Un Dios Que Deleita

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Sus caderas venían e iban en cada paso rápido, las joyas doradas balanceaban su andar, permanecían sujetadas en sus tobillos y muñecas, la corta túnica que dejaba descubierto la mitad de su pecho lo hizo estremecerse, blanco era casi imperceptible ante las luces pero nítido cuando éstas lo abandonaban en intervalos conforme la música abanzaba, sus cremosas piernas torneadas estaban a la vista.

Tobirama tuvo que aflojar su corbata al notar la intensidad del asunto.

Llevaba una mascara blanca y dorada, sin duda se trataba del querubín más afamado, Eros, el mismísimo dios del amor, encarnación que dio lugar a sus hijos: pasión y lujuria. El albino se encontraba en un estado de limerensia sin retorno alguno del acontecimiento en su mente, que revolvía todo a su paso y no dejaba absolutamente nada en órden.

Se deslizó suavemente a cada costado del tubo, paseando sus dedos por la fría barra de metal, sonrió suavemente cuando todos guardaron silencio por la inclinación de sus manos al subir y bajar por el metal.

Giró rápidamente presionando su pecho en el tubo, deslizándose deliciosamente hacia abajo, si antes Tobirama no podía ver claramente, ahora hasta detalle le dio a los pezones rosados de ese joven que se pusieron erguidos ante el contacto con la barra fría.

Lo observó sin perder concentración,  detalló cómo movía sus caderas, la manera en como presionó su espalda y su redondo trasero en lo que sería su instrumento para subir y bajar.

Tobirama tuvo que quitarse unos dos botones de la camisa para poder dejar a su cuerpo transpirar correctamente.

El joven de coleta y trenza, definida encarnación de Eros, comenzó a subir rápidamente por el tubo, como si no costara en lo más mínimo, una vez arriba, dirigiendo todos su mirada hasta él, haciendo gran uso de sus dotes, comenzó a balancearse sensualmente en la altura.

Tobirama se sintió apretado y en grave peligro de explotar.

Soltó un gruñido bajo cuando el bailarin bajó del tubo a una impresionante velocidad superior al de la mujer que anteriormente bailó, sosteniéndose con sus manos, ante brazos y su cadera, abrió perfectamente sus piernas en un ángulo radial de circunferencia.

Tobirama no era experto matemático, pero sí sabía que esa manera de encarar esa flexibilidad podía fácilmente ser calculada por una resta de sus prendas y... Oh, dios, su mente solo podía pensar en tenerlo a su merced y hacer, quién sabe qué cosas monstruosas podría desatar la lascivia que en ese momento tenía.

La cordura pareció irse de sabático cuando el joven azabache caminó suavemente hasta él, sonriendo ante la máscara que cubría la parte superior de su rostro, sostuvo con sus largos y estilizados dedos la barbilla afilada del albino acercandolo a su rostro, humedeció provocativamente sus labios y besó la comisura de la boca ajena, deslizando su lengua por la mejilla y se alejó triunfante meneando las caderas para proceder a despedirse del público con una venía del todo insinuadora.

La gente comenzó a gritar desesperada por la huida de ese chiquillo. Tobirama estaba en serios problemas, al carajo con Hashirama, lo encararía en la mañana en la oficina, por el momento, necesitaba dirigirse al baño, descargar la presión del momento y huir como una buena persona en todos sus cabales para evitar cometer una locura que ponga en riesgo su heterosexualidad dominante.






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Pole Dance ~Sensitive~ [Tobiizu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora