La adolescencia es la etapa más difícil de la vida de cualquier ser humano aunque no lo crean. Esta etapa estaba siendo tan dura para Betty Cooper, que ella no sabía si iba a sobrevivir a ello.
Con solo dieciséis años, vivía en una familia disfuncional con un padre alcohólico y una madre que la presionaba y además de eso nunca estaba en casa. Ni ella ni su esposo. Y cuando estaban, solo discutían.
Betty se autolesionaba, lloraba sola en las frías noches, en su habitación, y muchas veces se mataba de hambre porque los demás le decían que estaba gorda; principalmente su madre.
Todo eso cambió cuando en un receso ella lloraba encerrada en los vestidores, y alguien entró por accidente.
Su compañero de tercer año de secundaria abrió la puerta de los vestidores y se sonrojó un poco al verla. —Perdón, pensé que este era el de los chicos—
—Está bien— Contestó la rubia, limpiándose las lágrimas mientras permanecía abrazada a sus piernas en el piso.
El chico suspiró y se acercó a ella. —¿Estas bien? ¿Por qué estás llorando?—
Betty tomó aire y lo miró, con las mejillas empapadas de lágrimas. —Perdón... eres Jughead, ¿Cierto? Ya estamos en el tercer año de la secundaria y no te he hablado—
—Sí, soy yo, Betty— Contestó el ojiazul, sentándose a su lado en el piso. —¿Puedo ayudarte en algo?—
—No, estoy bien— Aseguró la ojiverde, poniéndose de pie y tendiéndole la mano a Jughead. —Salgamos de aquí o pensarán cosas raras—
Jughead soltó una pequeña risa y cuando los dos salieron de ahí, volvieron a lo mismo; no hablarse como habían hecho estos últimos tres años de la secundaria.
Pero al finalizar las clases, Jughead alcanzó a Betty fuera de la secundaria.
—Oye, espera— La detuvo el chico, tomándola del brazo con cuidado.
Betty se giró a mirarlo y sonrió levemente. —Hola, Jughead. ¿Que sucede?—
Jughead aclaró su garganta. —Solo para decirte que si necesitas algo, puedes escribirme o algo así. Te vi muy deprimida y me preocupé. Toma—Le pasó un papel.
Betty tomó aquel pedazo de papel con el número del chico y le sonrió. —Gracias. Nadie se había preocupado tanto por mí antes. Gracias—
—No es nada. Hasta mañana— Se despidió Jughead, sonriéndole mientras se iba.
Ese día Betty se fue a casa sintiéndose diferente. Nadie había mostrado esa preocupación por ella además de su mejor amiga Verónica.
Aunque no habló antes con ese chico, hoy se fijó y le pareció muy apuesto. Alto, ojos azules, cabello negro que sobresalía de su gorro y una mirada atrapante.
—¡Elizabeth!— La llamó Alice, su madre, desde la sala. —¡La cena!—
La voz de su madre le daba escalofríos. Ella salió de su habitación y se sentó en la mesa junto a su familia, y había mucho silencio.
Hall, su padre, solo miraba su celular y Alice cenaba en silencio, sin mirar a nadie.
Betty solo miraba el platillo frente a ella. No tenía ganas de nada. No le gustaba estar en esa situación.
De repente Alice miró a su hija y le sonrió. —Linda, hay una excelente dieta que puedes llevar para bajar de peso—
Betty miró a su madre y suspiró. —No estoy gorda—
—Oh vamos hija. Sabes que estás algo pasadita de peso— Aseguró la mayor.
—Ya basta— Exigió Betty, poniéndose de pie. —Ya no quiero nada—
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One Shots "Bughead"
FanfictionPequeñas historias que escribo en mis destellos de inspiración, transmitiendo mis pensamientos o emociones más fuertes.