III

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Meleann pensó en hurtar Los Libros Sagrados del palacio del Señor. Los Libros eran el centro espiritual e intelectual de todas las creaciones del Señor. Éstos podían hacer razonar a los humanos dándoles razonamiento, pensamientos, ideas y sentimientos.

Meleann se internó esa misma noche en el palacio del Señor con mucho cuidado de no ser visto por nadie. Para su suerte esa era una noche de Luna llena. Temeroso pero decidido a robar en la casa del Señor saltó al palacio celestial y dejó que su fuerza de voluntad e instintos lo guiaran.

En lo más profundo del gran palacio un Katar volaba de un lado a otro atareado con sus deberes. Pero éste en particular era la maño derecha del Señor, el más viejo de todos los Katar. Su nombre al igual que el del Licant es imposible de pronunciar. Pero Atenor es lo que se puede rescatar.

Si no hubiera sido por la leve corriente de aire que emitía Meleann al caminar, Atenor no se hubiera percatado de él. Sigilosamente, Atenor lo siguió a una distancia prudente sin atreverse a preguntarle qué hacía ahí hasta que llegaron a la sala de Los Libros Sagrados.
Meleann no sentía ningún peligro cerca, desconocía que un Katar jamás podría ser agresivo con las otras creaciones del Señor, concentrado en su misión extendió la mano para alcanzar la puerta de la sala de Los Libros.

—¿Qué es lo que estás buscando, Licant?

Meleann se congeló, era la primera vez que lo tomaban por sorpresa, en un parpadear se repuso. Con soltura, se volteó con ojos brillosos y frente en alto, mostrándose divertido por haber sido atrapado. Él no tenía miedo de su futuro y con sinceridad le contestó al Katar:

—Vengo a hurtar Los Libros Sagrados. Se los entregaré a los humanos. No puedo permitir que la creación más bella de nuestro padre se encuentre en una situación tan denigrante. No tengo miedo a pelear contra tí si es necesario.

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