❝Llueve. Y el agua cae sin relieve sobre las piedras, ávidas de lluvia. ❞
-¿Qué tienes que decir...pequeña...niña?
La muchacha de cabellos castaños ahora oscuros por la lluvia, volteó a observarlo.
Al joven de dorados cabellos al igual que sus ojos...
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El viento movía las hojas de los árboles con fiereza, mientras las nubes teñidas de un triste gris, expresaban su melancolía por medio de aquellas gruesas gotas de agua que caían sin detenerse un segundo.
Los relámpagos eran como hilos dorados que se mesian con el viento, cayendo a la tierra e ilumiendo por un instante el lugar.
Y los trueno...
—¿Hela?...
—¡Hela, hermana por favor despierta!.
Eran el estruendo que silenciaba aquellos gritos de desesperación y profunda tristeza..
En donde un grito desgarraba el corazón...
—¡No, no, no Hela! ¡Despierta!.
Y el dolor nublaba el razonamiento y hacia perder la cordura.
—¡Todo esto es tu culpa!.
—¡Debiste ser tú, no ella!.
Dejando tan solo, el odio como única emoción.
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—¡Ahhg!...
Su cuerpo se levantó como un resorte, mientras sus pulmones oprimidos la hacían exalar de forma brusca una bocanada de aire.
El sudor había bañado su cuerpo que con la fría oscuridad de noche empezó a temblar.
Sus cabellos se encontraban pegados a su frente impidiéndole un poco su visión, pero aquello no le importó y sin esperar más llevo una de sus manos a la mesita de luz junto a su cama.
Sostuvo con su mano el pequeño frasco de pastillas y con rapidez se llevó uno de ellos a la boca tragándolo sin importarle no haberlo tomado con un vaso de agua.
Sus ojos naranjas observaron hacia la ventana de su cuarto, descubriendo como aún el velo de la noche no había desaparecido.
Como lo había hecho sus ganas de dormir luego de aquella pesadilla.