Parte 3

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La semana se les pasa, tanto a Horacio como a Volkov, más rápido de lo que hubieran pensado; entre encuentros furtivos a la salida de la escuela y silenciosos saludos realizados con la mano. Son, básicamente, pequeñas interacciones que buscaban a grito silencioso y calmaba, por tan solo veinticuatro horas, la necesidad de querer conocer más sobre el otro.

Volkov se había encontrado, más de una vez, admirando el camino de escape que Horacio efectuaba cada vez que buscaba a Gaia en la puerta de la primaria.

Katia no estaba en una situación muy diferente, pero, tal y como lo había adoptado de su padre, no podía evitar centrarse en analizar la sonrisa de su mejor amiga y su tío cuando se iban juntos, se subían a la motocicleta de Horacio y, con Gaia utilizando un casco que le quedaba excesivamente grande, se marchaban.

Pero ya no le sirve a Volkov pensar en momentos pasados y arrepentimientos por no haber actuado; ahogados y enterrados sobre un vago intento de ignorar su latente curiosidad para con el malhablado tatuador.

Aún están esperando, el bus que los llevará al museo ya había arrivado, pero Horacio no ha llegado y no pueden irse sin el segundo adulto responsable de aquella excursión.

—¿Y tu tío? —le pregunta un compañero a Gaia.

—Ya vendrá, está atrasado... —responde distraída; intentando no dejarse arrastrar por un posible balde frío de desilusiones y decepciones que su persona favorita en el mundo le tiraría.

—Seguro se ha quedado dormido y no vendrá —se burla y las palabras le calan en el pecho a Gaia; doliendo y quemando.

—¡Si vendrá! —le defiende, pero la realidad es que está nerviosa y asustada—. Lo prometió —termina hija. Está a punto de llamarle la atención al muchacho de ocho años, seguramente para acabar con el ligero susto de una nota a sus padres, pero el ruido de una motocicleta suena a lo lejos y los ojos de la rubia se iluminan al reconocer el medio de transporte de su tío.

Horacio se estaciona con maestría en la entrada de la escuela y se quita el casco; bajando de la moto y dejando relucir una sonrisa de modelo que no ha tardado en captar la atención de Volkov.

—Siento llegar tarde... un cliente toca cojones —cuenta, minimizando su relato con el simple movimiento de una mano—. Larga historia.

—¡Viniste! —exclama Gaia emocionada, abrazando la pierna de su tío y poniendo en peligro su equilibrio en el proceso.

Horacio sonríe y le revuelve los cabellos dorados que heredó de su hermana. —Claro que vine, te lo prometí.

Volkov observa todo desde una poca lejanía; aliviado, en cierto modo, de darse cuenta que Horacio no es un idiota y que el cariño por su sobrina era más que genuino.

—¿Esperamos a alguien más o nos podemos ir moviendo? Que yo no he venido aquí para quedarme para'o —bromea el tatuador y los pequeños no tardan en apoyar lo dicho; aburridos de la espera y ansiosos de querer llegar a su ya arreglado destino.

—Ya... ya podemos ir —concede Volkov.

Sus alumnos festejan y a Horacio se le forma una sonrisa en el rostro. Pérez se sube al autobús con Gaia en brazos. Es su consentida, claro, y no le molesta mostrarlo.

Los alumnos van subiendo de a uno, ordenados en una fila por Volkov y siendo ayudados por Horacio, quién les da la libertad de escoger sus propios asientos; los del fondo siendo los primeros en ser ocupados.

—No la lieis, ¿eh? —les advierte Horacio al grupo de cinco que parlotean atrás de todo y comienzan el barullo que los acompañará por el resto del viaje.

𝑩𝒆𝒄𝒂𝒖𝒔𝒆 𝒐𝒇 𝒂 𝒇𝒊𝒈𝒉𝒕 [Volkacio AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora