CHAPTER ONE

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"Everything begins when..."


La infanta posicionó su listón rojo de manera en que luciera perfecto sobre su coleta alta, acomodó su bufanda roja sobre su cuello y sonrió satisfecha cuando acabo. Caminó de regreso a la mesa donde sus padres se encontraban y jalo el suéter de su madre para indicarle que había llegado del baño, sin embargo, su mamá discutía sin parar con su papá.

Desde que tenía memoria siempre había sido así. Al principio, evitaban las peleas frente a ella, pero luego comenzó a dejar de importarles, o, mejor dicho, dejaban de notar que estaban ahí.

Lo que una niña de su edad normalmente no debía saber, ella ya lo sabía: infidelidades, violencia, drogas y de más.

Una mueca de tristeza se esbozó en su rostro y alicaída salió del restaurante en el que estaban, llegó a una acera y se sentó en ella, sobre los montones de nieve que había ahí. Hacía un frío infernal ese día, podía recordarlo. 

Una cabellera castaña pudo verla a lo lejos y aprovechando que su madre perseguía a sus problemáticos hermanos, decidió acercársele. 

- Oye - la llamó tocando su hombro. - ¿por qué lloras?

- Que te importa. - murmuró la niña desviando la mirada, odiaba que la vieran llorar. 

No había cosa que odiará más que sentirse avergonzada de esa manera.

- Hace frío, no deberías estar sola, puedes enfermarte. - la pequeña le dirigió su mirada y el chico pudo ver que tenía su edad.

 Los bonitos ojos azules de la niña estaban cristalizados y su nariz tenía tonos rojizos, entonces, fue ahí donde al pequeño Malcom se le vino a la mente una idea que podría distraer a la niñita. - Hey, ¿quieres ver algo realmente grandioso?

La de cabello castaño no tuvo tiempo de responder cuando el castaño ya había tomado su muñeca con delicadeza y la llevaba a algún lugar lejos, la de ojos azules lo miro con un brillo peculiar en su mirada.

Fue ahí la primera vez que sintió algo especial en él.

Pero eran niños, ¿no?, ¿qué acaso no eran comunes en ellos estos pequeños enamoramientos?

Llegaron a un lugar un poco vació, solo un par de personas caminaban cerca.

Se sentaron en unos pequeños bancos y el silencio abundo entre ellos.

- Oye, ¿vas a contarme que paso? - pregunto Malcom volteando a verla, ella no se giró a mirarlo.

- Mis padres - susurró pausando entre palabras. - Ellos apestan.

- Mi familia apesta también, Reese es un idiota, mamá está loca y Francis es el único que me agrada. - se quejó el infante. - Parece que soy el único con cerebro de ahí, en serio. 

La niña lo miro sorprendida.

- Te quejas demasiado. - dijo en voz baja, lo suficientemente baja para que él no escuchara.

- ¿Dijiste algo?

La castaña negó repetidas veces hasta convencerlo y este suspiro para después pararse.  

- Se supone que prenderíamos esto con Francis, pero que importa. - sonrió el de ojos azules quitando una manta que cubría fuegos artificiales, que probablemente consiguieron fraudulentamente, pero ¿qué más da? Movió el banco sobre el que estaba sentado y detrás de este había una caja de cerillos. - ¿Lista?

La de ojos azules asintió, parándose a su lado. Él niño intento prender el cerillo, pero al fracasar muchas veces, la niña delicadamente le quito los cerillos y ella misma lo prendió. Iba a dárselo al castaño, pero este hablo antes.

- Haz el honor, por favor - dijo con una media sonrisa y la pequeña obedeció, prendiendo la pirotecnia.

Los fuegos artificiales iluminaron la noche de una manera esplendida, Becca jamás se había sentido tan feliz y una sonrisa radiante apareció en su rostro

Malcom desvió su mirada del cielo para verla a ella y una sonrisa embobada lo acompaño.

Si lo pensaba bien ahora, no sabía porque se le había acercado en un inicio, así como tampoco sabía porque había encendido la pirotecnia que tanto Francis, Reese y él se habían esforzado por conseguir.

No era nada típico de él.

Pero si algo bien sabía, es que fue un impulso.

Una necesidad.

Cuando la vio tan triste, tan frágil, tan decaída, solo quería hacerla feliz.

Generalmente, hacer molestar a su mamá lo hacía feliz, ¿pero esto? esto le generaba otro sentimiento.

Dejo de verla y volvió a la pirotecnia.

- Gracias. - dijo la de cabello castaño cuando el espectáculo acabó. - Fue grandioso.

Dio un beso en su mejilla. El niño tuvo un ligero sonrojo, un sentimiento extraño y el momento se vio interrumpido por las sirenas de la policia.

- Oh, mierda. - Malcom se sorprendió al escuchar maldiciones salir de la boca de la chiquilla, después de todo, parecia que no podía matar a una mosca ni siquiera.- Al fin debieron notar que no estoy. - hablaba para sí misma.

Los padres de ambos niños salieron de sus respectivos carros y cada uno fue hacía su hijo de una manera distinta.

La mamá de Becca corrió llorando hacía su hija, por su parte, Hal y Louis estaban hechos una furia, especialmente la mujer.

Malcom vio a lo lejos a Francis y Reese mirarlo con burla. Ahora que lo habían visto con una chica, y que ella fuera la razón por la que escapó, jamás lo dejarían olvidarse de ello y suspiro frustrado por ello.

- ¡Lo que hiciste no tiene ninguna justificación, jovencito! - regañaba Louis a su hijo.

Malcom y Becca se miraron por última vez antes de que sus padres los arrastraran a otro lado, Becca esbozó una sonrisa y susurró un gracias.

Y ese fue el comienzo de todo. 



Survivor | Malcom in the middleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora