Capítulo III

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(Everybody wants to rule the wolrd - Tears Of Fears)


Faltaba tan solo un mes para nuestra graduación.

Quién diría que la niña que decía que no se veía en bachillerato estaba a punto de entrar a la universidad.

Estaba tan feliz por ello, pero también estaba nostálgica. Por más que dijera que mis compañeros me caían mal, que eran insoportables y que qué bueno que ya nos los vería más, realmente los quería. Y no sé si estoy lista para dejarlos atrás.

Tal vez, a algunos los vuelva a ver en algún punto de mi vida, pero eso no quiere decir que vaya a extrañar sus idioteces, sus malos chistes, sus travesuras, sus peleas o su simple presencia.

- ¿Sabes? – miré a Heather, ella seguía tratando de meter la maleta en el compartimento exterior del autobús – Creo que sí extrañaré a la bola de estúpidos.

Heather soltó un jadeo por el esfuerzo y se apartó el cabello rojizo de un manotazo.

- Deja de ponerte sentimental y mejor ayúdame con esta mierda, Darlyn.

Le puse mala cara por arruinar mi momento de reflexión.

- ¡Darlyn!

- Que ya voy.

Teníamos un pequeño problema: Heather y yo habíamos decidido llevar una maleta para ambas, porque éramos unas flojas que preferían cargar una sola maleta en vez de dos, y ahora no cabía con el resto de las maletas.

El instituto había organizado un pequeño viaje de despedida para los futuros graduados. Como un pequeño recuerdo.

Así que ahora nos dirigíamos a unas cabañas que estaban en las montañas, yo estaba muy emocionada. Era la primera vez que salía absolutamente sola con mis amigos a algún lugar fuera de la ciudad. Porque sí, teníamos que viajar en autobús cuatro horas.

Pero esas cuatro horas se convertirían en cinco si no lográbamos meter la jodida maleta.

Hasta le di una maldita patada y ni siquiera así entró. Gruñí molesta.

- Chicas, ¿podrían darse prisa? – nos apresuró el conductor.

Contuve las ganas de insultarlo porque bien que nos apuraba, pero no nos ayudaba.

- No podemos meter la maleta. Ya no hay espacio – le hablé por la ventanilla.

- Tiene que caber.

- Pues no cabe.

- Fuércenla – insistió y lo fulminé con la mirada.

- Ya lo intentamos. Y, como puede ver – señalé a Heather con la maleta a medio meter -, no funciona.

Me entrecerró los ojos y le sonreí falsamente. ¿Tan difícil era ayudarnos?

Suspirando, se giró y pidió ayuda al primero que vio, porque claramente él no se iba mover.

- Ey, tú, chico – atrapó a Landon a medio subir -. Ayuda a las señoritas – me señaló a través de la ventana.

Su mirada se cruzó un momento con la mía y después volvió a bajar sin protestar, cosa que me sorprendió, pero no dije nada al respecto.

Fue directamente hacia Heather, ella le sonrió apenada. Landon solo la vio con desinterés.

El ni siquiera habló, simplemente le hizo un gesto con la mano para que se apartara, ella obedeció.

Lo Inefable del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora