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Las sábanas blancas logran hacer el contraste perfecto, sirviendo de lienzo para que los rizos de Harry se abaniquen sobre ella mientras su mente, abrumada, intenta comprender qué carajos ocurrió en el Museo.

No le parece normal que la gente ni siquiera haya reaccionado como completos homofóbicos al ver a dos hombres cojer como animales contra la pared, justo donde se exhibe el cuadro que retrata el destierro del ángel caído.

Es completamente extraño eso que ocurre cada vez que mira lo ojos de Louis, la manera en la que todo se detiene a su alrededor y no hay forma de que eso se deshaga. Por lo menos, no hasta que Louis lo decide.

Pero no se queja en absoluto de sus duras embestidas, o de las marcas que le dejó en el cuello y en la línea de la mandíbula.

Lo único que de verdad le molesta, tanto que hasta le cala los huesos, es la negación a darle un condenado beso.

¿Qué tan complicado puede ser unir sus labios con los suyos, si ya se ha hartado de cojerlo? ¿Por qué se aleja de él de esa forma? ¿Por qué parece estarle pidiendo algo imposible?

Miles de interrogantes como esas abarrotan su cabeza, pareciéndose a balas que escapan furiosas de pistolas que lo único que desean hacer es culminar con su miserable existencia.

Su pecho al descubierto sube y baja mientras respira profundamente, intentando que este círculo vicioso no lo lleve al límite.

Ataques de pánico. Ha tenido muchos de ellos desde que es un adolescente. 

La última vez que tuvo uno, fue al principio del tour, cuando Louis le había mentido diciéndole que pasaron una noche juntos.

Maldito hijo de...

De repente, la puerta del baño de la habitación de hotel es abierta, y el vapor se escapa de ella como si fuera humo en una película de acción.

Y ¡oh, maldita sea! Louis apareciendo a través de esa neblina, con una toalla enroscada en la cintura y su pecho tatuado medio húmedo, con pequeñas gotas que se deslizan a través de su piel besada por el sol, y sus bíceps. 

¡Por Dios! Sus condenados bíceps.

Harry siente que se asfixia, pero de libido.

Es como si todos sus pensamientos se hubieran disipado de pronto, tan rápido como se vuelan las flores de un Diente de León cuando lo soplás.

Se relame los labios, preso de sus propios pecados, y vuelve a dirigir su vista hacia el techo, como si fuera lo más interesante que ha visto en su breve paso por el mundo.

Nunca antes ha visto algo tan aburrido.

Sinceramente, ver el cuerpo perlado de Louis podría convertirse en su actividad favorita ahora. 

—¿Qué pasa, dolly? ¿Acaso te da vergüenza verme desnudo, cuando hoy pedías por más? —Louis inquiere, manteniéndose a una distancia considerable de la cama. No le interesa molestar más a Harry. 

De alguna manera, presiente que hay algo malo con él, y ahora lo último que desea es asustarlo y que decida irse lejos suyo.

Su pobre corazón, locamente enamorado, no lo aguantaría.

—Probablemente —Harry contesta. Tiene las manos entrelazadas a la altura del pecho mientras realiza movimientos circulares con la yema de sus pulgares cerca de sus pectorales.

Louis piensa que se ve tan hermoso, pacífico, que quiere hundirse en él, no hundirlo con él, y eso es lo que más lo tiene carcomiéndole la cabeza.

¿En qué momento se ha vuelto tan blando, tan dócil? ¿Cómo ha logrado un ser humano cautivarlo de esta manera? ¿Qué es lo que lo tiene replanteándose no oscurecer su alma como hace con todos los demás?

Physical [L.S] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora