Misteriosa confianza

8 3 1
                                    

Saben la gente que puede perfectamente levantarse y hacer algo pero no lo hace...

Soy la gente.

Sinceramente, quería salir e iba a hacerlo, me coloqué —lo primero que encontré— ropa abrigada y salí de mi habitación, toqué la puerta de Dante para asegurarme que estaba en casa, no contestó, se oía una tenue música de fondo, una canción que no reconocía, aunque pensándolo, ¿que canción que Dante escuchara yo me sabía?

«This city's burnin', It's not my burden, It's not over before it's too late»

Asumiendo que estaba...

Salí de la casa, el aire frío golpeó mi cara, lo respiré y sonreí, metí las manos en los bolsillos de mi pantalón y empecé a caminar sin rumbo alguno, pasando por todas las esquinas solitarias, casas con luces encendidas, me sentía la única persona del mundo.

El parque se encontraba totalmente solo, únicamente estábamos los juegos y yo, ¿quién saca a sus niños propensos a los resfriados al frío?

Me senté en uno de los columpios mientras me mecía lentamente sobre éste, cerré mis ojos, no me importaba nada, no me importó ni la presencia que sentí junto a mí, sólo quise salir de mi cuerpo un rato y estar al aire frío, sola.

—¿Por qué no has ido a la casa con nosotros?, ¿No te agradamos? — preguntó una voz conocida, entre abrí mis ojos y los giré a donde venía, estaba una pelinegra sentada en el otro columpio, mirando a sus pies, siempre usaba unas poderosas botas negras, esta vez tenían el ruedo de una media blanca de corazones sobresaliendo, sus piernas parecían descubiertas.

—¿Ir?... ¿Por qué iría? — ella comenzó a mecerse más fuerte, iba escalando la velocidad de su arranque, su vestido negro ondeaba al viento y ella soltaba risitas, ahora veía un bolso color marrón colgado en su hombro, el que no había notado.

—Porque eres parte de nosotros, ¿Dante no te contó? — inquirió sin mirarme.

—No... — ella detuvo su empuje con sus zapatos, me miró por primera vez en toda la conversación, en sus ojos se veía confusión.

—¿O es que no quieres...? — murmuró, casi como si no me hubiera oído — ¿no te agradamos o te damos miedo?

—¿Qué?

—¿Qué de qué? — se siguió impulsando arriba en su columpio, tarareando una canción parecida a la que oí más temprano salir del cuarto de Dante.

—Estas confundida, él no me ha dicho nada...

—¿Y qué hay del día que fuiste a la casa?, estuviste dentro y viste a la chica antes de morir, luego corriste, pensé que jugarías con nosotros... — y anda con eso.

—No, no me uniré a eso, no sé cómo funciona eso para ti, pero yo no seré parte de su religión de asesinos. — respondí de mala gana, no sabía en qué momento ella se había puesto de pie en el columpio.

—Ah. — se bajó, tomó el bolso, tampoco supe en que momento lo tiró al suelo, pero ya no lo llevaba — supongo que no es para todos.

—Espera... ¿Él... Debía decirme? — pregunté, a lo que ella se encogió de hombros y se terminó de ir, llevándose antes un hongo que estaba en su camino, en este momento tenía más dudas de las que pude haber tenido antes sobre su grupo...

Xx

—¿Pero qué tiene que me digas qué sucede?

—Sólo... Sólo olvidalo, ¿es tan difícil? — respondió el castaño girando los ojos.

Assassin in SpeculumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora