mismos, y así era. No había nada más que ellos en sus vidas.

–¿Encontraste algo?

–Un anillo y quizá 100

–Intercambia el anillo por algo más, buscaré otra cosa.– dijo la niña que se fue corriendo de nuevo hacia las calles.

Adrian solo asintió y volvió a casa, se sentía exhausto después de solo conseguir poco. No eran días buenos y sus estados de ánimo habían sido pésimos.

–Alan, ¿Dónde estás?– preguntó al entrar.

Se paró en seco al ver a una niña de su misma edad acostada en el sillón desgastado de la sala, estaba tapada por una cobija también sucia y a punto de romperse.

–¿Quién es ella?

–Se llama lucía– contestó Piper acercándose a él para llevárselo a otra habitación, necesitaba decirle algunas cosas.

–¿Que hace aquí ella?

–Se quedará aquí unos días, Alan no estuvo tan de acuerdo pero yo sí.

–Yo tampoco lo estoy. No la conocemos.

–Ella está sola, no podemos dejarla así. Además, tú tampoco nos conocías y ahora míranos, estamos sobreviviendo juntos.

–No es lo mismo. Ella no sabemos cómo es, no podemos juzgarla.

–Ella se queda.

•••

Adrián se quedó pensando en poco antes de subir las escaleras. Tom se quedó esperando una explicación, aunque sabía que era poco probable que se la dieran. Dejó que el mayor se fuera, sabía que no era un tema del cual hablar a la ligera.

Después de todo era el pasado de Adrian. No sabía cómo reaccionar a eso, en realidad no sabía lo que había ocurrido con él antes de que lo recogiera y conociera. No tenía ninguna idea.

Drogas, armas y un bebé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora