Dejar ir

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Dos palabras que ponen a prueba el amor. En algún momento te verás cara a cara con esa realidad que esquivas cada vez que se asoma en tu camino. Luchas y luchas, ¿y eso qué? Cuando algo va por su curso, a veces es imposible hacerlo cambiar de dirección. Es mejor decir la verdad, soltar, despedirse, que aferrarte a una idea que nunca resultará como quieres. Y piensas que quedarte es amor, no; desear la felicidad de alguien aunque se vaya de tu vida, eso es amor. No significa que has perdido, sino que dejas ganar a quien amas, le abres la jaula para que siga su rumbo. Pero quieres apretar lo que sabes que se irá de tu lado. Y sientes miedo porque lo percibes en el fondo: no es para ti.

Duele mucho quitarse todas las ilusiones y planes con los que soñaste, duele llenarse de coraje y decir: Adiós. Dejará una marquita en tu alma que te hará recordar que estuvo allí, que pasó por tu vida; pero no para quedarse, sino para aprender, enseñarte y dejar una historia qué contar.

Llorar no cuesta nada, tampoco sonreír, abrazar, besar, querer: es gratis. Tómalo y sigue en paz, tarde o temprano llegará algo mejor en tu camino mientras tengas una buena actitud. Y aunque los cambios parecen duros, a veces dan más ventajas que las circunstancias anteriores.

Si haces todo lo posible y no resulta, suelta, deja ir y si es tuyo, volverá. Estas palabras se hacen ciertas cuando estás al borde de la locura y no queda más que arrancarte del pecho lo que tanto amas. Ahí es cuando se siente el peso de mi reflexión, debajo de un sol picante o en pleno aguacero. Pero valdrá la pena ser valeroso y quitarse las cadenas del miedo a la soledad. No es fácil, porque jamás te acostumbrarás; pero al final, sentirás que es lo más sano para el corazón.

Ve al balcón, abre la mano y déjalo ir.

Reflexiones (Vol.1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora