I already lost control

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27 de septiembre de 1889
6:30 a.m

- Sebastian... - Un gemido débil salió de los labios del conde Phantomhive; las pálidas y gélidas manos tocaron su cuerpo sin gracia alguna entre la oscuridad y respiraciones aceleradas, específicamente la del menor de cabello azulino quien parecía agitarse cada vez más, moviendo sus piernas como simple reflejo a cada corriente eléctrica que recorría su cuerpo.
- Joven amo - Lo llamó el mayordomo con un rostro de confusión y cierta preocupación respecto a su amo quien se notaba bastante agitado sobre la cama; el conde lo había estado llamando con esa voz adormilada alrededor de treinta minutos antes de que ese demonio hiciera acto de presencia junto al menor. - ... Joven amo - reiteró el demonio tocando el rostro del conde solo para verificar que no hubiese signo de alguna enfermedad en su pequeño cuerpo; el peliazul abrió sus ojos de golpe, dando un pequeño brinco del susto, estaba aterrado por ese sueño tan realista, confundido en gran manera tanto que su estómago comenzaba a revolverse por la sola idea. Las imágenes seguían en su cabeza.
Su estado de alerta empeoró al notar al mayordomo a su lado, de pie esperando alguna palabra para poder ayudarlo, su mano sujetó la del mayordomo para quitarla de su rostro sin pizca de cuidado; la mirada bicolor del conde estaba fija en la rojiza del demonio, seguía alerta y era más que evidente ¿Que debía decirle? El azabache mantuvo la compostura en todo momento, no era la primera vez que escuchaba a su amo hablar durante pesadillas, pero... ¿Realmente eran pesadillas?
- Fuera de mi habitación - ordenó el joven conde, su voz era una de las señales más claras de que algo andaba mal; no era cotidiano, pero tampoco algo fuera de lo común para ese mayordomo. Este último suspiró dando una expresión de completa desaprobación en dejarlo solo, pero órdenes eran órdenes a pesar de no ser pronunciadas como tal, debía obedecer. - Por supuesto, señorito... - respondió resignado dándose la vuelta para dejarlo a solas, pero ¿Era eso correcto? El azabache volteó hacia el menor solo para comprobar su situación antes de marcharse de la habitación; el de cabello cerúleo seguía con la mirada perdida sobre las sábanas, casi tratando de asimilar lo que había ocurrido, su cuerpo daba una sensación incómoda, con la temperatura ligeramente más alta y una enfermiza respiración tratando de volver a un estado normal.

Finalmente el demonio abandonó la habitación. La seda se arrugó con firmeza entre los dedos del conde, el entrecejo del ya mencionado se frunció como si estuviese furioso, pero no lo estaba, no sabía cómo describir la pesada sensación sobre su pecho ¿¡Cómo!? Había tenido imágenes bastante realistas, de creer en dios juraría en nombre de este por creer que todo eso en realidad pasó, pero no fue así, todo fue producto de su propia mente, su mayordomo sobre él, tocando partes de su cuerpo que no sabía que podían hacerlo sentir bien, el rojizo mirar del demonio fijamente sobre su cuerpo desnudo, esas respiraciones mezcladas y los débiles gemidos que en algún momento soltó.

No había razones para llegar a crear eso entre sueños, ese demonio jamás dió indicios de querer tocarlo más allá de lo correcto como mayordomo, los coqueteos eran algo cotidiano más no serio y eso lo sabía, ¡Ni él mismo lo había pensado antes!
Cabía la posibilidad de ser por el cansancio y el estrés de llevar la compañía al día además de los casos de crimenes. Le estaba dando demasiada importancia a un simple sueño... Pero, hasta cierto punto lo disfrutó y exactamente eso era lo que le molestaba más.
Furioso de si mismo quitó las sábanas en un solo movimiento, bajó de la cama y con un andar apresurado se dirigió al baño, no se tomó la molestia de cerrar la puerta, de cualquier forma nadie podría entrar; mojó su rostro con el agua a temperatura ambiente en un intento por controlar cualquier bajo impulso. Miró su reflejo con un porte serio, parecía estarse regañando asi mismo ¡Eso hacía! No permitiría algo como eso una segunda vez.

Pasados algunos minutos aquella molestia se disipó, no debía darle tanta importancia a cosas creadas por su mente ¿Que sabría Sebastian? Él mismo lo mencionó alguna vez en el pasado: No podía leer su mente y de hacerlo seguramente se burlaría por la vergüenza pintada en el rostro del joven conde.
La puerta de la habitación sonó al momento de ser abierta, el menor volteó en dirección a esta y sin más regaños hacia si mismo salió del cuarto de baño encontrándose nuevamente al demonio dentro de la habitación; le restó importancia y siguió como si nada hubiera ocurrido. Respecto a su actuar raro al momento de despertar.
El conde regresó a su cama sentándose al borde de dicho lugar esperando por el mayordomo, este último se dirigió al armario a sacar las prendas adecuadas al día. El lugar se mantuvo en silencio, el conde no tenía nada por compartir, el demonio no debía hablar de más... En algunas ocasiones, y a su ver era un mal momento para volver a cuestionar al menor. Un suspiro salió de los labios del joven conde mientras evitaba la mirada del azabache. Aunque lo negara, algunas veces solo solía ser un pequeño mimado, haciendo berrinches sin darse cuenta.

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