3.-La caída y el auge.

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Aquel sitio no era sino el aula del instituto al que asistí tras aquel trágico verano. Lo recuerdo perfectamente, esa clase en el tercer piso del edificio principal, desde el que se veían las montañas a lo lejos bajo un brillante sol. Por algún motivo, no estaba allí por la mañana como sucedió anteriormente en el colegio, sino que ahora era justo el mediodía. El reloj de la clase marcaba claramente las tres, pero me llamó la atención el hecho de que las manecillas parecían no moverse ni un ápice.

-Esta clase... mis primeros cuatro años de instituto fueron aquí, me acuerdo bien.

Mi asiento se encontraba bastante atrás, pegado a la ventana. Recuerdo perfectamente la razón, cuando comenzó el instituto me volví un niño bastante tonto, siempre solo y sin querer saber nada de nadie. Aquella noche en el cementerio no solo me di cuenta de la muerte de mi abuela, sino que algo dentro de mí murió también. Supongo que en ese momento no era más que un adolescente estúpido que creía ser un adulto sin tener ni idea de nada.

Solía mirar por la ventana sin poner la vista en nada en particular, simplemente pensando en el mundo. Puede que de ahí terminase surgiendo mi vocación por la filosofía, ya que todas esas horas que pasé pensando se convirtieron poco a poco en leer a diversos filósofos e interesarme por el tema. Por desgracia, en los tiempos en los que cursaba en esta clase eso era lo que ocupaba la mayoría de mi tiempo, además del ocio en mi propia casa... fue triste, pero poco a poco perdí a casi todos los amigos que mantenía del colegio todavía.

No los puedo culpar, quien cada vez pasaba más de todo lo que me rodeaba era yo mismo. Con el tiempo, esa estúpida actitud me pasó factura. Cuando llevaba unos tres años en el instituto me di cuenta de que me había quedado completamente solo, y lo peor es que cuando traté de volver a la normalidad, era demasiado tarde. Nadie se acordaba ya de mí... o más bien, había despreciado a todos lo suficiente como para que no quisieran saber nada sobre mí.

Aún así, digno yo, continué por mi cuenta. No necesitaba hacer las cosas mundanas que hacían todos los demás. Solo yo me bastaba. No necesitaba a nadie más, solo yo podía con toda la soledad que había construido a mi alrededor. Que estúpido era. 

Aquella forma de pensar no era más que una justificación para no darme cuenta de que todo era mi culpa. Nadie me había abandonado, yo lo había hecho. Yo me hundí poco a poco de un pozo del que no podía salir. Fueron años difíciles para mí en realidad, especialmente los últimos dos. Ya cuando me acercaba a los dieciséis años comencé a cambiar, y aún recuerdo que fue lo mejor que pude hacer jamás.

Poco a poco, tuve la suerte de que llegaban nuevas personas al instituto en el que estudiaba, nuevos alumnos de otros centros. Gracias a ellos logré volver a incorporarme a la vida social de la que había estado huyendo tantos años. ¿Tantos años? Fueron apenas dos o tres, pero se sintieron como muchos más. Para cuando llegué al cuarto año de la secundaria ya era una persona totalmente distinta.

Sin embargo, la vida es muy puñetera. Es como si los lugares en los que estaba apareciendo ahora fuesen un recorrido por toda mi vida desde el colegio en adelante, así que me temo que esto no ha terminado aún. Cuando llegué al final de la secundaria estaba deseando comenzar una vida adolescente plena, pero por desgracia había perdido todas las habilidades sociales que tenía cuando aún era un niño. No me quedó más remedio que aferrarme a mi nuevo grupo de amigos. Aunque para mi fortuna, el haberme redimido un poco y dejar aquel lado tan trágico y horripilante de mí hizo que la gente que me había dado la espalda en el pasado comenzasen a volverse un poco más amables conmigo nuevamente.

Hay quien los hubiera llamado 'falsos' por haber vuelto cuando cambié, ¿pero no es acaso lógico? Yo fui el primero en darles la espalda, y cuando enmendé mi errores todo comenzó a mejorar.

Así que a partir de ahí, iba a tratar de tener esa vida adolescente de color de rosa que anhelaba. Imagino que ahora llegaremos al bachillerato, justo después de terminar la secundaria. Cerré los ojos, imitando lo que había pasado en mis anteriores recuerdos, y así fue como sentí nuevamente un cambio en el ambiente. 

A la sombra de septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora