Capítulo 1: Mareas Cambiantes.

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     Los faros de halógeno cortaban el camino en penumbra frente a nosotras, abriéndonos paso a través del interminable cementerio de vehículos que se extendía por toda la autopista. "Cementerio" no era ninguna alegoría; muchos de estos coches eran en verdad la tumba de sus malaventurados ocupantes, quienes atrapados en el tráfico, eventualmente "fueron alcanzados" por la tempestad.

     Reflejada en los retrovisores, la espectral silueta de lo que alguna vez fue Los Ángeles todavía se distinguía a través de la espesa bruma color olivo, al mismo tiempo que sobre está relampagueaban las nubes amarillentas de una nueva tormenta radiactiva. Un espectáculo tan aterrador como letal del que intentabamos escapar...

     Había un poco de todo varado en la autopista. Desde coches de ciudad que nunca antes habían abandonado el área metropolitana y vans de ama de casa aún con maletas atadas encima, hasta enormes camionetas y vehículos todoterreno, algunos todavía arrastrando remolques repletos de provisiones y suministros ahora contaminados e inservibles. Autobuses, no solo de pasajeros, sino también rutas urbanas del centro, que sobrecargados hasta el extremo, intentaron evacuar de la ciudad a tantos sobrevivientes como les fue posible, solo para terminar como cascarones vacios e inertes sobre la carretera, sin mayor pista sobre el paradero de sus ocupantes que los montones maletas regadas por el asfalto, crujíendo bajo nuestros neumáticos cuando les pasábamos por encima.

     Recuerdo haber visto uno de esos autos Tesla abandonado en medio de la nada. Sin embotellamientos alrededor ni percances de algún tipo. Solo ahí, detenido en la interestatal, como si su batería simplemente hubiese muerto en mitad del camino, dejando irremediablemente varados a sus ocupantes...

     También había varios "Muscles" regados por ahí. Papá tuvo uno alguna vez, aún lo recuerdo. Notorio fue un Challenger negro abandonado cercas de Castaic Lake. Tenía franjas de carreras sobre el capot. Pero no tan notorio cómo el Nissan GT-R atascado para siempre en el tráfico de la I-5, o ese Corvette amarillo estrellado contra un Humvee en un retén abandonado de la guardia nacional. A juzgar por el agujero en el parabrisas, el conductor salió volando fuera del vehículo antes de que el motor comenzara a incendiarse.

     Y luego estaba el nuestro. "Mercedez Benz G63 AMG" o algo así. Creo que se les solía decir "G-Wagon". Una elegante camioneta 4x4 en forma de SUV, la cual nos había acompañado a lo largo de nuestro viaje, demostrando una gran potencia y fiabilidad en todo momento. La radio se estropeó en las primeras semanas, no sé por qué, pero el motor seguia andando con la misma potencia que tenía cuando lo encendí por primera vez. Era un aparato impresionante, sin duda.

     A papá le habría encantado...

     Respecto a nosotras, por mí parte no había mucho que decir. Solo que legalmente ya tengo la edad suficiente para estar al volante de esta cosa. Toparse conmigo sería toparse con una chica de tez blanca y un largo cabello rubio sujeto con una liga, calzando botas de senderismo marrones y envuelta en una chamarra verde militar (M65). Nada muy alejado de lo que siempre fue mi imagen de todos los dias, incluso antes del comienzo de esta pesadilla...

     Por las noches solía pensar que nada en mí habia cambiado realmente, pero al mismo tiempo sabía que yo ahora era alguien completamente diferente. Que aunque mi apariencia exterior fuera la de siempre, hacia tiempo que era mi propia "piel" la que se sentía como de otra persona...

     Una que además de su propia seguridad, ahora tenía que velar también por la de "ella".

     Esa chica con rasgos del lejano oriente que contemplaba el desolador arremedo de paisaje a través de su ventana, permitiendome un vistazo ocasional a la escena de melancolía dibujada en su rostro, reflejada tenuemente sobre el cristal opaco a su derecha.

10 000 ROENTGENSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora