4. Jugar al amor

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Nadie se enamora en un día, pero sí se puede jugar al amor, ¿no? Y eso es justo lo que hicieron

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Nadie se enamora en un día, pero sí se puede jugar al amor, ¿no? Y eso es justo lo que hicieron. Los dos estaban sedientos y se impregnaron el uno del otro hasta grabarse los tactos, reconocer los olores y la inconfundible forma de besar de cada uno. Eloi se dejó llevar, lo necesitaba. No podía negar lo mucho que añoraba el abrigo de otra piel, los besos sugerentes, o lo bien que se sintió cabalgando hasta alcanzar el clímax.

Cuando terminaron el juego, durmieron abrazados en la habitación que Eloi había improvisado en una de las plateas de lujo.

Fue un dulce sueño, un paréntesis. ¿Acaso no se lo merecía? En dos años, nadie había sido amable con él. Edu, en cambio, le devolvió la esperanza, parte de la alegría, incluso.

A esa alegría pronto la mancilló la culpa.

¿Por qué tuvo que hacer algo así? Oriol estaba tan cerca... Y, aunque a simple vista no quedase nada humano en él, sabía que su alma seguía allí, esperando a que le llevara comida o se sentase tras la puerta a leerle nuevas historias.

De pronto se sentía sucio. ¿Cómo podría perdonar su esposo lo que acababa de hacer?

Aunque... Durante dos años lo alimentó y le leyó cada día. Además, técnicamente estaba muerto. Entonces, ¿por qué, llegado el amanecer, Eloi se sentía tan mal?

Él nunca quiso rozar otros labios ni refugiarse en otros brazos que no fueran los de Oriol. Jamás quiso estar con otra persona que no fuera él, pero él ya no era el de antes y aquellos momentos que compartieron juntos ahora le parecían lejanos, como si pertenecieran a una vida anterior.

Debió invocarlo con la mente, porque los golpes retumbaron desde los camerinos y Edu se despertó de un sobresalto.

—¿Qué es eso? —preguntó—. No parece el viento.

—Tranquilo... —Eloi le acarició la mejilla y lo besó con ternura en los labios—. Es mi marido...

—¿No dijiste que estaba muerto?

—También te dije que él siempre está conmigo —aclaró entre lágrimas—. Ven, pronto lo entenderás.

Cuando se casaron, Eloi y Oriol hicieron un juramento, permanecer juntos hasta que la muerte los separara, pero su promesa iba mucho más allá, porque pensaba seguir con él incluso después de la muerte, aunque para ello tuviera que leerle y alimentarlo todos los días.

Por ende, no titubeó en arrojar a Edu al camerino, y mantuvo la puerta cerrada pese a los golpes, súplicas y chillidos. Tan solo se dignó a abrir cuando no quedó más sonido que el masticar de Oriol. Entonces, se asomó con prudencia.

Su marido permanecía agazapado sobre la víctima, masticando alguna víscera que había retirado de su tórax y que, a media luz, no supo reconocer.

—¿Te gusta? —le preguntó. Al entrar, sus zapatos se impregnaron con la sangre del que hacía pocas horas había sido su amante.

Oriol asintió con un gruñido y continuó devorando el manjar.

A él también le gustaba, pese a haber tomado aquella decisión.

Se acercó un poco más, observó lo que quedaba del cuerpo de Edu y se cubrió la boca para retener una arcada. Por un momento, se preguntó qué habría pasado de haberse fugado con él. No sabía por cuánto tiempo podría cuidar de Oriol, ni si alguna vez volvería a ser el mismo de antes, de hecho, ya apenas se parecía al hombre con el que se casó, de la misma forma que ya nada quedaba del hombre atractivo que conoció en la librería Laie. Vísceras desparramadas, carne abierta, sangre, mierda y ojos muertos que lo juzgaban.

—Espero que con esto estemos en paz —suspiró—. No olvides lo mucho que te amo.

Besó a Oriol en la coronilla, sin que este se inmutara, salió fuera y, tras vomitar, se sentó con la espalda apoyada en la puerta y lloró hasta caer exhausto.

Desde luego, el fin del mundo era un asco. Sin embargo, por duro que fuera, aunque a partir de ahora tuviera que matar también a inocentes, pese a que aquello desgarrara su alma hasta convertirlo en el peor de los monstruos, no se arrepentiría, porque ahora lo tenía más claro que nunca: «él no quería jugar al amor, sino recuperar a su amor verdadero».


Fin 



Nota de autora:

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Nota de autora:

Muchísimas gracias por leer esta historia. La escribí hace un par de años para un concurso de San Valentín, pero a última hora cambié de opinión y escribí otra. Espero que no os haya descolocado mucho y que no me odiéis por ella. 

¡¡Feliz Halloween con mucho amor!!


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