James Potter Pt. 1

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  Si James tuviera que elegir un momento específico en el que sus sentimientos por Regulus comenzaron a aparecer, probablemente sería el 1 de septiembre de 1970, aunque eso sería bastante patético y probablemente no ayudaría en su caso frente a Sirius.

  El problema con James es que siempre ha sido muy fácil que se haga ilusiones y generé expectativas, eternamente propenso a dejar volar su imaginación en mil escenarios a la vez. Era un niño solitario, abandonado a su propia creatividad como fuente de entretenimiento y, en última instancia, de compañía.

  Los Potter, Euphemia y Fleamont, se habían casado jóvenes y emocionados, ansiosos por formar una gran familia que llenara la amplitud de la mansión Potter como no se había visto en generaciones. Pero cualquier sueño pronto se estrelló contra el suelo, cuando intento tras otro solo dejaba resultados dolorosos.

  Para cuando James abrió los ojos a la pulcritud del Hospital St. Mungo y rompió los oídos de los sanadores, los Potter habían estado juntos durante casi 20 años y, en cierto sentido, con 20 años de amor para dar a borbotones. Pero aun así, era solo James.

  James, quien crecería rodeado del amor y la devoción de sus padres, pero solo en los vastos terrenos de la mansión.

  Solo él para destrozar alfombras antiguas, pintar las amadas cortinas de Euphemia y pisotear los cuidados jazmines de Fleamont. Entre los pasillos y las cálidas habitaciones, solo estarían James y sus padres como compañía durante un par de años.


  A la edad de 6 años, James conocería a Peter Pettigrew y Marlene McKinnon, sus primeros amigos.

  En su corta edad, James había conocido a muy pocos niños de su edad y nunca había encajado del todo con ellos, quienes solían verlo como un niño ruidoso y demasiado enérgico. Sin embargo, Peter y Marlene encontrarían en James un compañero de aventuras más.

  Las familias McKinnon y Pettigrew estaban emparentadas, lo que provocó que Marlene y Peter crecieran como primos. Peter, que podría ser bastante más reservado y aficionado a los pasatiempos más tranquilos, sabía cómo lidiar con la personalidad burbujeante y traviesa de Marlene, por lo que conocer a James le resultó familiar.

  Los tres niños estarían muy unidos por un tiempo, con reuniones regulares en la mansión Potter, y así James ya no estaría tan solo.

  Pero James era una persona sociable por naturaleza, florecía en las multitudes, prosperaba con la atención. Y así, empezó a soñar con Hogwarts, con conocer a otros niños que pudieran ser sus amigos.

  En todo el mar de estudiantes, James esperaba poder encontrar a aquellas personas que apreciaría y atesoraría, con quienes crearía lazos inquebrantables y únicos. Gente con la que podía hacer tantas travesuras, jugar entre los pasillos y crear tantas experiencias que los demás solo envidiarían.

  No es que Marlene y Peter no fueran suficientes; era solo que James creía que podía haber más. Que había alguien por ahí con quien conectaría en un instante, tal vez un alma gemela. Un hermano en todo menos en la sangre.


  Conocer a Sirius Black nunca había estado en su lista de 10 cosas para hacer el primer día de Hogwarts, pero supuso que de alguna manera encajaba con el número 3: hacer el mejor amigo del mundo.

  Por supuesto, James sabía quién era Sirius Black aunque solo fuera por su nombre.

  Los Potter no eran la familia purasangre más aclamada en los altos círculos sociales, pero aun así eran influyentes de muchas maneras, y como tal, los padres de James se habían asegurado de darle todas las herramientas para defenderse de los buitres hipócritas, y entre ellos estaba claramente una educación excepcional.

Encuéntrame a alguien para amar (Jegulus) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora