CUATRO

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Maldita sea, pensó desesperada ¿Por qué se había detenido allí en primer lugar? Solo tenían que ir hasta allí y tomar una ruta nueva, ¿por qué demonios se habían detenido?

Había dejado de forcejear con su captor cuando se dio cuenta de que no serviría de nada. La forma en que la tenía sujetada resultaba inútil intentarlo. Se estaban dirigiendo a un ruinoso granero. Una vez dentro, alguien que no pudo ver se encargó de cerrar las puertas con una viga de madera.

- Te soltaré si prometes no gritar ni salir corriendo - dijo una voz gruesa.

Ella asintió.

La soltó sobre un montículo de paja y retrocedió. Cassandra se apresuró a alejarse lo más que pudo de su captor y pudo ver como dentro de ese edificio había un poco más de ochenta personas.

Todas ellas estaban en el segundo piso del granero y se negaban a bajar hasta sentirse seguros.

- ¿Qué estás haciendo en un lugar como este?- una voz masculina y cansada se escuchó detrás de ella.

Ella se volvió y diviso a un anciano sentado en un bloque de heno que sujetaba un bastón.

A simple vista era un anciano cualquiera. De baja estatura con la espalda encorvada y había perdido un poco de cabello en la coronilla. Su cara era dura, pero sus ojos, de un verde brillante, la contradecían. Vestía una ropa peculiar, ropa de siglo, según le pareció. No. Era más antigua, más tosca. Parecía como si estuvieran hechas de varios retazos de tela. De hecho, todas las personas tenían la misma ropa, igual a la que había visto en su visión.

El hombrecillo se levantó de su asiento y se dirigió hasta donde ella estaba. Ella lo vio mientras se acercaba a donde estaba con paso lento.

-¡Responde! - dijo un hombre que había aparecido detrás del anciano - te hizo una pregunta.

- Cálmate, no hay necesidad de gritar - lo corto6+ tajante y luego se dirigió a ella - mi nombre es Nicolai, y soy el jefe del pueblo. No estamos acostumbrados a los visitantes y menos a los indeseables - Nicolai se acercó un poco más para estudiarla con más detalle. Tenía un aire demasiado familiar. 

De pronto se irguió y su boca se entreabrió ligeramente, en sus ojos se encendió una chispa extraña y lo siguiente que dijo fue casi un susurro 

- Ha pasado mucho tiempo.

Cassandra lo miró recelosa.

Todo esto era muy extraño y no sabía exactamente cuando las cosas se habían tornado tan raras. Ese anciano, le resultaba tan familiar y no lograba saber por qué.

- Lo siento, no quise ser una intrusa - respondió luego de unos minutos - me llamo Cassandra, nos desviamos de nuestro camino, pero ya estamos prontos a irnos y no los molestaremos más - intento levantarse, pero se quedó arrodillada al ver la reacción de los hombres. 

Esto no es nada bueno, pensó.

- Por favor déjenme ir. No haré nada o dire algo, solo me iré y no volveré, se los prometo - No podía negar que estaba asustada, sin embargo, no dejo ver en ningún momento como se encontraba realmente.

- Sé que no harás nada, niña - dijo Nicolai- no obstante, tengo curiosidad, ¿Cómo pretendes irte?

- ¿A qué se refiere con eso? - le preguntó levantándose un poco- me iré como me vine, en el taxi que está allá fuera.

- Niña... ¿Cómo sabes que nada te ocurrirá?- le volvió a preguntar, esta vez arrodillándose a su nivel frente de ella.

- Cómo sé... disculpe, señor, pero no entiendo a qué se refiere - ya se estaba irritando, quería largarse de ese pueblo lo más rápido posible y ese viejo nada más le hacía preguntas sin sentido - solo quiero irme, ¿está bien? El hombre que me trajo ya debe estar preguntándose por qué me tardo y debe estar preocupado - intentó levantarse nuevamente, pero en esta ocasión fue detenida por la mano del anciano que le sujetaba el brazo.

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