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Jennie's Pov

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Jennie's Pov

Me gustaba tanto la naturaleza. Era como sinónimo de paz observarle. Siempre encontraba cierta metáfora en ella, pues ésta siempre terminaba revelándose contra la humanidad. Yo decía que era método de defensa, de querer ocupar el espacio que le ha sido arrebatado. Por eso trataba de librarse de la humanidad por medio de desastres.

Me encantaría ser como la naturaleza.

Mi primera opción al estar en Chicago, era vivir en la zona norte, en Lincoln Park, una zona verde. Llena de vida y naturaleza, de seguro más apacible que Old Town. Donde cuento con un departamento modesto de estilo victoriano. Tan suficientemente grande como para no sentirme sola y albergar mis manías, rabietas, comportamientos que nadie conocía. Traté de incluir la naturaleza en él. Por ello contaba con varios materos sobre estantes, dentro del mismo. Con plantas que no necesitaban de la claridad del sol siempre.

Si todo era blanco y había plantas, ese sin duda era mi lugar.

Nada era como llegar a casa. Como estar en un lugar seguro, ese que conoces de cabo a rabo. Donde la soledad es sinónimo de orden para mí y el silencio paz. Donde el baño es sinónimo de relajación. Donde el cuarto es sinónimo de descanso. Donde la cocina es un escándalo, humo, Rosé con un pañuelo de cocina encendido metiéndolo de lleno en el fregadero...

—¡Santo cielos, Rosé! —Corrí por el pequeño espacio de la cocina hasta dar con el extintor de fuego a un lado del refrigerador—. ¡Apártate!

—¡Demonios, Jennie! ¡Debes poner alarmas contra incendios si sabes que estaré de visitas e intentaré cocinar!

El fuego era de prioridad para mi atención, solo pensaba en el horno y lo inutilizable que estaría por días mientras lo limpio, que no podré hacer mis pasteles ¡No, mis pasteles! Rápido ubiqué al lado del refrigerador, aquel extintor de incendios. Quité el precinto de seguridad y apunté hacia la llama que brotaba desde el horno. No pensé que lo utilizaría, hasta que conocí a la rubia a mi lado grabando su desastre.

Tomó al menos una hora limpiar toda la cocina. Rosé estaba como un católico con sus rezos pidiéndome perdón. Lo último que quieres hacer luego de un día de trabajo es lidiar con una niña pequeña quemando tu cocina.

—Solo quería hacerte algo de comer mientras te duchabas, husband.

Si piensa que cedería a sus pucheros y constantes promesas de comprarme los implementos de cocina dañados, estaba equivocada. Debía hacerlo. Era lo mínimo. Y tampoco cedería ante ese apodo.

—Pediré comida Thai. Te encanta. Estará tan pronto como te duches de nuevo por haberte sudado... limpiando —bajó su voz en lo último al notar mi punzante mirada sobre ella.

—Es lo que debiste haber hecho desde un principio, Roseanne. Lo último que quiero es probar tus fallos culinarios.

Mi cuerpo se desplomó sobre el sofá de mi sala de estar. Soy organizada y meticulosa con el orden, y sabía que debí limpiar mi sudor antes de desplomarme en mi sofá, pero estaba exhausta.

Flσɾeceɾ eɳ tʋs σjσs  ❀Jeɳlisɑ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora