The Moon

0 0 0
                                    

—¡Lorine, corre! —la silueta de mi hermano tomaba forma en la oscuridad, el único desajuste era que yo tenía a mi hermano al frente.

El sujeto anterior echo paso atrás, dejando suficiente espacio para estirar su brazo y apuntar a mi cabeza con un arma, el arma se sentía fría contra mi frente, había estado cerca de morir ya dos veces en muy poco tiempo y jamás me había sentido tan amenazada, tan débil y tan mutilada en mi vida.

Sentí una mano en mi tobillo, la que me haló sin casi fuerzas, tirándome en el suelo, menos de un segundo luego se oyó un disparo, de verdad iba a volarme la cabeza...

Sentí la mano liberar su agarre, dándome oportunidad de levantarme, al hacerlo empujé agitada al castaño impostor, mantenía su arma en su mano pero no disparó, me miró sonriendo.
—¡Vamos!, ¡aplasta mi cráneo con alguna piedra! —rugió, me dio un escalofrío oír las peticiones, fruncí las cejas y terminé por salir corriendo a donde sabía que estaba mi hermano, encontrándolo pronto, él tomó mi mano derecha y la llevó a su dirección, sacándome una queja de dolor, era mi brazo lesionado...

Tomó el izquierdo y volvió a tirar de él, empezó a correr conmigo agarrada, jamás me soltó, podía oír disparos tras nosotros, miró atrás, no sé qué vio, no tuve tiempo de voltear, en un momento él me atrajo a sí, para susurrar en mi oído.

«Hay una vieja capilla a menos de cien metros, llega allá»

Me soltó y me empujó, corrió a un lado contrario al que yo iba y seguí sus instrucciones, agitada y sin aire corrí una vez más, recordaba la capilla, era más bien una iglesia, Niria me había llevado y ahora eso me salvaría, o por lo menos me protegería...

Me senté en uno de los polvorientos bancos a recuperar el aliento, a retirar la tierra de mi cuerpo y a simplemente relajar el paso, ahora mismo me preguntaba por qué había seguido las instrucciones de la pelinegra, quizás eran las ganas de saber el porqué del incendio y puede que algo de rencor...

Oí un leve sollozo, le resté importancia, fácilmente podía ser una rata..., la cosa es que se hacían más fuertes, se oían golpes, rasguños y gritos, eso no era una rata...

Me levanté y busqué por todos los lados y rincones, dando con una piedra tras uno de los altos pilares, una puerta que se hallaba bloqueada con una silla de madera vieja y para rematar, una tabla, de ahí podía oír mejor todos esos ruidos, eran decididamente gritos humanos.

Aparté la silla y moví la tabla hasta que los clavos cedieron, estaban mal clavados y la podrida madera solamente se derrumbó ante la escasa fuerza que podía emplear, la voz cesó, me hice un poco atrás y de un empujón la puerta se derrumbó, dejando ver a una pequeña muchacha de cabello largo y negro, sus manos se veían golpeadas y manchadas de sangre, su propia sangre, la que salía de sus uñas rasgadas y gastadas por rasguñar la madera.

Se hizo una pequeña bolita de pelo en el suelo, posó sus manos sobre su cabeza, sollozando.
—¡Niria! —me aproximé a su paradero, puse mi mano sobre las suyas y esperé a que sus agonizantes gritos cesaran, en este momento me preguntaba cómo había terminado ella encerrada de aquella forma en el inmueble, por qué, sobre todo.

La muchacha se calmó quince minutos de después, me miró a la cara con los ojos tan rojos e irritados que pensé que explorarían, sus mejillas estaban llenas de la sangre de sus uñas y sus lágrimas secas y tiesas en su cara.

Ninguna dijo nada, nada hasta que ella empezó a llorar de nuevo.
—¡Perdoname, perdoname, no lo haré de nuevo! —gritó, haciendo un ruido agonizante al terminar.

—¡Niria, relajate! ¿Qué tienes? ¿Qué no volverás a hacer? —pregunté en la voz más baja y tranquila que pude hacerle.

—¡Soy una mentirosa! —gritó, dio un pequeño hipo antes de seguir hablando—, no debía traerte, ellos no estaban en la casa, ¡en esa casa no debía haber nadie!

Assassin in SpeculumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora