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- The Caterpillar -


Conejo
Una semana después...

El viento corría a toda prisa a través de nuestro cabello mientras la miraba de reojo apuntar la pistola.

Hora del té —apuntó la pistola hacia el parabrisas— Hora del té —anunció en un tono diferente. Negó, exasperada.

—¿Cariño? —cuestioné. Sus manos cayeron a sus rodillas, la pistola azul yaciendo en su regazo.

Su labio inferior sobresalía. Estaba pintado de un rosa brillante, su lápiz de labios favorito a salvo en su bolsillo. El viento onduló su masa de rizos rubios, una diadema negra era la única cosa manteniéndolo un poco en su lugar. Llevaba un vestido azul limpio, sus calcetines hasta el muslo de rayas negras y blancas y sus botas hasta el tobillo pulidas.

Hermosa.

—No he decidido qué decirle a la Oruga cuando lo encontremos. No puedo decidir cómo decir lo que quiero —me miró y sus hombros se hundieron. Su dedo pasó sobre el grabado de su pistola— Quiero decir esto, "Hora del té", antes de dispararle, porque está en mi pistola y creo que suena tan bien. Porque me encanta el té —su rostro se nubló— Pero sólo el Earl Grey; nada más servirá.

Mi pecho se apretó. Siempre había dicho eso cuando éramos niñas. Y se enojaba mucho si alguien intentaba beber algo salvo Earl Grey, no importaba si intentaban servírselo. Si se atrevían a beber Darjeeling, se volvía completamente loca.

—Pruébalas conmigo —señalé, y su rostro se iluminó. Dolly se removió en su asiento y apuntó la pistola a mi rostro. Sonreí con suficiencia.

Hora del té —dijo— Hora del té —después de haberme ofrecido cinco maneras diferentes de decirlo, preguntó— ¿Bien?

—La número uno, cariño. Es perfecta.

—¡Sí! —gorjeó, victoriosa, y se puso de frente en su asiento de nuevo— Hora del té —dijo, intentando verse amenazante. No hizo muy buen trabajo. Era demasiado jodidamente hermosa para eso.

Un ángel corrupto... corrompido por mí, agente del mismo diablo.

La pareja perfecta.

Dolly bajó su pistola justo cuando pasamos la señal... Amarillo. Al minuto en que entramos en los límites de la ciudad, sentí la sangre en mis venas calentarse y mi carne empezó a crisparse. El olor a hachís llenó mi nariz a pesar de que no había ninguno presente. Sólo la idea de que este hijo de puta me hizo olerle, escuchar su gruñido desde detrás de mí. Eché un vistazo a Dolly, ahora acariciando el andrajoso cabello de la cabeza de su muñeca, cantando para sí. Me pregunté qué le hizo el gordo hijo de puta cuando me había ido. Podía oír aún sus palabras hacer eco en el tiempo de esa noche.

"Las quiero juntas. Las quiero tener al mismo tiempo."

Para el tío Lester, el gordo pedazo de mierda a quien le gustaba violar niños en pares, el género no era un problema. Bueno, el hijo de puta iba a conseguir su deseo.

Habíamos estado conduciendo por un tiempo para llegar a la casa oculta de la Oruga. La Oruga, llamado así en el País de las Maravillas por su amor al hachís... fumado en su valiosa cachimba.

Dolly había entrenado duro esta semana pasada. Y fue un espectáculo. Acertó su marca con perfecta puntería, rajó a su objetivo con veneno en su corazón.

Mortal perfección.

Nunca había estado tan excitada, no hasta que la miraba luchar. No estaba segura de cómo me contendría al verla cometer verdadero asesinato.

Tea Time! ❥ ᴊᴇɴʟɪsᴀDonde viven las historias. Descúbrelo ahora