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Tommy es un chico de 18 años que le cuesta relacionarse con el resto de su edad, es muy tímido y vergonzoso por lo que no se ha atrevido a hablarle a nadie de su clase todavía. Esa tarde sus padres saldrían a una reunión de trabajo, iban a volver muy tarde y para que Tommy no estuviera solo y aburrido sus padres llamaron a Spencer. Tommy no lo demostró a sus padres, pero se sintió algo nervioso de esa noticia. Es verdad, no sé llevaba mal con Spencer, pero aún no le tenía la confianza suficiente como para estar los dos a solas.

Sus padres ya se habían ido, y esperaba nervioso la llegada de Spencer.

Tommy tenía un secreto, uno que muy pocos creerían y es que tenía un enorme gusto por las cosquillas. Jamás había pensado en decírselo a alguien, pero por alguna extraña razón, se imaginó a Spencer haciéndole cosquillas en su pancita y ombligo, que eran sus puntos más sensibles. Solo imaginar aquello hizo que sus latidos aumentaran y sus mejillas se tiñeran de un fuerte rojo.

-¿¿P-por qué piensas en eso?? -se reclama a sí mismo, intentando alejar esos pensamientos.

Segundos después el timbre de la casa suena. Eso no hizo mejorar nada... Sus nervios empeoraron, más porque si le abría la puerta ahora dejaría que viera sus mejillas sonrojadas y moriría de la vergüenza si lo ve así.
Corre rápido al baño y se moja la cara con agua fría e intenta relajarse. Unas vez logrado, aún con algo de nervios se dirige a la puerta y abre.

-Hola pequeñín, ¿Y tus padres?

-Uhmm... Ya se fueron... -Tommy se hace a un lado para dejar pasar a Spencer.

-Oh, bueno. Esperaba poder despedirme -entra en el hogar y Tommy cierra la puerta- Como sea, ¿Qué te gustaría hacer para pasar la tarde?

Spencer se sienta en el gran sofá de la sala de estar, mientras que Tommy se quedó parado a un lado, no sabía si sentarse a su lado o no. Tampoco sabía qué podrían hacer durante todas esas horas.

-Mmm parece que no hablas mucho. Descuida, puedo darte ideas -se acomodó mejor en el sofá quedando de frente a Tommy, luego percibe que está parado- Pero ven, no seas tímido, siéntate conmigo. No te voy a morder -intentó sonar amigable para Tommy.

Tímidamente este se acercó y se sentó a su lado, con la mirada baja hacia sus dedos que jugaban nerviosos, más que nada por la idea que había tenido y ahora no podía quitársela de la cabeza.
Una vez sentado, Spencer comenzó a darle un montón de ideas de qué podrían hacer, desde cocinar algo rico hasta crear su propia escultura. Cosas poco comunes, la verdad. Y Tommy no había hecho ninguna de esas cosas que para Spencer eran casi habituales.

-Entonces, ¿Qué te gustaría? -preguntó esperando una respuesta, pero Tommy seguía sin saber qué decirle- Tommy, si no me respondes en 3 segundos llamaré al mounstro de las cosquillas.

Tommy casi al instante se sonrojó, ¿Había escuchado bien?

-Uno... -comenzó.

-U-uhmm... -intentó decidirse por alguno, pero a la vez no quería, estaba casi seguro que aunque quisiera elegir entre alguna de esas ideas no podría.

-Dos...

-N-no lo sé... -avergonzado, dejó que el tiempo pasara, solo para ver cómo se sentiría que Spencer le hiciera cosquillas.

-Tres, ¡se acabó el tiempo! Aquí viene el mounstro de las cosquillas! -se acercó a Tommy y colocó sus manos en su pancita para empezar a hacer cosquillas rápidamente con sus dedos.

El chico no se pudo resistir y soltó una carcajada a causa de estas, se retorcía en su lugar, intentando escapar de las manos de Spencer. Pasaron unos cuantos segundos y este se detuvo.

Little ticklesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora