"EL EXTRAÑO SENTIMIENTO"
Aemond estaba sentado observando cómo la chiquilla de greñas oscuras movía su espada, ambos en la parte trasera del patio a la hora de la cena donde todo estaban en el interior exceptuando los guardias que patrullaban.
—¿Y se irá?
—Sí, lord Lyonel le dijo a tu padre que quería llevarlo de vuelta a Harrenhal— hizo una mueca, retrocediendo y volviendo con su ataque.
Daba un paso con cada golpe, uno tras otro hasta volver al lugar de inicio y atacar otra vez.
—¿Y quién te entrenará?
Antes de que Nevay pudiera responder otra voz se me adelanto.
—Yo podría hacerlo, soy el mejor de todos ustedes— soltó de forma fanfarrona Aegon llegando hasta donde ambos estaban tomando una espada de madera y analizándola.
—¿Tú? ¿Entrenarme? No, gracias. Quiero ser caballero, no un ebrio.
Aemond soltó una risa baja.
—Eso fue cruel y logró herir mi orgullo— se le acercó de forma burlona a su oído causando que Nevay lo apartara empujándolo del pecho, por ese acercamiento pudo notar el olor a vino que desprendía Aegon.
—Estás ebrio— le reclamó poniéndose en posición otra vez, cuando iba a dar el primer golpe al aire su espada choco contra la de Aegon que se había puesto en frente con rapidez, una sonrisa petulante adornaba su rostro.
—Una pequeña batalla, para ver de lo que estás hecha.
—Aegon— dijo su hermano poniéndose de pie en su lugar con lentitud alerta a los próximos movimientos que hiciera.
Nevay tragó saliva, más no bajó la espada ni retrocedió, se plantó ahí apretando como más intensidad la empuñadura de la espada con ambas manos. Frunció su ceño cosa que hizo a Aegon sonreír más grande.
El platinado ejerció fuerza de un momento a otro haciéndola retroceder, pero Nevay no bajó su guardia deteniendo un golpe que le había lanzado a tiempo. No pudo contraatacar cuando tuvo que detener otro golpe que la hacía retroceder. Su ceño dejó de estar fruncido pasando a uno de desesperación por no poder hacer nada más para frenar los golpes. Su espalda chocó contra unas pilas de heno, tuvo que girar a un lado observando con sus ojos abiertos el como Aegon había clavado su espada justo donde antes estaba su cabeza.
—¡Aegon, basta!— exclamó preocupado Aemond.
—No te metas— le gruño entre dientes volviendo a su ataque que hizo que Nevay soltara un gritó ahogado.
Asustada, su cuerpo reaccionó en el segundo que vio la oportunidad de poder salvarse el pellejo. Golpeó con su espada el estómago del platinado, pero esto lo hizo soltar un quejido lleno de dolor y enfado. No hubo forma de haber visto que ese golpe Aegon se lo había tomado personal para dejar la espada a un lado y propinar una bofetada en el rostro de su sobrina.
—¡Aegon!
Aemond corrió hacía su hermano a tiempo para embestirlo, esta vez ambos habían comenzado a forcejear llegando a rodar por el suelo ensuciando sus vestimentas con paja y tierra.
Dos soldados corrieron al ver la pelea de ambos hermanos reparándolos al instante.
—¡Maldito idiota!— soltó el mayor de los hermanos.
Nevay los veía desde el suelo con una mano sobre su mejilla, sentía todo su lado izquierdo ardiendo. No tardaron más de cinco minutos en que otros guardias se unieron y los tres fueron llevados a los aposentos de la reina quién los miró impresionada en cuanto interrumpieron en la habitación. Estaba terminando de cenar con la compañía de Larys Strong.
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•THE CHAOS OF LOVE • § • Aemond Targaryen •
De TodoEl 𝗱𝗲𝘀𝗲𝗮𝗿 algo puede ser por codicia o curiosidad de cómo será tenerlo en nuestras manos, ¿pero cuándo comienza a ser un problema? Tal vez, cuando lo deseamos con demasiada fuerza casi como una obsesión, o cuando comenzamos a lastimar. Quizás...