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Mi madre solía decir que puedes sentir que se acerca una tormenta incluso antes de que se envíe la alerta. Puedes sentirlo flotar en el aire, como una estática, puedes divisarlo en la hierba y las hojas rindiéndose a una ráfaga de viento que hace un momento no estaba, mensajero impalpable del repentino cambio de tiempo.
Siempre había pensado que era una tontería hasta que una mañana recordé sus palabras mientras leía un vil y sórdido artículo sobre Sub Rosa.
Estaba desayunando en mi casa, un tazón de avena y una taza de café fuerte me iban a sostener hasta la cena según mis cifras, y era un poco perezosa esa mañana. Había terminado de rodar Little women una semana antes y el próximo proyecto en el que me inscribió mi agente, El orgullo de Bélgica, un drama de época bastante olvidable que sonaba extrañamente atractivo en ese entonces, no comenzaría hasta una semana después. Solo tenía algunas pruebas de vestuario programadas para el día, pero todavía tenía mucho tiempo y dios sabe si estaba casi emocionada por meterme en un corsé ajustado.
Entonces, me tomé mi tiempo y decidí revisar el tabloide: no lo haría regularmente pero pensé que era una buena idea revisarlo de vez en cuando para estar al día con los últimos chismes y, por supuesto, para ver si yo estaba en ellos. Como era de esperar, lo estaba: una foto de estudio mía emparejada con una de las estrellas principales en un pequeño artículo sobre mi próxima película.
Sin embargo, mi atención fue atraída por otro artículo.
"Fría fría Shuhua
¿Por qué una hermosa pareja con una hermosa casa de cinco habitaciones no estaría interesada en llenarla con una prole de niños? Tendrías que hacerle esa pregunta a Lee Suho y Yeh Shuhua.
O tal vez tendrías que preguntarle a Shuhua"
Lo leí todo de un tirón y parpadeé incrédula; Shuhua apenas tenía veinte, ¿veintiún años? y esos buitres le saltaban al cuello por no darle a Suho ーuna camada de hijosー Su carrera estaba floreciendo, tenía una nominación al Oscar en el bolsillo, también se estaba convirtiendo rápidamente en un ícono de belleza y todo lo que tenían que decir era culparla por no tener hijos.
Por supuesto, las cosas eran un poco diferentes en los viejos tiempos, pero creo que nunca cambiaron mucho. Me molesté esa mañana por una calumnia tan baja contra la joven por la que empezaba a sentir algo: no pueden hacerle esto, pensé, con la indignación hirviendo a fuego lento en mis venas. Poco sabía que era solo cuestión de tiempo antes de que me persiguieran también: cuanto más tiempo pasaba desde el día en que usé un anillo de bodas en mi dedo, más preguntas apremiantes sobre por qué aún no estaba embarazada.
En ese junio de 1959, Shuhua no era diferente, estaba completamente enfocada en su carrera... y ciertamente sabía qué siniestra amenaza era esa mala prensa, este tipo de mala prensa, para todo lo que había construido hasta el momento. Era un tornado que se acercaba rápidamente.
