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Olive Traske era una joven de dieciocho años. Sus intereses eran poco comunes, pero el que destacaba entre ellos era la magia. A ella le gustaba considerarse una bruja verde, le atraían mucho las plantas y sus propiedades. A la vista de muchas personas, Olive era una chica normal, y claro que lo era, como cualquier chica normal tenía obsesiones, pero ella debía ocultar la suya. Tenía miedo de que en algún momento las personas del nuevo Salem se levantasen contra ella y la ahorcarán de un árbol como había pasado con las hermanas Sanderson. Pero ella no sería mala, ella haría las cosas bien.

Eran las seis de la tarde, la escuela había acabado y su plan para despertar a las brujas de Salem estaba por comenzar.
Los niños empezaban a correr por los alrededores, todos disfrazados y contentos, tocando de puerta en puerta para acumular dulces. Unos llevaban solo una bolsa o una calabaza de plástico, otros llevaban tres bolsas o fundas de almohadas, y poco a poco su contenido iba pesando. A Olive le gustaba mucho ese ambiente. Halloween era la mejor época del año, pues el clima traía de regreso las frescas brisas del aire octubrino, los atardeceres eran más naranjas de lo usual, y las hojas que caían de los árboles le generaban una especie de paz.
- ¿No crees que ya estás muy grande para disfraces? - preguntó su madre, que se detuvo en la puerta del cuarto de Olive, viendo cómo esta daba los últimos detalles a su disfraz de bruja.

- Creo que soy lo suficientemente grande para divertirme. - dijo Olive mirándose con una sonrisa en el espejo.

- ¿Sabes? Es muy curioso que una Traske decida vestirse de bruja en Halloween, considerando que en un pasado solíamos odiar a las brujas y ahorcarlas. - su madre entró a su cuarto y acarició su cabello recién cepillado.
En un pasado las personas odiaban a las brujas, y dos familias en específico les tenían un gran rencor, los Binx, y los Traske. El odio de las hermanas Sanderson hacia ellos era mutuo. Pero los tiempos cambian, al igual que la mente de las personas, y ahora los Traske eran solo una simple familia con un apellido reconocido en el pueblo.

- No regreses muy tarde. Tu padre y yo no vamos a estar, iremos a una fiesta. - Olive asintió y tomó su mochila. - ¿Sabes? Las personas normales llevan calabazas y no mochilas. -

- El próximo año compraré una. - dijo y ambas salieron de la habitación.
En su mochila llevaba plantas de romero, laurel, lavanda y una bolsa de tela con rosas secas. También llevaba sal para protección, unos pocos cristales para la suerte y fósforos.
Al salir se despidió de su mamá con un beso en la mejilla y emocionada caminó por la calle con su deslumbrante disfraz. Aún era muy temprano para comenzar su pequeño ritual, así que se dio el lujo de pedir unos pocos dulces, después de todo los necesitaría como energía. A ella no le daba pena pedir dulces a su edad, pensaba que a nadie debería darle pena. "¿Quien dice qué hay una edad específica para la diversión ?", pensaba ella.

Se acercó a un grupo de niños que estaban por tocar otra puerta, y le sorprendió ver a un chico de casi su edad pidiendo dulces.

- ¡Dulce o truco! - pidieron los jóvenes.

- Aw, que lindos disfraces tienen todos, y ustedes jóvenes también. - se refirió la señora de la casa a Olive y al otro chico. El halago hizo a Traske sonreír, pero el otro chico se veía disgustado.

- ¿Estás aquí también por los dulces? - preguntó Olive en un susurro.

- No, en realidad vengo a acompañar a mi hermanita. - señaló a la pequeña con un disfraz similar al de ella. Al escuchar esto la niñita volteó y miró a Olive con asombro.

- Hola, soy Dani y el es mi hermano Max. Me gusta mucho tu disfraz. - apuntó mientras abría una paleta de las que acababa de recibir.

- Aw gracias,Dani. Tu disfraz también es muy genial. - la niña sonrió y agradeció con un gesto adorable.

- Bueno, me dio gusto conocerlos y uh... gran disfraz, Max. - Olive se retiró con los dulces en su mochila y caminó alejándose de los suburbios. Pudo haber ido en su bicicleta, pero Olive prefería caminar, en especial en este día.

Había empezado a oscurecer y al acercase cada vez más a donde estaba la cabaña de las Sanderson empezaba a sentir un poco de miedo. Por alguna razón, en esta fecha del año, la neblina en el camino hacia la cabaña era más notoria.
Entre arbustos y hierbas, Olive llegó a la cabaña, que aún permanecía oscura. Con una hebilla para sujetar su cabello abrió la puerta y tomó una linterna que yacía en el suelo. La linterna era de ella, y siempre que iba a leer y explorar la dejaba en su lugar.
Había muchas telarañas y polvo. El libro en la vitrina del centro aún estaba dormido como decía la leyenda, pues solo despertaría cuando su dueña lo hiciera. Olive siempre había querido leer ese libro, pero tenía miedo de las cosas que pudieran salir de ahí.
Con suerte encontró la vela, y se dio tiempo de admirarla. Era muy observadora, y notaba esos pequeños detalles que la gente pasaba por alto. Era su momento, Olive Traske se encargaría de traer de vuelta a las hermanas Sanderson y probaría que no solo eran un mito. Sacó de su mochila los fósforos, y de la caja uno de ellos. Estaba por encenderlo, cuando escuchó voces cerca. Tenía que esconderse. Mantuvo la caja de fósforos a su lado y se escondió detrás de un viejo mostrador.
Escucho a los jóvenes entrar a la cabaña, dos voces se le hacían familiares. Se asomó por un extremo del mostrador, y vio que las voces eran del chico y la niñita que había conocido por la tarde. Venían acompañados de otra chica, la conocía, era Allison, la chica que antes estaba a cargo de la cabaña. "¿Que están haciendo ellos aquí?", pensó. Estos chicos estaban arruinando su plan. Intento pensar una forma de deshacerse de ellas hasta que escucho un:

- ¡Max, no! - escuchó la voz de la pequeña chillar. Eso la sorprendió y cuando se asomó para ver, se dio cuenta de que el joven estaba por encender la vela.

-¡No! - gritó ella también y se abalanzó sobre el muchacho. Eso asustó a los tres chicos.

- ¿Tu ? ¿Que haces aquí? - preguntó Max.

- Deben irse de aquí. ¡Ya! - gritó Olive. Pero ya era muy tarde, la llama estaba encendida y su color era como el nombre lo prometía, negra. - Demonios. - dijo al ver la llama completamente encendida.

El piso comenzó a tambalearse, dejando ver una extraña luz verde que venía de abajo. Solo se escuchaban los gritos de los jóvenes en la cabaña, hasta que el movimiento se detuvo.

- ¿Que acaba de pasar? - preguntó Max.

- Un virgen... prendió la vela. - dijeron Dani y Olive al unísono.

Se oyeron truenos por fuera de la cabaña.

- Están aquí.- susurró Olive. - ¡Escóndanse! - acto seguido los otros tres chicos le hicieron caso, y la puerta se abrió de golpe, dejando ver la silueta de tres mujeres.

Now you're mine (Sarah Sanderson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora