Capítulo 8

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El número de minas que el híbrido había explorado en estos meses desde que habían llegado era decentemente alto, era bien conocido por todos que Rubius tenía un particular gusto por minar, aún si no estuviese buscando materiales específicos, el simple hecho de ir a explorar y quizás ganarse uno que otro premio por la hazaña le eran más que suficiente muchas veces, realmente era más la acción de minar y divertirse lo que le gustaba.

Vegetta recuerda que varias ocasiones, el rubio le dejaba cofres con material para su castillo, ocasionalmente pedía un pago en forma de favores o uno que otro diamante, pero la mayoría de las veces, el osito simplemente le entregaba el material como regalo, casi siempre después de haber hecho alguna travesura o broma que le ''molestara'' porque si era sincero, le era muy difícil enojarse con él de forma seria o real, siempre le ha tenido debilidad a ese par de hermosos ojos verdes.

Y si ahora mismo se sinceraba más consigo mismo, recordar aquellos amenos momentos y tener buenos pensamientos respecto al rubio le ayudaban a seguir su camino a pesar del dolor que su cuerpo exclamaba con cada paso que daba, además de que así, lograba por un momento mantener a aquellas horribles voces más silenciosas o por lo menos no tan abrumadoras como lo habían sido hasta ahora; Era mejor recordar sus sonrisas cuando le iba a dejar objetos como pizarra profunda, piedra o inclusive arena, todo mientras le llamaba con un tono de voz lleno de alegría... cómo añora oírlo de nuevo.

Logró llegar a las primeras minas que el rubio le había comentado que exploró tras su llegada al pueblo, eran cercanas al centro de éste y, por lo tanto, era mejor descartarlas ya desde un inicio, se introdujo en la primera y con ayuda de la iluminación provista por antorchas, comenzó a buscar, llamándolo aunque fuese con una voz ronca y que a ratos se perdía hasta no oírse nada.


- ¡R...rubiuuuus! ¡Doblaaa...aas..! - tosió fuertemente, odiaba tener la voz así de mal, al punto de no escucharse correctamente ¿Cómo lo iba a oír su osito? Lo único bueno es que se formaba un eco gracias a lo cóncavo de la cueva, eso le auxiliaba a que se escuchara un poco más decente, pero a opinión del mago, no era suficiente.


Bajó unos cuantos metros más, siendo cuidadoso de no llamar tampoco tanto la atención en caso de que algo que no fuese Rubius estuviese rondando entre la oscuridad, pero tras varios minutos de caminata era evidente que fuera de mobs como creepers, esqueletos o zombies, la mina se encontraba vacía, sin rastro alguno de su oso; Gruñó frustrado y salió lo más rápido que pudo, pudiendo escuchar el 'Clac, clac, clac' de los huesos de esqueletos que rondaban muy cerca suyo, no tenía tiempo de lidiar con ellos, además de que tampoco iba muy armado o preparado para dar una pelea larga y curarse.

Descartó las primeras dos minas que eran las más cercanas al pueblo, no había rastro alguno de actividad reciente, por lo menos de mano humana y obviamente no había rastro alguno de Rubius. Poco a poco su mente volvía a ser dominada por aquellas malas voces, pensamientos intrusivos volvían a querer molestarle y llevarlo de nuevo a aquella espiral que lo había hecho perder tiempo desde un inicio.


- ¿Qué te asegura que uno de esos mobs le hizo algo? ¿Y si nuestro osito estaba más profundo dentro de la mina? - Vegetta negó con la cabeza, siguiendo su camino hacia las siguientes minas que conocía que el oso frecuentaba, intentando ignorar aquellas voces venenosas.


- Mi Doblas está bien. Él está bien. Yo lo encontraré y lo llevaré a casa. – se dijo a sí mismo mentalmente, repitiendo las palabras como un mantra meditativo, uno que con fortuna hiciera un bloqueo a esas voces, no quería volver a dejarse llevar por sus impulsos o su desesperación, es lo que MENOS necesita hacer ahora mismo, necesita cabeza fría y concentrada.

❄ ·𝐖 𝐈 𝐍 𝐓 𝐄 𝐑 · ❄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora