uno

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Jungkook avanza dando brinquitos por la banqueta, demasiado feliz, el clima está cómo a él le gusta; el sol arde cuando toca su tersa piel blanca protegida con bloqueador solar y un viento frescante sacude las hebras de su castaño cabello, olía demasiado bien. Su falda tabloneada amenaza por levantarse con las ráfagas de aire, sería una vergüenza, koo es un poco atrevido y no se coloca nada que cubra sus pantis si se llegase a levantar su rosa faldita.

El día lo tenía tan animado que sus feromonas se desprendían por inercia, kook es tan hermoso y cualquier cosa que usará lo hacía ver aún más como hoy, que particularmente había optado por esmerarse más con su vestimenta.

¿Había una razón? Sí, un alfa de tigre que le eriza la piel como no se imaginan.

Jungkook tocó el timbre y espero pacientemente que le abrieran la puerta, la verdad esperó más de lo normal; estaba muy acostumbrado a que todos fueran muy atentos con él y este día parecía ser la excepción.

Casi se cumplía un minuto cuando la puerta de la casa fue abierta apareciendo en el marco de esta el alfa que ahora que lo veía mejor, estaba altísimo, bueno, a su lado todo era más grande.

De repente sus feromonas fueron desapareciendo de los nervios que sintió cuando el alfa le puso la mirada encima, las piernas le temblaron, ese enorme alfa de tigre lo estaba mirando con una mueca de molestia, eso era muy vergonzoso para el omega del pequeño. Si Jungkook no estuviera tan asustado juraría que se hubiera mojado con lo masculino que le pareció el alfa; parece que llegó en un mal momento pues traía los leves rulos de su cabello despenaido y una camiseta blanca sin mangas, mal puesta por cierto.

— Hola. — le habló cuando miró que el omega sólo lo observaba con esos grandes y curiosos ojos, parecían bolas de bobba o tapioca, como sea, pensó.

— Hyung... Buenas tardes hyung. — saludó primeramente, como siempre tenía que ser educado con sus mayores. Ocultando su nerviosismo se comenzó a mover de lado a lado, sacudiendo la bolsita de fresita que llevaba consigo.

— Bueno, ¿Qué se te ofrece? — El alfa se recostó en el marco de la puerta para ver bien al pequeño omega.

Para ser sincero el omega le había gustado, era lindo, tenía un ligero colorete en las mejillas que no sabía si era natural o por el maquillaje, de cualquier manera no tenía problemas con eso, su cabello brillaba adornado con muchos clips que le daban un toque lindo y unas adorables orejas sobresalían de este, parecía un delicioso cupcake de chocolate con chispitas de colores. Ugh, de repente tanto dulce le dio escalofríos.

— Este, yo, venía a invitarlo mañana, ¡Si puede claro! A mí casa, a comer algo sencillo que voy a preparar. — dijo torpe y como pudo. El alfa le tenía la mirada clavada y no sabía si era buena o mala.

Después de todo era un conejo y un alfa tigre.

— ¿De verdad? No sé si pueda ir, además, tal vez sea incómodo que un alfa como yo, ya sabes, este con un omega como tú. — le dijo sin malas intenciones y muy sincero para el gusto del pequeño. — No me parece correcto que un pequeño conejo invite a un alfa a su casa.

— ¿Incómodo por qué?

El alfa rodó los ojos.

— ¿Quieres que te lo explique? Eres un conejo y yo un tigre, ahí lo tienes, piensan muchas cosas de nosotros, además, es la primera vez que conversamos así de cerca.

— Ah, hyung, yo no había pensado en eso y sobre lo demás, a mí no me importa. — kook quiso sonar lindo pero no supo que fue lo que dijo mal pues el alfa sonrió incrédulo mientras se echaba el cabello hacia atrás.

— Lindo que trates de ser amable, ahora sí me disculpas, tengo cosas que hacer.

— ¡Bueno yo vivo en la casita con florecitas, por favor vaya me haría muy feliz no tengo amigos a quienes invitar! — se apresuró a decir antes de que el alfa se encerrara y quizás dijo algo que no debía, se sonrojó por eso.

El alfa tomó el papel que le dio el omega antes de irse y ojeó la dirección y otra cosa que decía a la cual no le prestó atención. De repente sus fosas nasales se inundaron de feromonas con olor a perfume de vainilla y ¿Mantequilla con azúcar?, la nariz le ardió, no estaba acostumbrado a lidiar con los aromas de los omegas y tampoco tenía ganas de querer acostumbrarse.

Por la ventana de su sala se asomó entre las cortinas y vio como el conejo se marchaba dando brincos, la falda que llevaba se levantaba y eso no fue lo que le llamó la atención si no la redonda colita que sobresalía. Hacía mucho que no veía a un omega de conejo así de cerca, solían ser muy miedosos y esté pequeñín no tenía ni una pizca de eso.

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