— ¿Informe sobre que exactamente?—. Encaró finalmente al mayor, podía ser bajo de estatura, sin embargo ejercía su mando con dignidad y perfección, elevó su mirada hasta la del contrario, no se dejaría intimidar. — ¿Sobre tu rebeldía al salir sin ninguna orden? ¿O sobre las prostitutas que "interrogaste"?—. Para ese momento el demonio se sentía un poco confundido respecto a las palabras del menor, si prestaba atención a los énfasis y el tono de voz usado... Entones fácilmente podría pasar como una escena de celos ¿¡Pero por qué!? Sebastian le miró con la duda siendo estelar en las expresiones de este; cuando creyó que podía hablar simplemente aclaró su garganta además de llevar su mano formando un puño frente a su boca.
— Uno lleva a lo otro—. Respondió tranquilamente ignorando lo que había deducido como celos o berrinche por parte del peliazul. —La prostituta asesinada sí pertenecía al burdel que visité—. Agregó mientras sacaba un expediente extra, uno que extendió al conde para así continuar con su relato; el menor leyó el papel prestando atención a su mayordomo.
— El señor Carl Thomas, su principal sospechoso resultó ser el culpable, pero solo del asesinato de Fitzgerald, la prostituta; al parecer esta se negó en ofrecerle uno de sus servicios, según el relato de sus compañeras de trabajo—. Ciel frunció el ceño y se cruzó de brazos manteniendo las hojas entre sus manos, uno había sido resuelto, sin embargo quedaban más pendientes y no solo eso, también la justificación del demonio. — Olvidas algo—. Comentó a secas; Sebastian solo asintió con esa sonrisa de oreja a oreja, parecía un cachorro justificando o más bien mostrando victorioso su buena acción, para su amo, claramente.
— El señor Thomas, al ser señalado por usted cómo primer sospechoso hizo lo posible por escapar de Scotland Yard, y lo logró. Sin embargo vino en busca de usted para "silenciarlo" según las palabras propias de ese hombre—.
El joven conde no tardó en soltar una ligera risa burlona, al parecer debía especificar a sus enemigos un pequeño detalle — ¿Y dónde está él?—.
— En el establo, me dí la libertad de invertir sus intenciones, ahora él está siendo silenciado —.
Ciel finalmente pudo respirar con más tranquilidad, quizás distraerse había ayudado en esos supuestos celos que habían surgido en él; se movió de lugar rodeando al mayor para así dirigirse a la ventana, la abrió para dejar pasar un poco el aire, una simple excusa para ocuparse en algo y poder desvanecer la molestía. Por otro lado, el mayordomo se mantuvo de pie observando al joven de parche. — Yo hablé, ahora falta usted ¿Por qu- —.
— ¡Silencio!—. Gritó Ciel, mirando a Sebastian desde el reflejo de la ventana. — Que no se te olvide que solo eres mi mayordomo, no tengo porque darte justificaciones de nada—. Mencionó en su defensa, principalmente para no ser cuestionado con preguntas incómodas, sabía a lo que iba ese escurridizo demonio; Sebastian solo sonrió mostrando sus colmillos, le hacía gracia cuando Ciel mostraba esa actitud tan digna de un noble como él, ese orgullo tan pesado le atraía de cierta manera, más allá del alma que tanto saboreaba con solo ver al conde.Eso podía ser una posible respuesta al porqué siempre solía buscar "discutir" o darle la contra al menor.
—Demonio—. Mencionó entre dientes con notable fastidio; decidió dejar de observar la bonita vista que tenía desde esa ventana, dió un paso hacia la izquierda para así poder dirigirse a su cama y olvidar un poco los planes del día.
—¿Acaso dormirá? El señor Thomas sigue dentro de su propiedad—. Recordó el demonio, quizás para hacer entrar en razón al menor, este se veía demasiado decidido en dormir o descansar; en respuesta chasqueó la lengua, sabía que no podía desperdiciar el tiempo así, sin motivos en realidad, porque cansado como tal no estaba, podía tomar de pretexto el viaje a la ciudad, más no había hecho la gran cosa. — Necesito pensar que hacer con él—. Una respuesta sencilla a decir verdad, no mentía, realmente no tenía idea de que hacer e ir personalmente a cuestionarlo...
— Lo llevaste a un lugar desagradable, no pienso ir hacia allá— agregó; el demonio solo observaba al conde con un gesto divertido.
El menor tomó una manta y la estiró para poder cubrir su cuerpo hasta los hombros, dándole la espalda al mayor. — Oh, joven amo, será incómodo para usted dormir así—. Mencionó dando unos cuantos pasos mientras se acercaba cada vez a la cama y por ende al pequeño bulto que ahora era su joven amo.
— Solo serán unos minutos, estoy bien así. Hazte cargo de Thomas, asegúrate de ponerlo cómodo—.
El demonio ya no tenía opción, debía obedecer, no había formulado la palabra 'orden' ese conde, aún así su deber era obedecer y no cuestionar, ni siquiera acercarse a quien servía así que simplemente retrocedió en su andar dejando al menor en la soledad de esa gran habitación, este mencionó que solo tomaría unos minutos, unos treinta minutos serían suficientes.Había acertijos en sus palabras, ambos sabían lo que significaba, ¿Poner cómodo a un enemigo? No era precisamente ofrecerle té o galletas y ese mayordomo lo sabía perfectamente; su siguiente tarea era hacer lo que el amo pidió, encargarse de ese hombre resultaría mas que sencillo, enaltecer al menor de los Phantomhive también.
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La madera crujiendo, relinchos de caballos en compañía de los cascos en colisión contra el suelo, el sonido ahogado de súplicas de una voz varonil, seguramente yacía amordazado sin cuidado alguno; la puerta dió un rechinido al abrirse, el crepúsculo vespertino iniciando dejando esos tonos anaranjados formó una sombra al cruzarse con el demonio quien muy tranquilamente se adentraba a paso lento, una tortura psicológica para aquel hombre que luchaba por soltar sus manos atadas.
El mayordomo sonrió mostrando esos afilados colmillos, una sonrisa aterradora para quien era la "víctima" en ese momento; el conde no mencionó como sería la muerte de aquel hombre, vaya regocijo tenía Sebastian al poder decidir que clase de dolor debía inducirle. El lugar se tornó más oscuro, el demonio estaba por hacer de las suyas; los caballos comenzaban a alterarse, pero solo serían unos cortos minutos, debía regresar con el joven amo cuanto antes par dar su informe.6:00 p.m
El joven de azulado cabello ya se encontraba despierto, la siesta le había sentado de maravilla, por ende decidió ocuparse de otras cosas; Nina había cambiado la cita que tenía para ese día, había dado sus razones y el menor las acepto, no era algo urgente medir su cuerpo para obtener más prendas, aún tenía tiempo antes de que el invierno llegara, no se preocupaba por eso, el pensamiento que rondaba por su cabeza iba respecto a lo sucedido en la tarde ¿Por qué demonios se había molestado? Sebastian solo seguía sus ordenas, solo era su mayordomo ¡Se negaba en aceptar los celos! Porque no había razón para tenerlos...
El mayordomo de oscuro porte se adentró al despacho donde el conde se encontraba, claramente seguía un estricto régimen, así que sí, tocó y anunció su "visita" antes de poner un pie dentro de esa habitación; Ciel ni siquiera levantó la mirada para observarlo, este parecía estar demasiado entretenido con la hoja sobre el escritorio ¿Trabajo a esas horas? Sebastian se acercó solo por simple curiosidad. Ciel no estaba trabajando, solo se encontraba haciendo garabatos sobre aquella pobre hoja la cual era su víctima del momento.
El demonio conocía cada comportamiento del menor, pero eso... Era relativamente nuevo, seguramente algo se encontraba planeando ese astuto joven.— ¿Solo estarás allí vigilando? —.
Finalmente rompió el silencio, aunque su hablar fue con cierto fastidio, casi como si hablara entre dientes.
— Solo contemplaba su obra de arte ¿Acaso el arte comienza a despertar su interés? —. Cuestionó inclinándose ligeramente hacia el menor, específicamente al escritorio para observar más de cerca los trazos del conde.
— Nina llamó, canceló la cita pero dijo compensarlo en su próxima visita —
Mencionó para desviar la atención del mayordomo, algo que resultó ya que este volvía a su pose inicial.
— ¿Que clase de compensación llenará sus expectativas, joven amo? — comentó con total burla y una sonrisa de por medio.
— Un demonio no es capaz de sorprenderme ¿Por qué lo haría una humana?—. Respondió afilando su mirada hacia el pelinegro; había tenido suficiente charla con él así que una vez dicho eso se levantó de su asiento para salir del despacho, “huir” no ayudaba, Sebastian lo seguiría a cualquier lugar sin importar qué.Era extraño, le molestaba la compañía de ese demonio, ese humor tan raro que poseía, el maldito encanto infernal también llegaba a ser demasiado molesto, pero ya se había acostumbrado a todo eso, en realidad ambos estaban acostumbrados al otro, tanto que, si uno se llegara a ausentar, el vacío se sentiría más que pesado.
Los pasillos de la mansión comenzaban a oscurecer con el sol bajando con cada minuto, un simple gesto del pelinegro bastó para que cada luz fuese encendida, así el conde podría ver su camino; no hubo respuestas verbales, solo una simple sonrisa ladina por parte del más joven, lástima que Sebastian se encontraba detrás de este.