T̶R̶E̶S̶

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Jongdae inclinó su rostro hacia un costado y besó sus labios lentamente.

Minseok cerró sus ojos y correspondió a los apacibles y dulces roces. Estaba encantado con la forma en que Jongdae lo besaba. Todo lo demás parecía perder sentido mientras su aliento lo envolvía y lo adormecía. 

Aunque, como todo lo bueno, aquel beso no duró demasiado.  Cuando la calidez abandonó sus labios, Minseok abrió sus ojos. Jongdae estaba mirándolo de forma anhelante.

Alzó una mano y acarició su rostro como si fuera una de las frágiles piezas de porcelana de la señora Chen. Deslizó sus dedos sobre las diminutas escamas que cubrían su mejilla y luego cubrió su ojo marrón. Contuvo el aliento en el momento en que la pupila alargada se expandió hasta casi anular el vivo color verde del iris que la rodeaba. Jongdae lo miró fijamente sin decir nada. Minseok apartó su mano y descubrió que, aunque fueran tan distintos entre sí, ambos ojos lograban expresar las mismas emociones.

—Deberíamos seguir —Jongdae murmuró, desviando su mirada con timidez.

Minseok asintió y volvió a su tarea con la repisa. Sacudió un poco el trapo e intentó distraer su mente. Observó las antiguas fotografías de la familia Chen, en las que por su puesto Jongdae no aparecía, y una de ellas captó su atención: la foto de una niña pequeña en la entrada de un zoológico.

—Conozco este lugar —comentó.

—¿De verdad? —Jongdae asomó por su hombro para mirar la fotografía.

—Sí, vivía cerca, así que fui varias veces.

—Qué suerte —Jongdae murmuró—. La abuela dice que a ella sus padres también la llevaban con frecuencia.

—¿Vivía en la capital?

Jongdae asintió.

—Se mudó aquí después de casarse con el abuelo.

—¿Por qué? —Minseok preguntó extrañado.

—Creo que aquí consiguieron trabajos.

Minseok asintió como si aquella fuera una respuesta fácil de aceptar. No se le ocurría una sola razón por la que alguien de la capital pudiera buscar empleo en un pueblo en medio de la nada.

Se giró para mirar a Jongdae y notó que este había regresado a su propia repisa. Estaba sobre una silla y la punta de su cola apenas rozaba el suelo.

—¿Te falta mucho? —le preguntó, recordando lo que ocultaba en su mochila.

—Ya casi, ¿por qué?

—Quería que subiéramos a tu habitación —Minseok propuso y los ojos de Jongdae casi destellaron.

—¿Los trajiste? —preguntó sin esconder su excitación.

Minseok asintió, pidiéndole silencio con un gesto. A veces, solo a veces, se sentía un poco culpable por desobedecer a la señora Chen, quien ya le había advertido varias veces, que no era buena idea dejar que Jongdae consumiera dulces. Esperaba que no fuera más que una creencia sin fundamento y que los chocolates no le hicieran ningún daño real, porque realmente no podía negarse a comprarle más cada vez que se los pedía.


🧪🧪🧪


En algún punto de su furtiva relación, los besos y las caricias empezaron a volverse mucho menos recatados. 

Jongdae empujó su lengua dentro de la boca de Minseok y este luchó por contener uno o dos gemidos de placer que aquella nueva forma de besar le provocaba. Sus respiraciones se habían vuelto más ruidosas de lo que deberían. Jongdae soltó el rostro de Minseok y sus manos descendieron acariciándole los brazos.

HIDDEN [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora