Contra mis votos

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(Semana SenHaku)
Día 1: Relación Secreta

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Fue una bella boda, de cuentos de hadas. Así el periódico lo anunció, una princesa y un noble joven, se unieron un viernes a la luz del sol.

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Frente al altar, se juraron dos jóvenes de blanco, junto a sonrisas sin emoción posadas en sus labios, disimiladas con el escándalo del público a sus alrededores y las familias en éxtasis con la unión de los nobles Senku... y Luna Wright en ese día, ambos sin saber que ojos curiosos y angustiados los observaba, oculta entre los muros de la iglesia, una chica de cabello rubio y vestimenta blanca por su estado de sacerdotisa, una que conocía bien quienes se casaban, pero no dijo nada, a pesar de saber que eso era incorrecto.

Entre palabras suabes, juntaba ambas manos en una oración a dios, implorando que su hermana no estuviera ahí ese día ni hora.

Esperando que eso acabara lo más rápido posible.

Las palabras del sacerdote terminaron poco después y la joven no le quitaba la vista a la pareja, incluso cuando estaban saliendo de la iglesia y daba comienzo la lluvia de arroz, no los dejaba de ver.

Solo hasta que, entre el glamor de los invitados al salir de la iglesia, apartando la mirada a los alrededores a pasos lentos, esperando avanzar desapercibida mientras buscaba si su hermana estaría ahí afuera... como los novios y ella eran amigos de hace años, era posible.

—Kohaku...

Sus ojos mar seguían perdidos entre la multitud alegre frente a ella, no reconocía a nadie, suspirando de alivio por eso y fijando una última mirada, se disponía a volver.

Quizá no fue invitada, pensó por un momento, hasta que, de reojo apareció una cabellera rubia a pocos pasos del evento, una que reconocía muy bien y se sorprendió, era ella, quien por aparente descuido soltó de sus manos un fino anillo de plata, el cual siempre portaba con alegría, era un regalo, uno que ahora ya no significaba nada para ella ni lo que simbolizaba.

¿Acaso fue invitada? Era posible.

—... hermana Kohaku —saludó la joven sacerdotisa, acercándose a su hermana con pena, no quería que ella viera eso, aunque quizá era obvio que lo haría.

Fijo su mirada en ella, vestía de traje formal, acomodando el esmoquin dio un suspiro, justo después de aferrar los dedos al sombrero, intentaba ocultar su rostro de la multitud, susurrando lo tonto que fue ir a ver la boda, sabiendo que sería ese día. Pero tenía que hacerlo, esa era su última oportunidad para verlo.

Al escuchar como su hermana mayor volvió a llamarla, se quitó la tristeza del rostro y la recibió con una sonrisa, la mejor que podía hacer en esos momentos.

—Buenos días hermana Ruri —correspondió el reciente saludo con esa sonrisa falsa, mostrando la cesta de pan y uvas que tenía en mano—. Papá mandó unas ofrendas a la iglesia, no podía entregarlas personalmente, así que vine a hacerlo yo.

Esa actitud tranquila y desinteresada, hasta cierto punto no podía engañar a Ruri, lamentando otra vez que su hermana estuviera ahí. Era una pena.

Ruri recibió la cesta, y dándole las gracias pregunto si quería entrar a rezar un momento, pedir salud para el nuevo viaje que hará en unos días, pero Kohaku se negó, despidiéndose de ella con un abrazo y susurrando que su viaje se había adelantado para esa misma noche, algo que sorprendió a Ruri.

Serian dos años de pura ausencia en el exterior, después de vivir casi ocho años en esa ciudad... seria pesado.

—¿Estás segura de ir, hermana? —preguntó Ruri con duda, la noticia fue sorpresiva, después de todo era una tierra desconocida, la isla del suroeste que era famosa por sus rumores.

One-shots PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora