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Jennie
Finca Earnshaw. Dallas, Texas.

—Ella es rara.

Agarré mi muñeca en mi mano mientras miraba a Lalisa Manobal sentada en la hierba. Estaba vestida con camisa negra y pantalones negros... Y extrañamente, un chaquetilla negra con bolsillos. Nunca antes había visto a nadie, salvo a un adulto, llevar una de esas. Su cabello era negro, pelo al hombro y llevaba un flequillo. Seguía cayendo en sus ojos.

Ojos que parecían plateados en la trayectoria del sol. En realidad, eran de color gris claro.
Nunca había visto ese color en los ojos de una persona.

—Jennie —Eddie me tomó del brazo. Me sacudí de su agarre.

—Es nueva. Y no conoce a nadie —me acerqué a Eddie, mi mejor amigo y vecino de al lado. Su sombrero vaquero protegía sus ojos. Siempre llevaba un sombrero vaquero. Decía que algún día quería ser un Texas Ranger como su tío. Pensaba que sería bueno en eso— Escuché a mi papá hablar con mis tíos anoche. Salí de mi habitación y escuché a través de la puerta de la oficina de papá. Lo escuché decir que la mami de Lalisa ya no la quería. Dijo que la asustaba. Entonces se la entregó a su papá, el señor Marco, el encargado de los terrenos —sacudí mi cabeza— Escuché que él tampoco la quería, pero que no tenía otra opción. Su mamá no está en ninguna parte. Ella huyó y la dejó sola.

Los ojos azules de Eddie se abrieron.

— ¿Su mami la abandonó? ¿Qué hizo para asustarla? —miré hacia Lalisa a través de la hierba.

Tenía una lupa en sus manos. Estaba quemando hormigas. Me encogí de hombros en respuesta a la pregunta de Eddie. No sabía lo que había hecho.

—Ella no me da mucho miedo —declaré, estudiándola con fuerza— Creo que es mayor que nosotros. Escuché a uno de mis tíos decir que ya tiene nueve años.

Eddie tenía ocho.
Yo tenía siete.

—Cuando la conociste ayer, estaba matando a una mariposa —Eddie miró por encima del hombro a Lalisa— Está matando hormigas ahora mismo. Es muy rara, Jennie. ¿Por qué sigue matando cosas? —hizo una pausa— Creo que es demasiado extraña como para seamos sus amigos —él respiró profundamente— Mi tío dice que me mantenga alejado de niños como ella. Que ellos serán los que terminarán metiéndote en problemas algún día. Sabes que no puedo meterme en problemas si quiero ser un Texas Ranger.

—Quiero ir a hablar con ella —empujé a Eddie y corrí por la pendiente de hierba caliente. Corrí hasta quedarme sin aliento y me detuve junto a Lalisa. Me aseguré de que mi cinta para la cabeza todavía estuviera en su lugar y mi cabello estuviera liso.

Lalisa no me miró, así que miré por encima del hombro lo que estaba haciendo. Un montón de hormigas muertas yacía debajo de la lupa en sus manos. El humo se elevaba de sus pequeños cuerpos negros rotos.

—¿Viéndolas morir también? —pregunté, y su espalda se apretujó debajo de su camisa.

Un pájaro cantó en el árbol cercano mientras esperaba que respondiera.

—Murieron más lentamente que la mariposa ayer —dijo finalmente— Trataron de sobrevivir, trataron de escapar, de huir... pero no pudieron. Las tenía atrapadas. Lucharon duramente... pero tuve que matarlas.

Quería mirar más de cerca. Me agaché frente a ella y sonreí cuando apartó la lupa de las hormigas muertas. Estaba mirando mi rostro, podía sentirlo, así que levanté los ojos y sonreí realmente grande.

— Soy Jennie Kim. Nunca pude decir eso ayer. Yo también vivo aquí —señalé la casa principal. Mi casa. La finca de mi papá.

Lalisa no me devolvió la sonrisa. No se movió, no dijo nada. Solo me miró. Sus ojos se movieron a la diadema negra en mi cabello, luego a mi vestido azul, mi delantal blanco y largos calcetines blancos hasta mis zapatos negros. Por último, miró a la muñeca con cara de porcelana en mis manos.

Tea Time! ❥ ᴊᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora