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Helena

¿Qué piensas hacer, niña? ¿Rendirte al fin o seguir perdiendo tu humanidad?

La voz es un eco: lejano y tenebroso. No puedo identificar de donde provine pero ahí está, suena tan cerca que podría jurar que está en mi cabeza. No respondo, soy la única que puede escucharla, por las expresiones de los demás eso es más que seguro, y mejor no hacer nada alarmante.

Pero... ¿Qué mierda está sucediendo?

La paranoia me consume, mis nervios hierven y los temores parecen incrementarse con las posibilidades que plasma mi mente para la situación. Continúo con la búsqueda, mirando cada rincón del comedor desde donde me encuentro pero ningún punto me ofrece respuesta a las extrañas cosas que nos envuelven.

¿Por qué no estoy alterada como una persona común?

Aun cuando siento miedo no me muevo, no quiero preocupar a los demás y algo, muy pequeño y desconocido en mi subconsciente, me grita que esto no es nada del otro mundo. Tengo que haber vivido algo similar en algún momento. ¿Un ataque paranormal? Quizás, solo que no tengo como garantizarlo.

Helena. Ya detente. Solo déjame tomar el control y podrás quedarte aquí, siendo feliz. ¿No es eso lo que deseas? —Es femenina, una voz de mujer que me seduce para que caiga en su juego.

No debes confiar en nada.

—¿Quién eres? —Me atrevo a preguntar a la nada oscura detrás de mi padre. Las demás personas en la mesa parecen no oírme así que sigo—. No sé de qué hablas pero si me explicas podremos entendernos.

Su estruendosa carcajada suena martillando en mis tímpanos.

Inocente cría humana, no soy un demonio cualquiera con el que puedas negociar. —Unos felinos de color violeta aparecen en la bruma negra que comienza a solidificarse hasta tener forma de silueta femenina—. Te estoy ofreciendo la paz y felicidad que tanto deseaste en tu vida, esta que hace un momento estabas viviendo...

—¿A cambio de?

Tu cuerpo real. Nuestro cuerpo, que ya estoy cansada de compartir con una débil niña llorona. —«¿De qué está hablando?»

—Sigo sin entender.

Ya veo... —Hace un movimiento en forma de látigo con las sombras y fuego en su extremo, este se mueve a gran velocidad hacia mí, impactando de lleno en mi cabeza pero sin infringirme dolor.

Mis ojos se cierran por inercia y a mi mente llegan un torrente de imágenes con movimiento. Recuerdos. Míos, pero de otra realidad, muchas cosas pasan: demonios, un secuestro, crecer sin padres, perder lo que conocía como vida.

La realidad de esos recuerdos me golpea y me saca el aire. «¿Esto que estoy viviendo es real?» En ese lugar estoy sola, como en mis pesadillas. ¿En algún momento si llegaron a ser pesadillas o eran recuerdos?

Dame lo que te ordeno, sin preguntar ni dudar y podrás ser feliz. ¿Tener una familia no ha sido siempre tu sueño? —Pregunta con falsa empatía—. Estas a una respuesta de volverlo realidad, ¡hasta vas a ser madre! ¿No es increíble para una mula como tú?

«No hagas caso, Helena. Es una trampa»

Hago a un lado los sentimientos revueltos en mi pecho y le dirijo una mirada a mi familia. Todos parecen estatuas, no sé en qué momento se congelaron pero así están, quietos con la mirada vacía en el aire. Se ven tranquilos a pesar de las circunstancias y eso en parte me tranquiliza aun cuando no están a salvo.

En Las Sombras (PRONTO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora