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Jennie's Pov

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Jennie's Pov

Somos esclavos de nuestras emociones.

Yo lo he sido. Y muchas de ellas he confundido. Lo que un día creía amor por haber vivido un acercamiento con alguien, al día siguiente me era el dolor de una falsa ilusión entrañable. Me adelanté a los tiempos forjando un falso sentimiento, ese que con el tiempo termino siendo un puñal que me dejó sin aliento.

Los seres humanos resultamos ser muy idealizadores. Nos dividimos entre creer y no creer en el amor. Yo creí. Pero en quién lo figuraba, resultó mostrarme la prueba fehaciente para que me planteara del otro lado; el lado del no creer en el amor. A este punto no sabía si creer o no en algo que no he visto, pero tampoco podía negar la existencia de algo que resultaba etéreo.

Pero ahora, justo hora donde una mano me sujetaba a dedos entrelazados. Donde un hombro se presionaba al mío con el objeto de hacerme valer su presencia. Donde mi mente buscó el tema del amor y emociones como el indicado para aliviar mi estado, para espantar otro tema. Donde una música de piano inundaba mi audición a la unión de unos audífonos compartidos. Donde aún veía los autos desde lo alto del puente. La palabra lugar seguro aleteó mi corazón más calmado en su ritmo cardiaco ideal.

No sé por cuánto le abracé. No sé por cuánto su cuello fue de mi aposento, de mi escondite. No sé en qué momento exacto desvanecí mis puños suplantando mis palmas abiertas sobre su espalda. Para cuando ya estaba siendo calmada a su modo en silencio. Se había limitado a compartirme ese audífono con música afable en notas de un piano. A tomar mi mano y ver a la nada. A estar ahí. A ser mi lugar seguro.

No sabría explicar la lógica de mis emociones porque estas carecen de algo así, de lógica. Somos seres imprevisibles. No tenía previsto que mi mente tomaría a Lisa como la definición de lugar seguro, como el resguardo necesario y justo. Hasta que esta situación con Thomas y el revuelo del pasado se hizo de mí. Pero teniéndola aquí, a mi lado, solo reafirmaba lo que mi subconsciente daba por hecho.

Un suspiro tembloroso fue el sonido que captó mi audición cuando culminó la música. Sesgando mi mirada a su lado, alcancé a ver el vaho que salía de sus labios. ¿Por qué no usaba bufanda? Ya el tema era de mi preocupación. Y estar aquí expuestas al frío, a la liviana nieve cayendo, me hizo sentir un poco culpable.

—Lisa...

—¿Hum? —Su rostro me dio la deducción perfecta de que moría de frío; sus mejillas estaban sonrojadas, sus labios igualmente, sumado a un vago temblor, y sus ojos estaban más brillantes—. ¿Quieres que te lleve a tu departamento?

—No... No quiero ir... Es que, no quiero estar sola. Y tampoco quiero que estés acá, con el frío.

—No estoy con el frío. —Hasta su habla era trémula—. Estoy contigo.

Y en toda la noche, mis labios se curvaron ante su extraña broma, o comentario. Pero sonreí y ella lo notó porque también sonrió. Me avaluó por un instante, o solo evaluaba el peso de lo siguiente a decir.

Flσɾeceɾ eɳ tʋs σjσs  ❀Jeɳlisɑ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora