OCHO

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Ya había oscurecido, el cielo estaba despejado y solo se podía ver la luna brillando gloriosa.

Había estado caminado por cinco horas y ya no aguantaba el dolor que recorría su pierna.

Era un infierno.

Con cada paso que daba era más intenso y agudo el dolor.

La adrenalina que había sentido en el momento después del ataque contrarresto todos los dolores y únicamente pensaba en alejarse lo más rápido de esa criatura.

Corrió sin mirar atrás y sin preguntarse si estaba perdida.

Una fría brisa le hizo detener sus pasos para abrazarse en un intento de que el poco calor que le quedaba no se escapase.

— Mierda, me ganaré una pulmonía a este paso — dijo con voz temblorosa. Hubiera sido genial que prestara más atención al camino mientras corría, así se habría percatado de la pendiente que tenía en frente y no se encontraría ahora completamente mojada y con frío por haber ido a parar a un río.

Mientras caminaba y buscaba algún lugar para resguardarse del frío, empezó a analizar todo lo que había vivido.

Era imposible todo lo que había pasado en esas horas.

Cuando salió del río y comprobó que estaba sola soltó todo el aire que no sabía que tenía contenido y sin previo aviso con cada bocanada de aire que exhalaba corrían a su vez las lágrimas. Cálmate Cassandra. Respira — Se decía a sí misma en voz baja — Ya está todo bien, nadie te persigue ya.

Cuando bajo del avión solo pensaba en la reunión que tendría y que luego iría a su cuarto de hotel a dormir en una cómoda camada antes de instalarse en su nuevo departamento.

Que lejano vio el inicio de ese día.

Pasaron unos minutos antes de que se calmara. No quería quedarse allí quieta, le ponía nerviosa, pero sabía de sobra que no podía ir muy lejos con la pierna como la tenía, así que buscando en su bolso logro conseguir una crema antiséptica y se las arreglo para hacerse un curativo simple y seguir su camino lejos de allí. Debería aguantar al menos un par de horas hasta salir de allí.

Eso había sido hace cuatro horas y media. Había tenido demasiada esperanza y optimismo. El dolor de su pierna la estaba destrozando con más fuerza que antes.

Maldita sea, debía revisar con mayor detalle la herida y eso la ponía nerviosa.

Cassandra se acercó a una piedra que estaba cerca de la orilla del río para descansar y ver mejor la condición de su pierna. No se había detenido a ver el resto de su cuerpo y la luz de la luna no era suficiente para ver qué tan mal estaba.

Mientras inspeccionaba su herida, dio un vistazo a su alrededor y lo que vio no la hacía sentir nada cómoda. Esa zona del bosque la ponía nerviosa. Ya no tenía vegetación y los árboles estaban marchitos. La atmosfera era tensa y parecía que alguien o algo saltaría sobre ella en cualquier momento.

El sonido de unas ramas moviéndose la hicieron girarse rápidamente hacia atrás. Un par de ardillas rojas se movían entre las ramas. Cassandra soltó un suspiro de alivio y respiro otra vez con normalidad.

Se quitó los pantalones para que la herida pudiera respirar y aun con la poca iluminación, la mancha negra que se dibujaba en su muslo la inquieto.

— Esto no se ve nada bien — dijo desalentada — Mierda.

Se dirigió al río para poder lavar la herida. El agua estaba realmente helada. No exageraba si dijera que se sentía como mil cuchillos atravesaban su delicada piel.

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