Parte 1

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El silencio reinaba en la dirección de aquella primaria y la decepción en la presencia de su padre era palpable para Katia. No lo culpaba, claro; después de todo, se había metido en una pelea cuando sabe que su padre repudia la violencia, pero tampoco iba a dejarse pisotear por un idiota de un grado superior; carente de las neuronas suficiente para entender que el idioma ruso no es un "idioma del diablo", según sus palabras.

Agradecía, igual, que Gaia haya estado allí para ayudarle. Ha terminado en la dirección junto con ella, pero a la rubia poco le importaba realmente.

Katia mira el suelo y decide distraerse moviendo los piecitos porque hablar con Gaia no es una opción en ese momento.

Cierra los ojitos unos segundos e intenta calmar la irritación que le producen los sollozos del chico junto a ella; ese que les ha acusado con un maestro (más específicamente, el padre de Katia) y que ahora mismo tenía el inicio de un futuro ojo morado.

Tiene ocho años (bueno, siete años y once meses), pero la paciencia no es uno de sus fuertes; y mucho menos con gente tan insoportable como lo era ese chico.
Levanta su cabeza y le mira con el ceño fruncido, dispuesta a decirle que se calle, que realmente no le han hecho nada, pero el ruido de la puerta abriéndose abruptamente hace que todos los presentes dirijan su mirada al cansado individuo que aparecía por ésta.

Los ojitos de Gaia chispean en emoción al ver a su tío favorito (y el único que tiene) entrar por la puerta.

—Lamento... llegar tarde, el tráfico era un puto caos —sonríe, despreocupado e ignorando por completo cómo se le desencaja el rostro a la directora al oír hablarle así.

—¡Tío H! —le saluda la rubia y sus piecitos se mecen con rapidez cuando el adulto se le acerca y le revuelve los cabellos.

—Hola, enana, ¿ahora qué hiciste?

—¡Nada, lo juro!

—A ver, que si estás en la dirección no es por buen comportamiento, rubiales —responde y su sobrina le regala un intento de sonrisa inocente que hace negar a su tío.

—Señor... Pérez —comienza a hablar la mujer detrás del escritorio.

—Horacio, por favor, que las formalidades no son lo mío —pide, cruzándose de brazos despreocupadamente junto al hombre de bata blanca.

—Vale... —la directora suspira y vuelve a empezar— Horacio, estamos al tanto de que hoy vino aquí como reemplazo de su hermana Maia, la madre de Gaia, por unas dificultades que se le han presentado en el trabajo —Pérez asiente y la mujer continúa—. En palabras breves, Gaia se ha involucrado en una pelea junto con Katia, la hija del maestro Volkov —introduce indirectamente, señalando al recién nombrado con su palma abierta.

Horacio y Volkov cruzan miradas y el segundo saluda con un sutil asentimiento de cabeza.

—¿Te llamas Volkov? —pregunta con un poco de incredulidad.

—Es mi apellido, sí.

—Se llama Viktor —se mete Katia, mirando al único adulto que no conoce.

—Ahhh, vale, vale —Horacio ríe—. Ya me jodería llamarme Volkov de primer nombre —el maestro tensa levemente la mandíbula y no sabe si sentirse ofendido o reírse ante aquel comentario—. ¿Es Viktor con "C", no? —susurra Horacio, buscando un secretismo con confianzas que no tiene.

—Es con "K". Es ruso —responde Volkov, mirando nuevamente hacia el frente para acabar allí la conversación que no quería tener en primer lugar.

"Ah, vale, vale" murmura Horacio y decide quedarse con sus divagaciones para sí mismo en vez de seguir soltándolas en una verborrea que sería difícil de detener.

La directora junta los pedazos de paciencia que Horacio ha destrozado apenas ingresó a la dirección y suspira.

—Señores, lo importante aquí es que tanto Gaia como Katia se han visto involucradas en una pelea con un chico de un grado superior.

—¡Él me insultó! —reclama la castaña, apuntando al muchacho a su izquierda.

—¡Estaba hablando en diabólico! —se intenta defender.

—¡Es ruso, imbécil, un idioma! —le grita Gaia y la directora mira horrorizada a Horacio.

—Oiga, a mí no me mire, no sé de dónde saca esas mierdas —se excusa levantando los hombros y la pequeña risa de Volkov (debido a la ironía de aquella frase) le llega a los oídos a Pérez justo antes de que el maestro intente ocultar su desliz.

—Может быть, если бы ты не был таким невежественным, ты бы не боялся языка, глупый (Tal vez si no fueras tan ignorante, no le tendrías miedo a un idioma, estúpido) —pronuncia Katia con odio y sorna.

—Катя! (¡Katia!) —le reprende Volkov.

Horacio retiene la risa por la cara de espanto que muestra el niño; asustado al oír la lengua en la que hablaban Katia y Viktor, pero se mantiene serio y coloca ambas manos sobre las cabezas de las amigas.

—Bueno, señora, que creo que ya sabemos quién de los tres es el verdadero problema aquí y es el único chico que no tiene un tutor legal presente —comenta Horacio con naturalidad—. Así que si me disculpa, aquí se acaba la reunión, y me llevo a mi increíble sobrina a comer helado.

—¡Si! —festeja Gaia, parándose.

La directora se levanta de su asiento y coloca ambas manos sobre su escritorio. —Señor Pérez, la jornada escolar aún no ha terminado.

—No, pero tengo autorización de mi hermana para retirar a Gaia —explica y se acerca al escritorio para susurrar con una sonrisa burlona:— Y por si no le ha quedado claro, voy a retirarla —Horacio le toma la manito a su sobrina y se dirigen a la salida de la dirección. Se detienen cuando Pérez abre la puerta—. La próxima, antes de encargarse de quienes sólo se estaban defendiendo, busque el origen del problema —su mirada, seria y acusadora, se dirige sin vergüenza hacia el muchacho de, aproximadamente, diez años—. Nos vemos —tío y sobrina salen de la dirección y la puerta se cierta tras ellos; dejando la mirada de Katia y Volkov clavada allí.

Segundos después, ambos siguen el mismo camino.

𝑩𝒆𝒄𝒂𝒖𝒔𝒆 𝒐𝒇 𝒂 𝒇𝒊𝒈𝒉𝒕 [Volkacio AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora