‡11‡

102 18 1
                                    

Helena

—¿Estas bien?

¿Estar bien? Creo que al final si es bien pendejo este hombre. ¿Cómo estar bien cuando te dicen que eres el trofeo de alguien? No lo sé pero tendré que investigar sobre eso algún día para saberlo y ponerlo en práctica.

Las probabilidades de lo que pueda significar "harem del diablo" me intrigan y asustan a la vez, y ruego a la divinidad más grande que exista, que realmente no se refiera a lo que estoy pensando. Porque si es así sin duda la muerte sería una mejor opción. Según tengo entendido, un harem es como se le llama a un grupo de mujeres que le pertenecen a alguien, todas reunidas ahí para complacer a su amo, en otras palabras, son esclavas, tanto sexuales como en lo que normalmente está ligado a esa palabra. ¡Santo cielo...!

Bueno, eso es solo lo poco que sé sobre eso y espero estar muy perdida en este tema y que un harén sea algún tipo de... ¿Spa?

Debe de ser mentira, o seguro él se equivocó al mencionar eso, tal vez le llame así a otra cosa. Yo no... Yo no puedo. Me niego a pertenecer a un harén y convertirme en la esclava de alguien.

—Cuando hablas de harem, no te refieres a uno real ¿Cierto? —Pregunto. Mi boca se seca de solo pensar en que así sea.

—No estoy jugando con esto, Helena.

—Es solo que... ¡Cielos! ¿Cómo es posible? Espera... ¿Me estás diciendo que yo voy a...? —No puedo siquiera terminar de decirlo. «Esto está mal, no puede estar pasando»

Mis ojos se cristalizan y pierdo visión, mi mente se cierra en el significado de toda la situación y el llanto quema en mi garganta luchando por liberarse en un nada silencioso sollozo. «Me han vendido como una puta» se repite seguido en mi cabeza e imágenes de un posible futuro comienzan a aparecer de forma intermitente.

—¿Por qué?

Me cubro el rostro con ambas manos, evitando que así el demonio frente a mi vea mi confusión y amargura. Hago un enorme esfuerzo por no derramar lágrimas y canalizar mi frustración en ira, algo que en el pasado hacía muy bien. Prefiero explotar y romper algo que llorar como la niña que en el fui hace muchos años.

—Helena, necesitas calmarte. —Dice suavemente.

¿Calmarme?

—¡¿Calmarme?! ¿Eres imbécil? —Alzo la voz llena de enojo—. Me acabas de decir que me vendieron como una cualquiera, como un objeto sin sentimientos, que voy a perder mi libertad y para colmo voy a tener que ser la esclava de algún ser demoniaco en el infierno por quien sabe cuánto tiempo y... ¿Y tú me pides que me calme?

—No es algo fácil, pero es mejor a gastar tus últimos días aquí, envuelta en tristeza y melancolía.

—¡Ja! ¿Qué quieres que haga? ¿Qué célebre por convertirme en el juguete de alguien? Porque si es así, ya está suficientemente claro que no lo haré.

—¿Qué otra cosa, aparte de aceptar tu destino, puedes hacer? —Hago silencio—. No puedes huir y evadirlo, él te encontrará a dónde quiera que vayas. Y si él no lo hace, yo tendré que hacerlo. La única salida es la muerte, o aceptar las cosas e ir por voluntad propia conmigo.

Haciendo caso omiso a sus palabras, mi mente comienza a elaborar un plan de escape desesperado contando con los pocos ahorros ocultos en mi armario, eso podría servir de algo, por lo menos para un boleto de avión en dirección a otro continente, y con un bolso pequeño podría arreglármelas hasta encontrar algo mejor y empezar una vida nueva de cero. Es un pequeño, arriesgado y muy esperanzador plan con muchas posibilidades de fallar pero es mucho mejor a dejar que me lleven al infierno.

En Las Sombras (PRONTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora