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Luz entró al estacionamiento de la escuela y observó su alrededor con Willow detrás de ella. El día había pasado con normalidad en la escuela, con la única diferencia de que se la pasaban checando el celular por noticias de Hunter, esperando algún mensaje de su parte o alguna publicación en alguna de sus redes sociales. Sin embargo, no había nada, ningún hola ni ningún meme que hubiera encontrado gracioso. Además de que los mensajes seguían sin ser recibidos.
—Si quieres podemos ir a su casa antes de ir con Gus y preguntarle al padre Phillip si sabe algo.
—Es buena idea, ¿te veo dónde siempre?
Luz dijo que sí, tomando sus llaves y dirigiéndose a su camioneta, ambas se despidieron y Willow desapareció entre la multitud.
Ya era la tercera vez que intentaba arrancar el auto cuando empezó a escuchar la risa burlona de Boscha. Decidió ignorarla, sabiendo perfectamente a quién iban dirigidas sus burlas y por qué.
—Vamos, arranca… —Musitó entre dientes. La risa de Boscha y sus secuaces se hizo más fuerte cuando el motor del convertible rugió y el grupo de chicas se fue, aún a lo lejos, logró escuchar un “adiós perdedora” que provenía de la conductora pelirrosa.
Luz suspiró pesadamente y casi dejó caer su rostro sobre el volante cuando unos nudillos golpearon levemente la ventana.
La dueña de los nudillos era Amity Blight, quién la observaba del otro lado. Luz sintió su pulso acelerarse y la miró de vuelta unos segundos, hasta que reaccionó y se apresuró a bajar el cristal.
—Hola…
—Hola, uhm… creo que tienes problemas con el motor.
—Sí, yo… Yo no estoy segura de qué pueda ser, estaba bien en la mañana.
Amity se reincorporó y señaló el frente. —¿Te importa si le doy un vistazo?
—Adelante. —Amity fue al frente y empezó a revisar, Luz decidió salir, dejando la puerta abierta. Aunque no fue mucho tiempo, la castaña lo sintió como una eternidad por el silencio que se había formado, contando que muchos de los alumnos ya se habían ido. Finalmente, Amity cerró el frente y se limpió las manos con un trapo que traía.
—Puedes intentarlo ahora.
La más alta entró rápidamente al coche e intentó volver a encenderlo, esta vez con éxito. Sonrió y se dirigió a la peliverde. —Muchas gracias, ¿qué es lo que pasó?
—El problema es de una bujía, la limpié y con eso debería funcionar, pero ya está vieja así que te recomiendo cambiarla lo más pronto posible si no quieres que vuelva a pasar.
Luz asintió y dejó caer sus manos sobre el volante, sus dedos golpearon rítmicamente la superficie.
—No sé como agradecerte, ¿hay alguna manera de que pueda pagarte?
Amity la miró, se quedó callada unos segundos mientras parecía pensar todo detenidamente.
—No, no es nada. —Habló finalmente. —A mi papá le gustan mucho los autos, así que solo me alegró de que algo de lo que aprendí con él me sirviera.
—¿Y a ti también te gustan los autos? —preguntó curiosa.
Su compañera se encogió de hombros, sonriendo (y Luz juró que era la sonrisa más bonita que había visto en su vida) — Me gustan más las motocicletas.
—¿En serio? Honestamente no te creí del tipo de chica mala.
Amity fingió indignación, abrió la boca pero la cerró rápidamente, pareciendo debatir nuevamente. Se mordió los labios y antes de que pudiera arrepentirse, habló. —Bueno, no me conoces lo suficiente.
Amity Blight parecía toda una reina de hielo de lejos, fría, inexpresiva, altanera, aveces presumida y bastante orgullosa, pero de cerca, Luz no podía evitar pensar que era lo contrario, su sonrisa parecía derretir sus alrededores y sus ojos almendrados de color miel, que parecían ser dorados a plena luz de sol, le hacían sentir cálida.
Luz quería conocerla, pero antes de que pudiera siquiera contestar, el reloj de Amity sonó.
—Lo siento, tengo que irme. Espero que no vuelvas a tener problemas al arrancar.
Luz se despidió con la mano. —Ni yo… ¡Gracias de nuevo! —Gritó eso último mientras la peliverde se ponía el casco a lo lejos.
Luz se acomodó en su asiento y sonrió para sí, cerró la puerta y miró los dados que colgaban del retrovisor.
—Eda tenía razón, sí eres de la suerte.
Dió unas palmaditas al volante y arrancó.

Tarareando una canción, abrió la puerta de entrada de la tienda y encendió las luces. Eda cerraba todo al ir por King a la escuela y después a comer mientras Luz llegaba y tomaba su puesto.
Saludó a Owlbert como siempre y se encaminó a la parte trasera del mostrador. Durante la semana no había muchos clientes, usualmente solo llegaba a haber uno o dos por día siempre y cuando fuera temporada baja, como ahora, así que sacó su laptop para trabajar en una de sus tareas.
Un ruido que venía del garage la sobresaltó. Se levantó y esperó por si había sido su imaginación hasta que otro ruido volvió a escucharse. Se encaminó a la puerta y tomó un bate rojo.
Escuchaba un olfateo en la esquina y pensó que serían mapaches cuando una silueta de gran tamaño se echó para atrás, tirando una bolsa de basura. Luz también se hizo para atrás y la figura se encogió en su mismo cuerpo, la joven aprovechó para encender la luz y notó a un perro grande, sentado, encogido y cabizbajo, mirándola con pena.
—Oh… Está bien, chico. —Se intentó acercar, extendiendo su mano. El perro temeroso la olfateó y ella se dió cuenta de la pata que mantenía alzada, parecía lastimada.
La dejó acariciarlo mientras buscaba por un collar o algo, pero no encontró nada, así que sacó su celular y le marcó a su jefa.
—Hay un perro en el garage.
Eda no pareció tomarle mucha importancia, aunque sí se escuchaba confundida. —Debió entrar en cualquier momento, no dudo que encontrara la forma.
—Creo que está herido, ¿crees que se pueda quedar aquí para llevarlo mañana con mamá?
—Claro, no tengo problema.
Luz le agradeció y le colgó.
—Bien amigo, te traeré algo de agua y te quedarás aquí.
Luz se dirigió a la cocina, tomó un plato hondo de plástico y lo llenó con agua, cuando se giró para regresar, el perro estaba frente a ella, mirándola curioso.
—¿Dónde estaba tu silencio hace rato, eh?
Dejó el plato en el suelo y el perro se acercó a oler, movió el plato un poco con la nariz y después tomó de él.
Luz se dirigió de nuevo al mostrador y después de un rato, despegó su vista del ordenador para ver al can sentado en el umbral de la puerta, su cabeza inclinada a la derecha y sin despegar su vista de ella. Toda la tarde pasó así. Sí la chica se movía a algún lado, el perro la seguía, lo cual no le importó hasta que tuvo que retirarse.
—Tienes que dejar de seguirme así, volveré mañana y te llevaré con mamá para que te eche un vistazo, ¿ok? —Lo acarició y cerró la puerta para irse.
Luz ni siquiera se dió cuenta del momento en el que el can se subió a la parte trasera de la camioneta hasta que, a punto de abrir la puerta de su casa, escuchó un ladrido que venía de ella.
Lo miró confundida y cerró la puerta, resignada.
—De acuerdo, de acuerdo, visitaremos hoy a mamá.

Camila terminó el chequeo y procedió a ponerle un collar antipulgas junto con la correa, entregándosela a Luz.
—Su pata no tiene mayor complicación, solo está un poco raspada. Hay que colgar o buscar pósters por si es de alguien. Podemos cuidar de él mientras tanto, pero si no hay respuesta lo llevaremos a un centro de adopción.
Su hija asintió, tomando la correa y haciendo que bajara al suelo.
—Bien, iré con Willow y Gus, te veré más tarde.
Besó la mejilla de su madre y salió.
Ayudó al perro a subir a la camioneta. —No te llevaré a casa porque se me hace tarde y presiento que será inútil. —Cómo si entendiera de lo que Luz hablaba, el perro se sentó y sacó la lengua felizmente, jadeando.
Se encontró con Willow a unas cuadras de la casa de los Wittebane, entre la iglesia y el parque, Willow preguntó por el perro en cuánto la camioneta se estacionó, una sonrisa plasmada en su cara.
Era la mejor amiga de Luz, su confidente. Willow sabía cuántas mascotas había llevado a casa a escondidas de su madre y con cuántas se había quedado (ninguna).
Luz le explicó todo mientras bajaba del asiento y ayudaba al perro a bajar, sosteniéndolo por la correa.
La casa de los Wittebane era de las más grandes dentro de los suburbios, si bien la familia gozaba de una riqueza mayor a la de los Blights, conocidos por vivir a las afueras, en la colina; el padre había elegido un hogar cerca de la iglesia, para así estar cuando se necesitara.
Willow tocó la puerta y el padre tardó unos minutos en abrir.  Las miró a ambas, un poco extrañado.
Luz antes iba a la iglesia con su madre, si bien nunca fue muy religiosa, prefería acompañarla que quedarse sola en casa así que supuso que la reconocería, al contrario de Willow, ni ella ni sus padres pertenecían a la religión católica y por ende, nunca se pasaban por la iglesia. Además de que, de lo que sabía, Hunter nunca la presentó como su novia ante su tío, no porque no quisiera, sino porque sabía que crearía una discusión por el modo en que Phillip se mostraba persistente en que Hunter siguiera sus pasos.
—Buen día, ¿hay algo que pueda hacer por ustedes? —Luz empezó a notar que su compañero canino empezaba a comportarse de manera rara. Sonaba como si se preparara para ladrar en cualquier momento.
—Buen día, sólo queríamos saber si Hunter se encuentra en casa, no ha respondido a nuestros mensajes.
—Así que a ustedes tampoco les contesta. —Phillip llevó su mano a la barbilla, pensando. —Me ha tenido preocupado, pero pensé que solo estaba tratando de hacer sorpresa su llegada.
Las chicas se miraron entre sí.
—¿Tampoco sabe nada?
—Lamentablemente, no. —Suspiró pesadamente, había preocupación en su tono de voz. —Si llegan a saber algo, háganmelo saber, por favor. Si no hay noticias sobre él tendré que ir a la policía.
El perro gruñó y ambas chicas agradecieron el tiempo, aunque no hayan encontrado respuestas a nada y el encuentro las hiciera preocuparse más.
—Tu amigo se estaba comportando raro. —Señaló la pelinegra una vez lejos de la residencia que acababan de visitar.
Luz miró al can que ahora iba como si nada. —No lo culpo, el padre no me parece muy confiable.
Si había algo que sabía perfectamente era como se veía la hipocresía. Desde la escuela, con los chicos que fingieron ser sus amigos para obtener un beneficio a cambio, como tareas o proyectos en los que ellos no hicieran nada y sacaran un 9, o para humillarla de alguna manera. En la iglesia también era obvio la forma en la que, por dentro, se predicaba el amor al prójimo y el respeto, pero por fuera, los chismes, falsos o no, abundaban de boca en boca.
Luz sabía como Eda había sido el blanco de muchos de esos chismes, si bien era cierto que practicaba magia caos y ella misma hacía hasta lo imposible para seguir alimentando los rumores sobre que era una bruja practicante de magia negra y posiblemente come niños; a la joven le molestaba las suposiciones que hacían de la mujer sin conocerla.

Los misterios de Hell's GraveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora