4.-Un atardecer que no quise ver.

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Al abrir los ojos me llevé una extraña impresión, pues el lugar en el que estaba me resultaba extrañamente familiar, pero tampoco lograba identificarlo del todo. Miraba a mi alrededor, desconcertado. Esta vez estaba al lado de la playa, en la que cual se marcaba un precioso atardecer a lo lejos en el horizonte. El escenario me gritaba que estábamos en verano, pero a la vez la sensación era deprimente. Finalmente logré recordar qué había pasado en este lugar.

El primer amor siempre duele, al menos eso es lo que dicen. Lo que no me esperé yo en su momento es que mi primer amor fuese a declararse al suyo justo delante de mis narices. Así de simple fue, ahora que lo recuerdo en este mismo lugar. Cuando llegó la tarde de la graduación de bachillerato, yo era una persona totalmente diferente a la que fui en la secundaria, incluso había logrado enamorarme de una chica.

Era a quien consideré una gran amiga mía en esos años, con la que congenié estupendamente. A pesar de lo que fui anteriormente, esa chica parecía haberme perdonado y pude poco a poco acercarme a ella. Tenía claro que la tarde de la graduación de bachillerato me declararía a ella, lo tenía todo planeado. Estaba listo para hacerlo. Mis amigos me habían estado ayudando, y realmente pensaba que era el momento perfecto. Ingenuo de mí.

Aquella tarde fue un horror, a pesar del bello atardecer que había, de la melancolía que rodeaba el ambiente, a pesar de todo aquello... allí estaba yo, yendo hacia ella. Esbelta, con su precioso vestido de graduación, al lado de otro compañero de clase. Quería negarme en aceptar que lo que parecía que estaba pasando estaba en efecto sucediendo, pero conforme me acercaba no me quedaban dudas.

Allí, bajo el bello atardecer del final de junio, rodeados de la más bella puesta de sol de los últimos años, vi a dos personas felices. Sentí cómo mis emociones rechinaban con el asfalto. La miré, y cuando dejó de regocijarse en los labios del afortunado, ella me devolvió la mirada. No sé qué cara debía tener yo en ese momento, pero los ojos que me miraron de vuelta se sentían en cierto modo incómodos.

-Tú... ¿acabas de declararte? - Le pregunté con cierto miedo, pese a conocer la respuesta.

Me respondió que en efecto, ella acababa de declararse al chico y ahora eran oficialmente pareja.

-Yo... ¿por qué no me habías dicho que te gustaba este tipo? Somos amigos, te hubiera ayudado. - Respondí, robando ese momento de felicidad para todos.

Sus palabras ahora sí fueron hirientes, pues me confesó que no se sentía bien hablando de esas cosas y que no se lo había contado a nadie. Miré perturbado a mi alrededor y supe por las miradas de los demás perfectamente que me estaba mintiendo con esa última afirmación. La volví a mirar, y aquí cometí el mayor error de bachillerato.

-¡Tú me gustas a mí! - Declaré por puro instinto, simplemente para no quedarme quieto en medio de la multitud que se había aglutinado.

Me miró incrédula. Y se rio. Una tímida y ligera carcajada se quedó en la recámara del arma en la que se había convertido su boca. Yo sentí esa risotada muda, y la sentí en lo más profundo de mi corazón.

Cerré los ojos con fuerza, no quería ni siquiera ver el precioso atardecer. No quería estar allí, tan solo quería cerrar los ojos e irme de allí. Muy lejos. No quería seguir recordando nada. Debía volver a la universidad cuanto antes, debía irme. Quería irme lejos de aquel lugar. 

A la sombra de septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora