Prefacio

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Me siento atrapado. Atascado. Como si mi cuerpo estuviera preso entre dos paredes y me costara incluso respirar.

Sé lo que es, aunque llevo tiempo huyendo del sentimiento.

El dolor puede manifestarse de muchas maneras: a través del llanto, frustración, desolación, ira, gula, culpa y todos los pecados capitales que se nos ocurran e incluso más. El dolor adopta la forma más ruin para conseguir su objetivo: consumirnos.

Hasta ahora, he experimentado muchas clases de dolor, y creí que ninguna sería como la culpa, pero me equivoqué. Lo supe el día que se apoderó de mí una emoción mucho peor: la apatía. Me abarcó desde dentro, se instaló en mí con sus garras y erosionó todo a su paso.

Hay quienes piensan que la indiferencia es el antónimo del dolor, sin saber que es, en realidad, una de las expresiones más palpables de ese sentimiento.

Mitch está hablando con Nadir para afinar los últimos detalles con las campañas de marketing para el nuevo sencillo de la banda. Kirk y Dave, sentados en el sillón frente a mí, charlan sobre la fiesta que habrá esta noche para celebrar el lanzamiento y las chicas que llevarán como acompañantes. Aaron está abstraído en sus notas, sentado en el suelo del estudio de grabación.

Inspiro, aunque la sensación de asfixia y ajenidad no se van. Veo a esta banda, estos chicos con los que he convivido día y noche desde hace un año y, aun así, no logro sentirme parte de ellos. Charlamos, trabajamos y convivimos, pero sé que nunca seré Bryce. Nunca podré reemplazarlo ni alcanzaré con ellos el mismo nivel de confianza que tenían con mi hermano.

Tampoco es algo que anhele. Desde que firmé para ser parte de Riot 911, las sensaciones de asfixia y apatía no se van.

La puerta de la estancia se abre y mis ojos van a ella como imanes, porque la esperanza ilusa de ver a mi hermano entrar nunca me abandona, a pesar de saber que jamás será así. Nunca volverá a atravesar la puerta del estudio, ni formará parte de la banda o de mi vida otra vez.

El peor tipo de engaño es al que nos sometemos nosotros mismos: sabemos que las cosas no cambiarán, pero nos engañamos pensando que sí.

Con pesadez, me concentro entonces en el diseño que tengo a medio acabar entre mis manos, y me percato de lo sumido que estaba en mis pensamientos. En la hoja está impresa la silueta de una bailarina, sus brazos delgados en alto haciendo un arco, sus pies en punta y la forma de su rostro familiar.

Me paso la lengua por los labios y mi interior se remueve, rompiendo por un segundo el hielo de la apatía. Es Niza.

Increíble que mi mente viaje a ella aunque no sea consciente de ello. Niza está dentro de mi piel, todavía corriendo por mis venas como la primera vez, indiferente al tiempo que ha transcurrido desde que la abandoné en casa de Bryce para cumplir mi deber.

Lanzo el cuaderno con hastío al suelo y cierro los ojos apoyando la cabeza en el respaldo de la silla acolchada. Esto es una mierda. Mi vida es una mierda y yo soy el único responsable.

—Clay—la voz de Mitch me saca de mis pensamientos y me pongo en pie para acercarme al círculo que han montado junto al jefe de marketing, cuyo nombre no me interesa aprender porque lo identifico como el calvo que tiene tres pelos en la cabeza.

—¿Qué?

Nadir sonríe y lo quiero dar un golpe. Odio que sonría porque parece que se deleita con mi miseria.

—La respuesta a las campañas que hicimos para promocionar tu primera canción como compositor de la banda ha sido un éxito. —Me felicita Mitch y palmea mi espalda—. El recibimiento que los adelantos tuvieron por parte de nuestros fans fue excelente. Seguro que reventaremos las plataformas de reproducción y las redes.

Impasse [+18] [Libro 2 de la Bilogía Artes]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora