20 de Septiembre de 1889
9:00 a.mNinguna palabra fue dicha respecto a la noche anterior, como si no hubiese existido, el menor prefería dejarlo simplemente como un vago recuerdo nocturno o quizás un sueño, Sebastian tampoco lo recordaría, conocía sus límites dentro del contrato, si su amo no lo mencionaba, entonces así se quedaría; los papeles de amo y mayordomo seguirían a pesar de haber compartido una cama, sin otros fines por supuesto.
El desayuno ya había sido servido a primera hora por lo que el conde se encontraba con el estómago lleno, firmando algunos documentos dejando el caso de los asesinatos de lado, solo por el momento; seguía esperando el resto de archivos de Scotland Yard, su paciencia no era mucha así que tarde o temprano iría personalmente a irrumpir las oficinas de esos holgazanes.
El mayordomo llegó al despacho donde su amo se encontraba, con esa expresión de siempre ¿Molesto o serio? Debía ponerse más atención para averiguar el estado de ánimo de ese pequeño gruñón; como era su costumbre o quizás para guardar apariencias llegó con una corta lista donde venía el itinerario destinado al menor de los Phantomhive.— La Señora Peterson no podrá presentarse a sus clases de baile debido al mal estado del camino, esto gracias a las lluvias, su cita con Nina será a la misma hora—. Anunció bajando la hoja para poder observar al menor, este le había prestado atención, le había causado un poco de felicidad saber que no tendría esas terribles clases donde solamente conseguía pisar zapatos ajenos. — Bien. Prepará el carruaje, iremos al centro de la ciudad, a las oficinas de Scotland Yard —. Ordenó colocándose de pie y pasando al lado del mayor; aún tenía cosas por decir, primeramente cuestionar el porqué había salido de la mansión sin su consentimiento, lo dejaría para después, debía averiguar más allá de eso sin necesidad de decir algo al respecto. — Como ordene —. Salió de los labios del pelinegro dejando que el conde tomara ventaja al caminar, por obvias razones los pasos de Sebastian solían ser más largos en comparación a los de Ciel, en poco tiempo estaría detrás de este, o al menos así sería de ir en la misma dirección, ya había recibido una orden así que fue al lado contrario al conde, su destino era el establo donde había algo más allá de caballos, pero por el momento solo necesitaba de ese par de animales. Por otro lado, el menor estaba alistando su ropa, específicamente lo que cubría esos costosos trajes hechos a su medida, los guantes para no ensuciarse y el vistoso sombrero que solo expresaba el estatus social de ese pequeño, le seguía a juego el bastón curiosamente también hecho a la medida de Ciel, vaya que no era común ver a un conde de tan corta edad y... Estatura; había pedido un poco más de autonomía a Sebastian, hacerlo por cuenta propia resultó ser más fácil de lo que pensó y ahí estaba, colocando su ropa para salir al exterior.
El pelinegro no tardó en llegar al lado del joven conde, con la elegancia de un caballero abrió la puerta para Ciel dejando el pase libre para el ya mencionado así mismo abrió la puerta del carruaje y lo acompañó en ese viaje; las tareas del resto de sirvientes ya habían sido mencionadas por la mañana, Tanaka podía controlarlo.
O eso esperaba Sebastian.
El joven noble no mencionó nada a pesar de tener ciertas preguntas por hacerle al mayordomo, quizás debía esperar el momento adecuado, después de todo no sabía con qué clase de asunto se estaría interponiendo, por otro lado, Sebastian se mantenía con ese estado de ánimo neutro a pesar de "deberle" un par de explicaciones a su amo, mentiras no había, después de todo Ciel no había preguntado el porqué de esa corta ausencia.
12:05 p.m
Las ruedas del carruaje en juego a los cascos de los caballos resonaron entre el bullicio de las personas transitando el lugar, damas de elegante andar, caballeros platicando sobre las noticias del momento, incluso algún ladrón pasando desapercibido, no podía esperarse menos de la ciudad, al menos en las calles principales, los callejones o lugares lejanos resultaban un tema a parte; el edificio de Scotland Yard parecía ser concurrido, por buenos o malos motivos, a pesar de eso Ciel bajó del carruaje con su fiel compañía directo y decidido a entrar, específicamente a los archivos que tanto le eran ocultados.