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- Dragoban -


Dolly


—¿Te gustó tu dibujo? —pregunté a Conejo mientras conducíamos por una nueva carretera.

Se encogió de hombros.

—No me importa el dibujo.

Me recosté en mi asiento y pensé en el dibujo. Tan pronto como encendí la televisión esta mañana, apareció un dibujo de mi Conejo y de mí. Estaba hecho a lápiz. "MALDITAS ENFERMAS" era reproducido a lo largo de la parte inferior de la pantalla. No pude leer el resto muy bien, las palabras pasaban demasiado rápido. Pero Conejo me dijo que ponía que éramos "Asesinas en serie". Se decía que estábamos locas. Describía nuestra ropa y avisaba a la gente que tuviera cuidado con nosotras.

No me importaba todo eso. Solo me gustaba la imagen de Conejo y de mí. Quería una copia. Quería ponerla en un marco.

—Te veías muy guapa —dije, y me volví para darle una sonrisa.

Conejo alzó su ceja. Reí ante su malhumorado rostro.

—Eres la chica más guapa que he visto jamás —Conejo me miró de soslayo y sonrió con suficiencia.

Subí el volumen de la música. Mi música cursi explotó en los altavoces. Pensé en lo que venía. Abracé a mi muñeca contra mi pecho cuando mi estómago empezó a caer y todo mi cuerpo se estremeció.

Dragoban...

Tragué, sintiendo algo que nunca antes había experimentado cuando enfrentaba a los malos. Miedo. Sentí miedo mientras miraba su carta.

Conejo me había dado la carta esa mañana. Me había dicho que Dragoban era mío para matar.

Dragoban era el más violento de todos los hombres malos.

Era el malvado que más había herido a la pequeña Jennie.

Fue el que puso un bebé en su vientre... luego se lo arrancó.

Pasé mi mano por el rostro de Dragoban y me estremecí ante los ojos que me devolvían la mirada.

Terribles, terribles, malvados ojos.

La mano de Conejo aterrizó en mi muslo. Respirando profundamente, la miré. Hoy me había puesto mis pestañas postizas súper largas y mi lápiz labial extra espeso. Necesitaba su protección. Dragoban era un buen luchador, un muy buen luchador.

Era mi mayor desafío.

—Puedes derrotarlo —me aseguró Conejo, leyendo mi mente.

Asentí, pero mi muñeca se sacudió en mis temblorosas manos.

—Yo... —aspiré un profundo aliento— Estoy asustada, Conejo. Dragoban... me asusta mucho.

Su mandíbula se apretó. Me miró y, por un momento, me perdí en sus ojos plateados. Eran hermosas lunas. Su belleza me hizo sentir ligeramente mejor.

—Puedes derrotarlo —repitió. Su voz era baja y dura. Sabía que estaba molesta. Sabía que estaba enojada. Actuaba como cuando fuimos a por el Gato de Cheshire. Solo que hoy no me había dejado ni una vez sola.

Donde yo iba, ella también. Cuando me duché, estuvo conmigo, tocando mi rostro y acariciando mi cabello. Cuando me puse mi maquillaje, me senté en su regazo. Y ahora, su mano permanecía firmemente en mi muslo.

Si no la conociera mejor, pensaría que mi Conejo estaba asustada también.

—Tienes tu cuchillo y tu pistola —continuó— Estaré allí en cada paso del camino —sus fosas nasales se ensancharon— No le permitiré herirte.

Tea Time! ❥ ᴊᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora