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Helena

—... Él es un idiota. Lo ha sido siempre solo que ahora es que te das cuenta.

—Lo sé, pero es que ustedes no lo vieron. Se arrodilló frente a mí a mitad del centro comercial, estaba a nada de llorar, los dos lo estábamos. —Veo a Alice cubrirse el rostro y el leve temblor en sus hombros me advierte del llanto que intenta ocultar con sus manos.

—Hey, nena ya no llores. Sea cual sea el motivo lo solucionaremos —la consuelo.

—¿Helena? ¿Dónde demonios tienes la cabeza? —Me reprocha Stacy.

Demonios.

«¿Ahora que hice?»

—¿Que sucede? ¿Dije algo malo?

—Lena, Alice tiene más de cuarenta minutos hablando de como Michael se arrodilló para pedirle perdón y tú estás ahí con la mente en un pito.

No dista mucho de la realidad.

Realidad.

—Lo siento chicas —tomando sus manos, me disculpo—. No pretendo hacerlas a un lado, simplemente no me siento muy bien.

—Te entiendo, reina. —Alice, con semblante apagado, toma otra cucharada de helado antes de sorberse la nariz.

—¡Vamos! Dejen esa tristeza atrás. —Stacy intenta animarnos jugando con nuestros helados, moviendo nuestros vasos lejos y cerca de nosotras hasta hacernos reír.

—Yo no estoy triste —aclaro—. Solo estoy cansada.

—Déjate de estupideces, Lena, es lo mismo, y yo no tengo amigas tristes y melancólicas. Yo tengo amigas perras y empoderadas. —Observo a Stacy rodear la encimera de la cocina y detenerse entre Alice y yo y juntarnos a las tres en un medio abrazo—. ¿Tequila y maquillaje?

—¿Para qué preguntas? Voy por la botella. —Digo poniéndome de pie.

En medio de risas y como si de un torbellino de luces y brillos se tratara, Stacy, Alice y yo volvimos a ser las locas adolescentes que fuimos hace no muchos años; gritando, corriendo, contando anécdotas y chismes recientes, charlando por horas y bebiendo hasta caer sin aire al suelo de tanto reír y tanto alcohol. Transformamos mi apartamento en un salón de belleza improvisado y desordenado. Sobre todo lo segundo. Estuches de maquillaje por todos lados; cepillos, peines y pasadores de cabello hasta en el suelo y nosotras en medio de todo, arreglándonos para unas cuantas fotos. Definitivamente esto era algo necesario.

Y lo mejor de todo este momento de chicas es que él no apareció. Bueno, no ha aparecido aún. Y creo que ha sido lo mejor de la noche.

—... Entonces le dije que no, y vi cómo se levantó humillado a casi nada de llorar y se fue. —Alice rompe a reír y nosotras le seguimos. Veo como mi amiga ríe por lo sucedido con su ex novio, pero me es fácil entrever en sus gestos que esto le hace daño, le sigue doliendo la ruptura. Pero ¿A quién no le dolería mandar a la mierda cinco años de relación de la noche a la mañana?—. Ahora que lo veo desde este punto me da... Gracia, gracia y lastima.

—No debería de darte ni lastima ese imbécil, Ali, se merece eso y más.

—Tienes razón, Stacy. Brindemos por eso.

Chocamos nuestras copas y volvemos a reír. Creo que somos más risas y tequila que nada.

Alice bebe un trago más y la observo caminar dando vueltas por mi sala de estar hasta detenerse frente a una de las paredes en blanco.

—Lena, ¿ahí no estaba el reloj que compraste durante nuestras vacaciones en los Alpes?

Detallo la pared y recuerdo lo sucedido con dicho reloj casi una semana atrás.

En Las Sombras (PRONTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora