Parte 1.- Una sombra en la habitación

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La noche abrazó con cuidado la montaña entera, las estrellas brillaron en el firmamento con luz arrulladora; ni un silbido o repiqueteo se dejó escuchar, habiéndose dormido todos sus habitantes, desde el grillo más pequeño hasta las aves más grandes, el reino entero se encontraba sumido en el dulce mundo de los sueños.

El rey no fue la excepción, después de un agotador día de entrenamiento con su sucesor, el chico se había desplomado tan pronto su cabeza tocó la almohada, eso dejó a Wukong sin la necesidad de preparar la cena. Envuelto entre el montón de mantas, las horas pasaron con tranquilidad en una noche sin sueños, el reloj de su mesita marcaba la madrugada cuando una sombra se elevó desde el suelo, el sonido de un portal rasgando el aire le hizo temblar la oreja.

—¿Tuviste otra pesadilla, mi pequeña pera? — Preguntó adormilado el rey, después de un enfrentamiento para nada agradable con un par de demonios, el chico había estado teniendo malos sueños durante noches seguidas, colándose en la habitación de su padre para dormir acurrucado en sus brazos, lejos de cualquier amenaza que pudiera hacerle daño.

No hubo respuesta, pero no se preocupó, sabiendo que no siempre la habría, a veces MK sólo buscaría consuelo sin querer que Wukong preguntará al respecto, él no lo presionaría, sólo haría un espacio en su cama y dejaría que el niño derramara todas sus lágrimas hasta quedarse seco.

—Vamos, MK, ven a la cama, tienes que dormir, aunque sea unas horas— volvió a murmurar, sus ojos firmemente cerrados mientras esperaba el rechinido al otro lado de la cama, o el sonido de las pisadas de su hijo moviéndose.

La risa siniestra que se coló desde la oscuridad le heló la sangre.

—No soy quién estás esperando, Peaches— Tarareó oscuramente una voz que conocía demasiado bien, sus ojos se abrieron en estado de shock, cuando intentó moverse fue demasiado tarde, sombras amorfas serpentearon rápidamente por la cama, aprisionándolo contra las sábanas. —¿Me extrañaste? — jugueteó el demonio de las seis orejas, una de sus manos subiendo al rostro de Wukong para acomodar un mechón suelto.

—Macaque— gruñó furioso el rey. —¡¿Qué estás haciendo aquí? tú estabas mue-

—Ah, ah, ah— negó con lentitud, una de sus sombras cubrió la boca del sabio, impidiéndole continuar. — baja la voz, no querrás que nuestro niño se despierte, ¿o sí? — su tono cambió a una amenaza, el cuerpo de Wukong se puso rígido ante sus palabras, Macaque lo notó, riéndose de él. —Oh sí, lo sé, hiciste un buen trabajo manteniéndolo oculto de mí durante tanto tiempo, te felicito por ello, la pregunta es: ¿por qué? — rugió lleno de rencor, las ataduras se enroscaron con más fuerza en sus extremidades, Wukong ahogó un quejido de dolor detrás de la mordaza.

—Sabías que llevabas contigo a nuestro hijo, y aun así los elegiste a ellos— murmuró por debajo, la cicatriz brillando en la oscuridad, fuera del glamour, su único ojo sano inyectado en sangre miró al rey quien se removía desesperado. —no mereces llamarte padre— sus palabras acuchillaron como una daga el corazón del rey, el recuerdo de MK durmiendo del otro lado del ala del templo llegó sin poder evitarlo.

Todo quedó inmóvil cuando la puerta fue tocada, Wukong ni siquiera escuchó venir sus pasos.

—Papá, ¿está todo en orden?, escuché ruidos— exclamó Xiaotian del otro lado, la sonrisa afilada del mono de las sombras le puso el pelaje de punta, mirándolo con horror al verlo convertirse en una copia de sí mismo. Intentó gritar, salir de las ataduras, pero todo fue inútil, aún en su cama, la luz del corredor iluminó parcialmente la habitación, desde su posición, pudo ver a su hijo aún vestido en pijama mientras se tallaba un ojo por el cansancio, su cola azabache balanceándose perezosamente detrás de él.

El legado del sol y la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora