Parte 2

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La puerta de la dirección se cierra y Katia no puede apartar la vista de su amiga y su tío; riéndo y molestándose, tal vez hablando de qué sabor de helado eligirían, incluso.

Mira a su padre y lo encuentra observando en la misma dirección que ella hace unos segundos.

Tironea de su guardapolvo en una mala manía que tenía para llamar la atención y que funcionaba cada vez. —¿Podemos ir a la heladería?

Volkov mira a su hija unos segundos, pero el timbre del receso suena y lo saca de en medio de la batalla que su cabeza estaba teniendo.

—Las... clases aún no terminan, конфетка (cariño) —le explica, dolido por ver la ilusión desvanecerse de los ojos de su pequeña—. Pero podemos ir después de la escuela, ¿vale?

Katia asciente con emoción y agradece repetidamente antes de salir corriendo hacia donde Gaia y Horacio estaban; dispuesta a despedirse de su amiga y su asombroso tío.
Volkov sonríe al ver a ambas amigas reír a lo lejos, pero su vista se desliza, inevitablemente, hacia la figura adulta que se encuentra al lado de ambas; divisando una galante y enternecida sonrisa que le combina a la perfección con la imagen que ofrece al tener la pequeña mochila de Barbie colgada al hombro.

Horacio desvía su mirada del dúo de amigas y se fusiona con el alejado par de iris grises que le observan desde la distancia. La sonrisa no se le borra, pero tampoco se le contagia al contrario; volviéndose una batalla de miradas extraña, pero para nada incómoda.

Se rompe, finalmente, cuando Gaia llama la atención de su tío para poder irse. Un último saludo es efectuado por ambas amigas y copiado, más simple y ejecutado al sólo levantar la mano, por Horacio hacia el profesor; aún estático en su lugar.

Y, por más común que sea, es un gesto que no ha dejado de vivir en la mente de Volkov desde que fue realizado. No ha dejado de reproducirlo aún cuando el timbre, anunciando el fin del receso, volvió a sonar. No ha dejado de repetirse aún cuando ya se encontraba ayudando a sus alumnos a decorar sus trabajos con diminutas estrellas y mariposas de colores. Y tampoco ha dejado de pasearse, de lado a lado, en su cabeza aún cuando se dejó guiar por Katia hasta la heladería.

No le es sorpresa, tampoco, cuando encuentra a Horacio y Gaia sentados en una de las tantas mesas del local con sus respectivas servilletas y vasitos vacíos.

«Touché» piensa; viendo a Katia acercarse al mostrador y pararse de puntitas para hablar con la cajera y preguntar sobre sabores que seguramente no tenían. Ahora sabe que su hija hizo mucho más que sólo despedirse de su mejor amiga.

Les ignora por ahora, porque le ha prometido a Katia un helado y la comida, por el momento, no se paga sola; pero eso no evita que la conversación entre tío y sobrina se cuele por sus oídos.

—Anda, que ésta es fácil —le alienta Horacio viendo la fotocopia, decorada con algunos dibujos y muchas cuentas matemáticas; especialmente hechas para el segundo grado— ¿Cuánto es dos por tres?

La rubia mira a su tío y luego la fotocopia. Frunce el ceño y Horacio comienza a entender que Gaia no sabe la respuesta; pero igual le da su tiempo.
Sin dejar de prestarle atención, Pérez observa cómo su sobrina deja su lapiz en la mesa y levanta dos dedos en simultáneo.

—Uno... —cuenta por lo bajo y luego levanta otro par de dedos más— Dos... —repite el proceso una última vez— Tres —finaliza y mira todos los dedos que tiene levantados. Los analiza unos segundos y luego comienza a bajarlos, contando cada dedo que baja—. Cinco... Seis... —hace un puchero pensativo y luego mira a Horacio, aún dudando de su resultado— ¿Seis? —el moreno le sonríe y asiente un poco— ¡Seis! dos por tres es seis —feliz, vuelve a coger su lapiz y anota el resultado en la hoja.

𝑩𝒆𝒄𝒂𝒖𝒔𝒆 𝒐𝒇 𝒂 𝒇𝒊𝒈𝒉𝒕 [Volkacio AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora