- A new history -
Dolly
México.Caminé por la arena hasta donde sabía que Conejo me estaba esperando. La gran sombrilla tapaba su rostro, pero vi sus antebrazos tatuados, las mangas de la camisa dobladas hasta el codo.
Con la mano en la cadera, rodeé la sombrilla hasta que supe que podía verme. Miré hacia el océano. Conejo y yo vivíamos en una casa junto al mar. Teníamos nuestra playa privada.
Podíamos ver la playa pública a nuestro lado. Después de todo, que la gente mirase El País de las Maravillas era una de mis cosas favoritas. Con cada día aquí, en esta parte del País de las Maravillas, tenía más y más curiosidad por las cosas en la vida.
Escuché a Conejo farfullar profundamente en su garganta.
Y sonreí.
Arqueé la espalda, fingiendo mirar algo en la distancia. Conejo murmuró de nuevo y dijo:
—Gírate.
Los estremecimientos se extendieron por mi columna vertebral ante su orden. Ahuecándome el cabello con las manos, me arreglé la corona y me giré... lentamente... oh, muy lentamente. En mi radio sonaba una canción sobre una bebida afrutada llamada Piña Colada. Balanceé las caderas con su ritmo.
Cuando levanté la mirada, Conejo se había reclinado sobre su tumbona. Me reí al verla. Se vistió como siempre, solo que el pantalón estaba enrollado hasta las rodillas, mostrando sus piernas tatuadas. Las mangas de su camisa negra también estaban enrolladas. Y estaba desabotonada hasta el ombligo, su corbata colgaba desanudada al cuello.
Llevaba un monóculo en el ojo izquierdo. Se lo había comprado como un regalo. Mi Conejo no podía ser un verdadero Conejo Blanco sin un monóculo.
El vial de mi sangre colgaba de su garganta. Me temblaban los muslos solo al verla... al pensar de nuevo en esa noche. Y en las muchas noches que han sido como esa. Me encantaba tocar a mi Conejo.
No pasaba una noche sin que nos tocásemos y jugásemos.
—Aquí —ordenó Conejo, señalando la corta distancia hasta su tumbona.
Mantuve la mano en la cadera mientras me pavoneaba hasta ella.
Permanecí un lado de la sombrilla y exigí:
—¿Bien?
Esperé que comentase algo sobre mi nuevo bikini azul pálido y blanco. La mirada de Conejo era ardiente y la pasó por mi cuerpo. Yo bajé la mirada a su entrepierna y sonreí.
Parecía que le gustaba mucho lo que veía.
De repente, me sujetó de la muñeca y tiró de mí hacia su pecho. Grité cuando caí. Pero me reí cuando mi pecho tocó el suyo. Cuando mis labios se cernieron sobre los suyos.
—¿Te gusta? —pregunté— ¿El bikini?
Movió la mano a mi nuca y estrelló sus labios contra mí. Me comió la boca, mordiéndome el labio. Luchando, mordí la carne de su labio tan fuerte que saboreé la sangre. Gimió con fuerza mientras me robaba más besos rudos.
Cuando nos separamos, sus pupilas estaban dilatadas.
—Conejo tonto —regañé y la golpeé en su fuerte abdomen.
Alguien se aclaró la garganta. El servicio había traído nuestro té.
—¡Es hora del té! —canturreé y señalé la mesa a nuestro lado para que el servicio lo colocase. Conejo mantuvo los brazos alrededor de mi cintura, sosteniéndome en el lugar. No iba a ir a ninguna parte.
El servicio se retiró. Me senté y serví el Earl Grey en nuestras tazas.
Leche y azúcar, dos terrones en cada una. Conejo mantuvo la mano en mi estómago. Cuando me giré para darle su té, estaba mirando su teléfono.
Me tumbé junto a ella y puse el té en la mesa a su otro lado. Apoyé la cabeza en su hombro y la observé teclear palabras que no podía leer.
—¿Volveremos a encontrarnos con ellos? —pregunté, haciendo un puchero. Quería ser amiga del señor Chapel y los señores Henry y Hyde.
—Quizá algún día —contestó, y guardó el teléfono en el bolsillo— Ambos tienen sus propios viajes que hacer primero. Sus propios hombres malos a los que matar.
Volví a sentarme de mal humor y bebí de mi té.
—Estoy aburrida —me quejé, dejando salir un profundo suspiro. Me giré hacia Conejo— Echo de menos matar, Conejo. Echo de menos clavar mi hoja en la carne de la gente y hacerle sangrar —pensé en todos nuestros encantadores asesinatos. Sonreí con cariño — También echo de menos escuchar los fuertes gritos que causa nuestra maldad. Sonidos tan dulces y celestiales...
—Yo también, querida —contestó. Y me reí en mi taza cuando su parte traviesa se endureció en su pantalón. Sabía que estaba imaginando toda la encantadora sangre en sus manos.
Me ocupé en beber mi té. Solo había tomado cuatro sorbos, Conejo solo había tomado dos, cuando se pudo escuchar un fuerte golpe desde la playa pública a nuestro lado. Giramos la cabeza a un lado. Un hombre tenía agarrado a un niño pequeño, de no más de ocho años, por el cuello.
Tenía la boca en su oreja... luego pasó la mano por la espalda del niño hasta su trasero.
El niño lloró.
La taza me tembló en la mano ante la visión. El hombre lamiendo el cuello del niño. El pequeño niño congelado, agachando la cabeza mientras el hombre lo guiaba a un auto que esperaba al borde de la playa.
—Dolly —dijo Conejo con voz helada mientras observábamos al auto desaparecer de la vista.
—¿Sí, Conejo?
Se giró hacia mí, su mirada tan furiosa como la mía.
—Vamos a ir a una nueva aventura —sentí la sangre hervir en mis venas. Asentí con placer. Terminó su té y luego se sentó al borde de la tumbona.
Me puse en pie de un salto, preparándome para correr tras el auto.
Conejo extendió la mano y me detuvo sujetando mi muñeca. Le envió un mensaje alguien con el teléfono.
—Chapel tendrá su dirección en diez minutos. El estúpido cabrón me dejó ver su matrícula.
Sonriendo, se levantó y me acercó a su pecho. Su mirada era salvaje, su erección presionando contra mi pierna.
—Ve por tu pistola y cuchillo...
—Y mi vestido, calcetines, botas y pintalabios —enumeré, interrumpiéndola— No puedo matar sin todas mis cosas favoritas —abrí los ojos de par en par— ¡Oh! Y también mi muñeca Alicia. A ella le encanta vernos matar.
Luego esperé. Esperé a que el Conejo Blanco... mi Conejo Blanco... señalase el comienzo de nuestra nueva aventura.
La observé, conteniendo la respiración. Observé mientras una sonrisa lenta y viciosa aparecía en sus labios. Observé mientras alcanzaba su chaleco y sacaba su reloj de bolsillo.
El corazón se me aceleró cuando me miró a los ojos. Mantuve la mirada en la suya mientras se llevaba el reloj a la oreja.
Golpeó el metal. Y con malicia en su corazón y oscuridad en sus venas, sonrió y dijo:
—Tic tac.Fin
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Tea Time! ❥ ᴊᴇɴʟɪsᴀ
Hayran KurguNunca fue la luz en mi vida, sino un fuerte eclipse, borrando el sol y cualquier cosa brillante, trayendo consigo una noche interminable. Sino un alma no destinada a la paz, sino hecha a mano para la muerte, el asesinato, la sangre y los huesos... A...