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Jennie's Pov

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Jennie's Pov

Algunas veces analizaba mi comportamiento y llegaba a la conclusión de que me gustaba huir. Era una pionera cuando se trataba de huir de una situación que me comprometiera, que comprometiera mis habilidades.

Habilidades. Me preguntó qué son, o cuáles son las mías. Huir. Estaba segura que era una de ellas.

Mentir era otra que, conjugada a la primera, conformaba la cuartada perfecta para faltar al trabajo por dos días. Dos días donde he intentado por lo menos de concretar una idea para la próxima campaña de cosméticos. No es que vaya a quedar seleccionada con lo que presente pero, el hecho de no hacer algo me carcomía la mente avasallada de culpa.

¡Pero intentar algo resultaba peor!

Nada me parecía. Cualquier idea la desechaba de inmediato. Apenas el día comenzaba y ya me estaba halando los cabellos. No sé si de verdad estaba haciendo algo poco elaborado, único, llamativo, o simplemente estaba en una fase de auto saboteo.

¡Oh, claro! Cómo olvidar que vivo de ello también. Otra habilidad a la lista.

Lo peor de todo esto es que reconocía ciertas limitantes, como mis pensamientos, por ejemplo. Pero no hacía nada por ello. También huía del hacer.

—¡Dios! ¡Amo la época de los ochenta donde no existía!

Mi cuerpo era otra apatía que le estrechaba la mano al "déjalo para después". Pues me colaboró sin discusión alguna, dejándome caer bocabajo sobre el sofá en toda mi extensión de un metro sesenta y tres.

¿Qué ganaba con huir? ¿Con faltar al trabajo? ¿Con mentir? Cuando solo utilizaba ese espacio temporal para hundirme en mis pesares y negatividad. Bueno, no era negatividad. Realmente lo estaba intentando, el asunto era yo que no servía para esto. Al parecer me estaba quedando unas tallas más grande de lo que pensé me quedaría estar en Fexmon Cosmetics.

Tiling —El sonido del timbre ejerció un poder en mi cuerpo que se arrodilló en el sofá fijando la atención en la puerta.

—¿Quién podría venir hoy?

Era ridículo que lo preguntara cuando solo Rosé era quien me visitaba. Oh, claro, y mi vecina Julia. Su edad le impedía caminar tantos metros, por tanto siempre me pedía que paseara a su perro de raza Corgi, Balto. Él y Tom eran mis íntimos amigos. Lastimosamente no se llevaban. Por suerte, yo sí con ellos... Con cualquier animalito tierno realmente.

Tiling —En definitiva estaban llamando a mi puerta. Pero no podía ser la señora Julia. Sabe que trabajo. Paseo a Balto los sábados o domingos.

«¿Y sí de pronto está padeciendo de Alzheimer?»

Me puse de pie rápidamente girando en mi eje. Es que me confundía esta aparición de quién fuera tras mi puerta. O podría ser el conserje con algún recado. Eso me hizo detenerme e ir en dirección a la puerta. Y al momento de abrir todo me dio vueltas, pero esta vez no estaba girando. Puede que haya sido un efecto retardado de un mareo por ello.

Flσɾeceɾ eɳ tʋs σjσs  ❀Jeɳlisɑ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora