Capítulo 3

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-Te lo voy a preguntar una sola vez y espero que me digas la verdad -el entrevistador pasó a ser entrevistado.

-Adelante, Scott -lo miré, directamente a los ojos, para demostrarle que no me asustaba.

-¿Por qué te importa tanto si yo era o no era quien le enviaba mensajes y las cartas a Louis Gerald? -Scott me miró, esa era justo la pregunta que quería que me hiciera; se lo agradecí a Scott, después de soltar una risita burlona y colmarle un poco la paciencia; fue divertido-. ¿Por qué te ríes si esto es algo un poco serio, perdón?

-Porque, justamente, quería preguntarte eso y me lo hiciste más fácil para mí y es por eso -volví a reírme-. Me importa porque quiero saber la verdad de por qué lo hiciste y si sigues enviándole cartas a alguien.

-Bien, respondiendo a la primera pregunta: lo hice porque Louis Gerald me gustaba muchísimo y creo que se lo dije en las cartas y mensajes -hizo un puchero, ¿por qué lo hizo si eso no era serio?-. Ahora, ahí te va la respuesta a tu segunda pregunta: no, no le envío cartas a nadie, y aunque Louis supo quién era yo, un poco antes del final de su vida, había algo entre nosotros. Yo sé que desarrolló sentimientos hacia mí. A pesar de dichos sentimientos, él no me quiso corresponder y lo hizo por ti. Además de que ya no lo hago porque puede ser considerado un tipo de acoso y Scott Robinson Hamilton no es un acosador.

-Si ahora ya no lo haces, no eres acosador, pero sí fue acoso hacia él. Aunque está bien. Te creeré -nunca le creí ni una palabra-. Por favor, ya no lo hagas más. ¿Quieres dejar de hacerlo?

-De acuerdo, ya no lo haré -como dije con anterioridad, no se lo creí.

-A ver, pedazo de mierda -Scott se asustó por cómo lo llamé; sin embargo, no me arrepentí (tal vez después sí lo hice, eso es otra historia)-. Bajo mi jurisdicción te ordeno que me escribas una carta con tu nombre completo y tu firma oficial, diciendo que no volverás a enviarle una sola carta a nadie de forma anónima.

-No eran tan anónimas al final del día porque estaban la mayoría de las letras que conforman mi nombre, ¿no se te ocurrió, Richard? -¿Scott estaba burlándose de mí o algo?

-Pero Louis Gerald no sabía que eras tú y no se le ocurrió acomodar las letras así como yo lo hice con la ayuda de Katherine y Marie, ellas vinieron hasta acá a la biblioteca de Itaville a pedir los anuarios y han pedido el anuario de mi generación, una antes de la mía y una después de la mía; ahí fue que te encontramos, Scott.

-No te daré nada, Richard, créeme. Creo que yo soy quien más miedo debería tener debido a tu fuerza tan descomunal que tienes -eso era verdad, superdescontextualizado; pero al final del día, era verdad que quizá podría tener más fuerza que Scott.

-Nunca te lastimaría -admití-. A menos que quieras que lo haga, solo promete que no lo volverás a hacer. Por su memoria -solté una mirada coqueta porque Scott sí era bastante guapo.

-Bien, lo prometo, basta ya -Scott se ruborizó bastante, ¡y qué hermoso se veía ruborizado!-. No me mires así si no vas a besarme.

-¡Qué atrevido eres, Scott Robinson Hamilton! -abrió los ojos y se alejó un poco de mí, tuve que tomarlo de la camisa y acercarlo hacia mí-. Pero creo que me gusta.

-¿Me vas a besar o me vas a dar un golpe con tu puño izquierdo? -Scott, con los vellos de su brazo erizados, susurró, el tono en el que Scott lo hizo, de verdad me estaba prendiendo.

-This -y lo besé, no pude seguir aguantando las ganas de hacerlo, a pesar de que, unos minutos atrás, lo llamé «pedazo de mierda», Scott debió pensar que en verdad enloquecí, tenía algún trastorno mental, era bipolar o algo por el estilo.

Después del Amanecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora