Capítulo 9: Niebla de Guerra.

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     La hierba seca crujía bajo las suelas de mis botas y el aire seco del desierto agitaba mi cabello sin cesar. Sentía que habíamos caminado durante horas, pero a lo mucho habían pasado 40 minutos. Travis me sugirió regresar a la camioneta luego de no conseguir la recepción en el primer grupo de colinas, pero mi respuesta había sido evidente. En ese momento aún quería llegar hasta el final y seguirlo a donde hiciera falta con tal de lograrlo, pero ahora ya no estaba tan segura de eso...

     Mis pies dolían, mi cabeza también, las espinas de los matorrales se me metían en la ropa y el ritmo de Travis no era algo fácil de seguir. Mi botella de agua ya iba casi a la mitad, mientras que él apenas y había tocado la suya. Un mundo de diferencia me separaba de un militar como él, y aunque no era un mal sujeto, claramente me había advertido que esto pasaría.

     Jamás fui ajena a las actividades físicas desafiantes, incluso llegué a practicar escalada de roca con papá en años pasados, pero esto era diferente. Por mucho que me esforzara, el cabo Erikson solo se alejaba cada vez más y más, mirando atrás pero sin llegar a detenerse, hasta que finalmente las piernas me jugaron una mala pasada y por un instante sucumbí de rodillas ante el cansancio.

     Pude ver mi agotado rostro reflejado en los oscuros cristales de los lentes de Travis cuando este se giró de regreso conmigo para ayudarme a levantar del suelo. Dijo que me veía hecha polvo, pero no a manera de regaño o insulto, sino más bien como una broma, un comentario impotente, como si me invitara a reír junto con el de la situación, en lo que yo me sacudía el polvo de las rodillas con ambas manos.

     No nos detuvimos, pero al menos Travis bajó el ritmo lo suficiente como para poder seguirle el paso más fácilmente. Aunque permanecimos varios minutos en silencio, más temprano que tarde nos sorprendimos charlando. Primero sobre cosas importantes, luego todo tipo de banalidades, viejas películas de terror de los 80, nuestros sabores de Pop-Tarts favoritos  y anécdotas personales sobre las personas mas molestas que habíamos conocido en nuestra vida. Brummel era un idiota, pero tambien su mejor amigo y hubiera cargado con el hasta el fin del mundo de ser necesario. Sonreí un poco al escuchar semejantes declaraciones y realmente no tuve nada similar que contarle de mi parte.

     En un momento de nostalgia supongo, Travis me preguntó que sería lo primero que haría cuando todo esto terminara, pero mi cabeza se quedó en blanco. Había pasado tanto tiempo, que si alguna vez me lo pregunté, a estas alturas simplemente ya no lo recordaba. Me acostumbré tanto al presente, a la "nueva piel de Lisa" que un final parecía imposible. No era como en aquellos interminables laberintos de lockers y pasillos, donde por más perdida que me encontrara, sabía que tarde o temprano se acabaría. Esta vez le había disparado a dos hombres, había visto morir a muchos otros y presenciado cosas tan horribles que hasta las peores pesadillas que alguna vez tuve se volvían reconfortantes en comparación. Ni siquiera sabía que fue de mi unica familia, mi padre, estaría sola en el mundo de no ser por Meiko...

     Sí todo se terminara algun dia, se que mis pensamientos se quedarían aquí para siempre, atrapados en los peores momentos de mi vida y repitiendolos en mi cabeza una y otra vez en las noches más sombrías y los dias mas sofocantes... Esto para mí no se acabaría nunca.

     -"Volver a la escuela, supongo..."

     Le respondí a Travis con un tono tan aspero como los vientos que nos golpeaban el rostro.

     -"¿La escuela?, eso es un asco..."

     -"Y que lo digas...¿Tu que haras?..."

     Sin llegar a responderme, los ojos de Travis se clavaron al frente. Nuestro camino nos llevaba directo al borde de un pequeño acantilado, debajo del cual yacía un cañón angosto formado por la erosión, lo suficientemente profundo como para generar un eco pronunciado. En un principio no lo noté, pero a medida que Travis se acercó andando, me pude percatar de aquel brillo antinatural brotando desde lo más profundo.

10 000 ROENTGENSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora