Día uno: Calidez

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Kyoujuro siempre le ha gustado la calidez que emerge del cuerpo y de la aura de Akaza. No lo puede describir en palabras ni en acciones solo el sabe lo que siente.

El pasillo se llena de estudiantes, todos apurados por ya salir de aquella cárcel a la que llaman "Escuela", y de entre todo ese gentío una cabellera pelirosa se divisa a lo lejos.

— ¿No vendrás a comer?— Pregunta su cuñada con su lonchera entre sus manos. Se encoge de hombros y alza las manos haciendo algunos ademanes con sus dedos.

Akaza es sordo.

" Voy a ver a Kyoujuro"

Koyuki se sonroja y asiente levemente, en ese momento llega Hakuji, hermano gemelo de Akaza.

— No llegues tarde, el maestro te golpeara con la silla otra vez — Advierte. Agarra de la cintura a su prometida y empiezan a caminar.

El también hace lo mismo perdiéndose entre los pasillos en busca de aquel rubio. Desde que tiene memoria su condición le ha permitido excluirse de todos incluso de su propia familia, Keizo, adoptó a los dos hermanos sin pensar que el menor de los gemelos tendría una discapacidad. Realmente no la toma como discapacidad, es algo con lo que ha llevado desde que nació.

Y algo con lo que ha luchado diariamente.

Si no fuera por Koyuki jamás hubiera aprendido lenguaje de señas.

Al llegar a la sala de maestros, entra encontrando a un pelirrojo encima del profesor de deportes, alza una ceja sin entender pero rueda los ojos al ver las manos del menor sobre el pantalón de Tomioka.

" Busco a Kyoujuro"

Kamado con la mejillas rojas, se levanta y sale de la sala de maestros. Tomioka suspira.

— Fue a dejar unos exámenes no tarda en llegar — Abrocha su pantalón.

Akaza asiente, deja su mochila sobre el escritorio del profesor de historia y toma asiento. Giyuu lo mira, nunca entendió cómo es que surgió un noviazgo entre ellos dos.

Le era sorprenderse porque el primero en declarar su amor fue Kyoujuro y no Akaza.

" ¿Qué sucede? "

— Nada, me quedé pensando en otras cosas. Me voy, no olvides tu examen médico, es para mañana — El azabache recoje sus cosas del escritorio, y sale de la sala de maestros.

Akaza siente la soledad apoderarse, nuevamente está solo. La silla en la que está es giratoria, revisa su reloj ya era la hora en la que se suponía que tenía que estar Kyoujuro, coloca sus pies sobre la pared y se impulsa hacía atras para dar vueltas en la silla.

Una sonrisa se forma en sus labios.

Repite el procedimiento por tres veces hasta que su cabeza empieza a dar vueltas.

Nuevamente mira el reloj pasan ya de las tres, y su novio no regresa. Preocupado decide buscarlo sin importar cuántas veces el rubio le haya dicho sobre no salir de la sala de maestros al menos que el se lo pida.

Entra a cada salón, azotando puertas, entra a los baños, la cafetería, el patio, las canchas de fútbol, voleyball y básquetbol pero no hay rastro alguno del profesor.

De pronto le llega un recuerdo, aquel en donde Rengoku confesó sus sentimientos.

Con el corazón latiendo a mil por hora, corre en dirección a la azotea. Al llegar su corazón deja de palpitar pero un malestar en la boca de su estómago se hace presente, ahí, sentado con lo que parecía una carta en su mano derecha y con el aire levantando sus rubios cabellos.

Ahí se encuentra Kyoujuro.

A paso lento camina regulando su respiración, los recuerdos llegan a el y es como ver la viva imagen suya de niño cuando recibió la noticia de que su padre había muerto.

Su novio se voltea con lagrimas en sus ojos, la corbata de su camisa está floja y su respiración cada vez es más débil.

" ¿Qué sucede? ¿Qué tienes?"

El menor se acerca con preocupación al mayor, Rengoku sonríe y eso ocasiona que Akaza se preocupe más.

"Dime "

— Papá murió —

No sabe que hacer siente su cuerpo paralizado ¿Que se supone que debería hacer en estos momentos? abrazarlo es una buena opción pero sabe que no es suficiente.

Cuando el está triste Kyoujuro siempre lo anima con postres, besos, caricias y hasta eso sube su calificación de historia. Sin embargo, es la primera vez que su novio muestra esa faceta que nunca había visto.

Siempre alegre, siempre energético, risueño, amable, gentil; siempre Rengoku Kyoujuro.

Hace una semana leyó en las redes sociales sobre dejar ir a las personas aunque te hicieran o hicieron daño, dejar las cosas fluir como el agua fluye en los ríos, como el viento oscila, como el sonido de las olas reina y como el desatar un nudo fuera lo más fácil del mundo.

A su punto de vista dejar ir a su padre fue una de las cosas que más le dolió y que más tardo en superar, no podría decirle a Kyoujuro que las cosas pasan por algo porque eso lo harían sentir culpable. Akaza sentía culpa de la muerte de su padre.

Recordó el suave tacto en su mejilla, era la mano de Koyuki, una mano suave y lisa.

Esa mano que millones de veces lo acogía en su pecho y lo arrullaba cuando tenía pesadillas. Pero esa mano paso de ser femenina a ser un poco grande y tener un tacto aún más suave que el de su cuñada.

Kyoujuro deja salir algunas lágrimas por sus ojos.

Cada vez se siente más y más chiquito, mierda, no sabe que hacer.

Y sin embargo, enrrolla sus brazos alrededor del rubio. Duraron así por varios minutos en los que el rubio estallaba en llanto y en los que el pelirosa limpiaba sus lagrimas cada vez que se separaban y volvían abrazarse.

— Perdón, por preocuparte — Sorbió su nariz separándose del menor.

" No te preocupes, ¿Te gustaría plantar girasoles conmigo?"

El mayor sonrió enternecido el anocher entre ellos se hace presente y es difícil no besarse.

De algo estaban seguros, y es que tanto Akaza cómo Kyoujuro tienen diferentes maneras de expresarse.

Y entre ellos solo emerge algo llamado calidez.


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𝐀𝐤𝐚𝐑𝐞𝐧 𝐖𝐞𝐞𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora