2.-Noche en el cementerio.

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La mañana escolar se había transformado rápidamente en una helada noche. La oscuridad envolvía todo a mi alrededor, y no fue sino hasta que mis ojos se acostumbraron que me percaté de que me encontraba en un cementerio. Sin embargo, no era un lugar desconocido para mí ni mucho menos, sino que se trataba del cementerio del pueblo en el que vivían mis abuelos.

Y para mi desgracia conocía este lugar mejor de lo que me gustaría. Aquí es donde estaba enterrada mi abuela, quien falleció el verano en el que iba a entrar en el instituto. Solía veranear aquí en este pueblo, en el que coincidentemente vivían también algunos compañeros de la escuela, así que pasábamos muchos ratos juntos jugando en las calles.

Recuerdo perfectamente este sitio. Y más específicamente, recuerdo a la perfección esta noche. Yo lo sentía en lo más profundo de mi alma, este lugar en una noche como esta... a pesar de que era verano fue la noche más fría que viví nunca. Di unos tímidos pasos en la dirección que más temía.

-Qué demonios hago aquí ahora. Esto no tiene ningún sentido, debo de estar alucinando. ¿Me habrá dado un golpe de calor o algo así?

No quería creer que pudiese estar allí, y mucho menos quería acercarme al lugar al que precisamente marchaba a paso inseguro. Pero allí estaba. Allí lo veía. Bajo la luz de una tenue farola, con el aspecto más siniestro que cualquier niño pudiese haber imaginado en la más tierna infancia. El epitafio de mi querida abuela.

Miré fijamente a la lápida que se erguía frente a mí. Podía sentir el helor del viento en mis piernas y en mi cara, pero ni siquiera lo notaba frente a la desilusión que me causaba estar de pie frente a aquella tumba.

Comencé a recordar cosas que no quería. Siempre fui un chico bastante inocente y fantasioso, que vivió en ignorancia su niñez de alumno de colegio... aquel verano cambié por completo. Recuerdo cómo era la época dorada de los zombis. Series, películas, videojuegos, libros... todo estaba repleto de aquellas horripilantes criaturas, y para unos chavales como los que éramos en aquella época, estábamos obsesionados con ellos.

Aquel verano que murió mi abuela no me sentí triste. No comprendía para nada lo que era realmente la muerte. Lo pasé increíble jugando con mis amigos, sentía como si nada hubiese sucedido... hasta aquella noche. Inocentes nosotros, decidimos colarnos en el cementerio durante la noche. Era emocionante, seríamos los más valientes del pueblo entero. La frialdad de la noche no nos detuvo.

Saltamos con habilidad la muralla del cementerio y comenzó nuestra exploración. Yo todavía no había visitado la tumba de mi abuela, así que decidí que ese era un buen momento para hacerlo. Allí fui, directo.

-¡Abuela, abuela! ¡Cuanto tiempo!

Obviamente, no hubo ninguna respuesta.

-¡Este verano está siendo genial! Me lo he pasado muy bien con mis amigos, hemos jugado mucho. Tengo ganas de comenzar el instituto la semana que viene.

Sí, lo recuerdo bien. Era ya septiembre. Y ahora que lo pienso, cuando estuve en el colegio hace un rato también era septiembre. Cuando el colegio aún estaba vacío antes de que comenzase el curso. Lo sentí en el ambiente.

-Y abuela, ¿cómo has estado tú? ¿Estás contenta?

Nuevamente, ninguna respuesta. Ahí fue cuando comenzó mi desesperación.

-¿Abuela? ¿No tienes nada que decir?

Era demasiado tonto como para haberlo entendido... más bien, hasta ese momento no me había dado cuenta de lo que realmente implicaba la muerte. Claro, hasta ese mismo momento. No me quedó más remedio que aferrarme a lo único que me quedaba.

-Hum... ¡no me ignores, abuelita! Si de verdad me quieres, ¡volverás a la vida ahora! Como un zombi. ¡Venga, abuela!

Era realmente tonto. Incluso ahora mismo tiemblo de recordar aquella noche. Mi infinita estupidez. Aún a día de hoy siento que deshonré por completo aquella tumba sobre la que caían mis lágrimas.

-¿A-Abuela? - Titubeé sobre aquel lugar.

Como resulta obvio, mi abuela no volvió a contarme lo feliz que estaba de ver a su nieto disfrutando del verano y su emoción por verle llegar al instituto. En absoluto. Aquella noche lloré sobre la tierra del cementerio durante lo que sentí como horas. Ya no era solo el darme cuenta de que jamás volvería a hablar con aquella dulce anciana que desde que era un crío estuvo a mi lado, apoyándome. No, aquella noche me di cuenta de que había sido un niño estúpido que no pensaba en absolutamente nada de lo que le rodeaba. Vivía en una burbuja de imaginación que aquella noche reventó de la peor forma posible... y me sentí terriblemente mal.

No podía soportar ni siquiera recordar aquello. Quería cerrar los ojos y aparecer en otro lugar. No quería... no, no podía mirar la lápida de mi abuela sin sentir aquel momento golpeando con fuerza mi alma. Así que cerré los ojos con fuerza. Notaba el helor de la noche y la oscuridad que me presionaba los hombros. Una tímida lágrima en mi mejilla... solo quería salir de allí.

Y así fue. Tuve que abrir los ojos cuando la completa oscuridad dejó entrever algo de luz. Ya no estaba en el oscuro y frío cementerio, sino en un nuevo lugar. Uno que conocía bastante bien, al igual que los anteriores. 

A la sombra de septiembre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora