Saint Bernard sit

5 1 2
                                    

—Imposible... —movió su cabeza negando varias veces, hizo una fina línea con sus labios para luego hablar. —No dejaron pruebas nunca... Y fue hace años, ya sería inútil la prueba que sea, dejaron de buscar... —su tono era firme pero mantenía un temblor en su voz, la oía como si temiera de algo.

—... — «Me matarán » pasó por mi cabeza. —Cierto... Entonces creo que sólo estaba soñando, nada importante... —me hice la boba, parecían haberme despertado las no tan alentadoras palabras y haberme hecho reaccionar, haberme hecho volver a decir “No debes”

Bela asintió, como si hubiera respondido correctamente a un examen, me miró con unos ojos tan agrandados que fácilmente se compararían con los de una muñeca —Debí saberlo... —soltó un aire por la nariz — Por un segundo pensé que tendría que esconder a Billie de nuevo... —respiró profundo, mirando al gato blanco y negro que estaba tirado en la cama lamiendo sus patas para pasarlas por su cabeza, ese gato que ella tanto amaba.

No tocamos más el tema, para mi suerte.

...

—¿Qué hacemos de cenar? —grité desde la cocina hacia Bela, quien estaba en la sala, respondió con una voz tan suave que se volvió inaudible. —¿Perdona? —entro en la cocina, me miró y comenzó a buscar en el estante.

—Hay Maruchan, fideos instantáneos, no hagamos esos, saben mal... Macarrones y pan... Dios, ¿por qué mis hermanos tienen que comer tan mal? Se van a enfermar... —dió un refunfuñón entre dientes buscando cualquier otra cosa escondida en la alacena, sin éxito —Pan es lo único que no nos provocará enfermedades renales futuras por exceso de sales...

—Pan está bien, no te preocupes. —sonreí y acaricié su espalda, ella hizo una línea de sus labios y me miró, sus ojos estaban abiertos en su totalidad y sus pupilas dilatadas, ¿estaba ansiosa? No lo sé. Eso era raro.

—Pan será. —sonrió, ella se sienta en el mesón y comenzamos a hacer la cena juntas, sin aviso ella toma una sola tapa de pan, le unta mantequilla y le pone... ¿Azúcar?

—¿Quejándose de que sus hermanos comen mal, eh? —me burle, me recordé a cierta persona.

—Deja quieto —me dio un pequeño empujón —, es muy rico, claro, debe tostarse...

—Yo sólo juego. —le devolví el empujón y así empezó una mini guerra de empujones hasta que nos sobresaltamos al por un claro ladrido venir de la puerta, esparcido por el espacio como si fuera en nuestras espaldas, nos miramos... No teníamos ningún perro.

A los segundos me di cuenta que estaba asustada por un perro, probablemente callejero o fugado de alguna casa, me relajé y fui a la puerta, con Bela detrás y una capa de seguridad de que es un perrito, abrí la puerta lentamente.

—Un perro... ¿Greñudo? —solté, la pelirroja se asomó y sonrió en alivio.

—Un San Bernardo... —salió al porche y se acercó, el perro pareció conocerla de años y se inmediato respondió a la caricia que Bela estaba extendiendo a su cabeza, éste se tiró en el piso, haciéndola agacharse para rascar su pansa, mientras le hablaba con palabras dulces y sonrisas.

—No tiene placa... —se volteó a mí, yo hice un gesto de negación, luego señalé al lugar del perro, indicándole a Bela que voltease, debió hacerlo antes de haber quedado con el perro prácticamente encima, lamiéndole la cara, ella reía. —Sacaré la cena, intenta averiguar si es de algún vecino.

—Claro —respondió ella—, cuidado que la tostadora pega corriente —advirtió, prefería hace caso.

Pronto pude ver la figura de la pelirroja entrando a la cocina y sacando de un estante un plato hondo color azul—Tiene sed —habló explicándose.

Assassin in SpeculumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora